manuel torre

Al rescate de los pioneros del Cante

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Fernando el de Triana
Fernando el de Triana

«Arte y artistas flamencos» (1935) es un texto de referencia obligada para conocer la “Edad de Oro” del género flamenco y sus protagonistas, según la visión del guitarrista y cantaor Fernando el de Triana (1867-1940). Este libro fue y es apreciado como un catecismo, como un minúsculo museo donde se exponen con todo su deslumbre nombres, estilos, situaciones de un mundo singular. Cantaor, guitarrista, letrista y escritor, formará con sus paisanos de barrio Rafael Pareja y Pepe el de la Matrona, el más sabio triunvirato, fuente nutricia de todos los que hurgan en las tripas del arte más andaluz.

Esta obra es una fuente importante de información gráfica para averiguar los paralelismos y semejanzas entre los artistas retratadas en los estudios de los fotógrafos, unos más conocidos que otros, con los que aparecen en las cromolitografías de aquel periodo. Adheridas al cristal de las botellas, daban a esas fotos en blanco y negro un aspecto más atractivo y llamativo

El libro fue prologado en su primera edición en el año 1935 por Tomás Borrás, de cuyo texto puede destacarse lo siguiente:

«¡Con lo fácil que les hubiera sido a los doctores del flamenco sacar un billetito de ferrocarril, llegase a Cádiz y Sevilla y comprobar que ….el arte jondo aparece y se desarrolla en una comarca de pocos kilómetros y no sale jamás de allí, y solo allí se modifica, y allí únicamente nacen los creadores, y los innovadores….saben que hay gitanos en muchas naciones, con sus cantos peculiares, y que sólo los bautizados entre las salinas de San Fernando, los, olivares de Jaén y las dunas del Guadalquivir inventan y perpetúan un estilo que se llama…..la seguiriya, el martinete y la soleá- …el cante jondo tiene su pequeña patria, esa de Jerez y los Puertos hasta Triana….!»

Ya sólo con esta introducción nos debería bastar la valorar su contenido, donde predominan unas extraordinarias fotografías de antiguas figuras de este arte, con unos breves datos biográficos a modo de anécdotas.

El autor y su obra

Fernando Rodríguez Gómez «el de Triana», polifacético cantaor, guitarrista, letrista y escritor, publicó in duda uno de los textos fundamentales para la historia de esta música. Conocido como «el Decano del Cante Andaluz», amigo de muchos de los grandes de este oficio de finales del siglo XIX y principios del XX y asiduo de los cafés cantantes de la época, recoge el autor en este excepcional volumen, ilustrado con una importantísima colección de más de 120 fotografías, curiosísimas noticias y anécdotas, vivas descripciones del cante, el baile y el acompañamiento y más de un centenar de biografías de artistas de la talla de Manuel Serrapí » el Niño Ricardo», Manuel Vallejo, Juan Breva, Francisco Lema «Fosforito», Pastora Pavón «la Niña de los Peines», Silverio Franconetti, Juan Gandulla «Habichuela», Antonio Chacón, Antonia Mercé «la Argentina» o Francisco León «Frasquillo»

Joaquín Vargas, Cojo de Málaga, y Manolito Cepero
Joaquín Vargas, Cojo de Málaga, y Manolito Cepero

Según el periodista Manuel Bohórquez, «sn ese libro no sabríamos ni la mitad de lo que sabemos sobre los creadores de lo que hoy conocemos por flamenco». En cuanto a la gestación de esta obra, Bohórquez ofrece datos concretos: «Arte y artistas flamencos, la famosa obra literaria del Decano del Cante Jondo, como le llamaban a Fernando, comenzó a gestarse en Coria del Río, donde el cantaor tuvo un chiringuito junto al Guadalquivir, en la zona conocida como El Carrascalejo. Tras ofrecer una conferencia en el Centro Cultural Instructivo, en 1932, en la que estuvieron Blas Infante y el gran pintor sevillano José Rico Cejudo, surgió la idea de convertir sus apuntes en un libro, que se editó gracias a la generosidad de la gran Antonia Mercé La Argentina, como es sobradamente conocido».

El autor, hijo de Joaquín Rodríguez Jiménez y de Ana Gómez Pérez, creció en el barrio materno de Triana. Se dedicó profesionalmente a cantar y a tocar la guitarra desde muy joven. En 1885, actuó en el café Don Críspulo de Madrid, y al año siguiente en el café Imparcial.

Seguidamente formó parte de los elencos de distintos cafés cantantes andaluces, entre ellos del café El Turco de Málaga, en 1890. Al formar pareja artística con el guitarrista Paco de Lucena, recorrió España de 1893 a 1898. En 1899 creó su propia compañía para desarrollar su espectáculo en los teatros.

Residió en Madrid hasta que se trasladó a Málaga en 1907, y se convirtió en una de las figuras estelares del famoso Café de Chinitas, fama que conservó durante largas temporadas. Después vivió en Huelva, fue vecino de la cantaora Dolores La Parrala, que murió en sus brazos.

Retirado de los escenarios, se trasladó primero a Coria del Río y después a la localidad sevillana de Camas, en la que regenteaba un colmao y escribió sus impresiones acerca de los artistas flamencos de su tiempo, que publicó bajo el título de «Arte y artistas flamencos», gracias a la ayuda de La Argentinita, que viajó desde París para actuar en un espectáculo organizado para recaudar fondos para su edición, celebrado el 22 de junio de 1835 en el Teatro Español de Madrid, con la participación de numerosos intérpretes del cante, el baile y la guitarra.

De este libro, clara muestra de su capacidad como crítico y entendido del género, se han realizado varias ediciones: es una obra clave para el conocimiento de una época capital del flamenco, la de los cafés cantantes. Su última participación de la que se tiene noticia fue su presencia en el jurado del Certamen Nacional de Cante en el Circo Price, en abril de 1936. Como cantaor tenía un amplio repertorio y dominaba especialmente los cantes por malagueñas. No grabó en disco.

Poetas que elevaron el Cante Jondo

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Imagen del Concurso de Cante Jondo (Granada, 1922), promovido por Federico García Lorca y Manuel de Falla
Imagen del Concurso de Cante Jondo (Granada, 1922), promovido por Federico García Lorca y Manuel de Falla

En el primer tercio del siglo XX empezó a correr un nuevo aire para el flamenco, un arte que salió entonces de la marginalidad y alcanzó consideración cultural de la mano de los integrantes de la Generación del 27, de un poeta como Miguel Hernández y de un artista polifacético como Edgar Neville.

Así lo ha explica Manuel Bernal Romero, profesor de Literatura, estudioso de los poetas del 27 y especialista en flamenco, quien en su libro «La Generación del 27 y el flamenco» (Renacimiento) explica el proceso por el que los artistas flamencos abandonaron los cafés cantantes, las ventas, los prostíbulos y las fiestas de los señoritos para adquirir consideración cultural.

Estos poetas «han influido mucho en el flamenco moderno, en el cante jondo como ellos lo denominaban, y de manera determinante en su concepción actual como expresión cultural», según Bernal Romero, autor de otros tres ensayos sobre la Generación del 27.

A esa lista de artistas y poetas como Lorca, Alberti y Fernando Villalón, añade Bernal al polifacético escritor Edgar Neville –director de la película «Duende y misterio del flamenco»– y al compositor Manuel de Falla, a quien dedica un detallado capítulo con motivo de la organización del Concurso del Cante Jondo de Granada en junio de 1922.

«Antes del 27, el flamenco era una música marginal, ajena a cualquier vínculo intelectual o literario», ha insistido el profesor al señalar las excepciones de Juan Ramón Jiménez, Rubén Darío y los Machado y la desconsideración del resto de escritores e intelectuales, desde Unamuno a Eugenio d’Ors, quienes sostenían que el flamenco nada aportaba a la cultura española.

«Esa es la mirada que varían los poetas del 27, que llevan al flamenco al momento en que se encuentra hoy», a pesar de que, salvo Miguel Hernández, ninguno de ellos escribió para el flamenco.

En este punto Bernal ha asegurado que aunque muchos cantaores digan cantar a Lorca lo que hacen es cantar versiones de sus poemas, que ni tienen el ritmo flamenco ni fueron escritos para ser cantados.

Como ejemplo ha puesto «Poema del cante jondo» que, pese a su título, contiene poemas «incantables» que están «más próximos a la vanguardia que a la poesía popular», y libro del que ha aclarado que si el poeta granadino lo dedica al cantaor Manuel Torre lo hace muchos años después de haberlo escrito, ya que los poemas estaban pensados y escritos antes de conocer al mítico cantaor.

Bernal ha señalado que incluso Fernando Villalón, ganadero esotérico y personaje inclasificable, efectuó el camino inverso al incorporar algunas letras flamencas a sus poemas, pero que tampoco escribió expresamente para los cantaores.

«Villalón y Lorca trataron de definir en su poesía qué es el cante, pero con poemas difícilmente cantables», ha insistido.

De Lorca ha añadido que «aunque ahora no sea políticamente correcto decirlo, no es ningún flamencólogo», y que en la organización del Concurso de 1922 «actuó al dictado de Falla», hombre tímido y discreto cuya personalidad contrastaba con la simpatía y brillantez del poeta granadino.

A diferencia de Lorca, «que llegó al flamenco de oídas», «Villalón es el que hizo una poesía más flamenca».

El profesor ha puesto el Concurso del Cante Jondo de Granada en 1922 como un ejemplo de que el debate entre el purismo o cante jondo y lo comercial o considerado desechable por los puristas ha existido siempre, ya que a aquel certamen pudo concurrir todo artista que quisiera con una sola condición, que no fuese profesional.

El ensayo de Bernal revisa la relación de los poetas citados con cantaores como Manuel Torre, Chacón, La Niña de los Peines, Caracol y la Argentinita, cuya relación sentimental con el torero Ignacio Sánchez Mejías, otro polifacético inclasificable que también hizo de promotor de espectáculos flamencos, «iba a marcar alguno de los hitos que uniría a los creadores del 27 con el flamenco».