marlon brando
Calder al rescate

Pese a la dedicación y los medios que el productor Sam Spiegel puso al servicio de la película, lo cierto es que «La jauría humana», el desolador retrato de la violencia y la hipocresía social que Arthur Penn rodó en 1966, fue todo un fracaso de crítica y público cuando se estrenó en Estados Unidos.
El exigente e intervencionista Spiegel, que dirigía el proyecto al estilo de los viejos jefes de estudio de Hollywood, contaba con todos los ingredientes para que el film fuera un bombazo (un reparto de campanillas, una reputada guionista como Lillian Hellman, un director prometedor)… Sin embargo la mezcla no funcionó, y lo que iba para blockbuster se convirtió en un proyecto casi maldito al que probablemente lastraron, como sostiene Jeff Stafford, “los egos, las distintas visiones artísticas y las luchas de poder internas”.
El siempre difícil Marlon Brando, por supuesto, estaba en el centro de algunas de estas disputas. Originalmente su papel era el de Jake Rogers, el joven hijo del magnate local. Sin embargo, debido a su edad, su rol fue adjudicado finalmente a James Fox. Brando pasó a encarnar al sheriff Calder y a partir de ahí su interés por la película decayó notablemente.
Para entretenerse, Brando empezó a gastar bromas a Sam Spiegel, que estaba muy orgulloso de su actor principal pero tenía un gran miedo: la afición de la estrella por las motocicletas (sólo unos días antes del rodaje acababa de sufrir un accidente). Obsesionado con que pudiera pasarle algo similar a lo que le ocurrió a James Dean, el productor no dejaba de preguntarle a Penn si el actor había traído su moto. Brando no lo había hecho, pero en cuanto se enteró de la preocupación de Spiegel, no dudó en pedir que se la hicieran llegar y en aparcarla en medio del set.
El otro problema que el equipo tuvo con Brando estaba relacionado con su voz. El actor había decidido atribuir al sureño sheriff Calder un tono de voz tan suave que sus diálogos resultaban prácticamente inaudibles. Cuando el departamento de sonido le pidió que hablara más alto, él montó en cólera. “¡No puedo sacrificar el tono de una escena por culpa del sonido!”, replicó Brando, que para desesperación de Spiegel también se negaba a posar para las fotografías promocionales que tenía establecidas por contrato.
Brando acabaría redimiéndose de todos los problemas causados al ayudar a crear la escena más memorable del film, aquella en la que tres hombres le propinan una brutal paliza en su despacho. “Eso fue idea de Marlon”, recuerda Arthur Penn, a quien Brando le propuso lo siguiente: “Creo que la paliza debería ser realmente salvaje. ¿Qué te parece si nos pegamos de verdad pero lo rodamos a 20 fotogramas por segundo en lugar de a 24?”. Penn le hizo caso y rodó la escena de aquella manera. “Funcionó como un sueño -celebraría más adelante Penn-. Puedes ver como aterrizan los puños, como deforman la carne… Igual que en las peleas reales”.
En este sentido la película opera un retrato de la degeneración moral de la sociedad, pero además tiene la genial habilidad de ofrecernos pinceladas y detalles impagables que dibujan también lo que estaba pasando en el Estados Unidos de mediados de los sesenta. Tal es así que en la película hay retratos clasistas, testimonios del racismo imperante e irresuelto, reprimidos -o no tanto- deseos de liberación sexual, etc. Todo un conglomerado de cosas que marcaron los años siguientes y que están presentes como ejemplo del conflicto social de un tiempo, apareciendo de soslayo, en segundo plano, como telón de fondo a la historia principal, pero que como medio ambiente vital de los personajes juegan un papel crucial en la definición de los mismos.
«La jauría humana» es un clásico ineludible y con mayúsculas, un ejercicio deprimente y desesperado de sociología en la pantalla. Pesimista y en el fondo con su atisbo de luz, para ello queda Calder, el sheriff, un enorme Marlon Brando que abandona la mugre social que deja tras de sí derrotado, físicamente apaleado, asqueado, pero con la cabeza alta y rostro firme por haber cumplido hasta el final con sus principios, un epílogo que parece decirnos que siempre quedará alguien incorruptible, por muy mal que estén las cosas.
Amar y comer sin respiro

Además de ser un artista descomunal, Marlon Brando fue durante muchos años el mayor símbolo sexual masculino de los Estados Unidos. Nacido en 1924 en Omaha, Nebraska, desde que protagonizó «Un tranvía llamado deseo» en 1951, se convirtió en el más grande actor del país por los siguientes 20 años.
Murió a los 80 años el 1 de julio de 2004. «Brando’s Smile» («La sonrisa de Brando»), libro escrito por escrita por Susan L. Mizruchi, es la biografía más concienzuda sobre la vida personal del actor y sus adicciones.
Brando mantuvo relaciones con algunas de las mujeres más codiciadas del mundo. Desde actrices como Marilyn Monroe, Marlene Dietrich y Grace Kelly, hasta la ex primera dama Jackie Kennedy, viuda de John F. Kennedy.
Pero lo que más llama la atención no es con quiénes se acostó, sino a las que rechazó. Según cuenta Mizruchi, cuando tuvo la posibilidad de pasar una noche con la deseada actriz italiana Sophia Loren, la descartó porque «su aliento era peor que el de un dinosaurio».
También pudo haber estado con Elizabeth Taylor, uno de los mayores símbolos sexuales de Hollywood. Pero no quiso, porque «su trasero era demasiado chico».
Lo que no se perdió Brando fue la posibilidad de acostarse con otros hombres. Según confesó en 1976, tuvo «varias experiencias homosexuales». Y en ese rubro también mostró su predilección por los colegas. Cary Grant, Rock Hudson, James Dean y Laurence Olivier son algunos de los que pasaron por su cama.
No es que fuera gay, sino que tenía un apetito sexual descontrolado, que lo llevaba a probar todo tipo de experiencias. Estar con cuatro o cinco mujeres al mismo tiempo se había vuelto algo común en determinado momento de su vida.
Según él mismo contó en su autobiografía, ese desenfreno surgió como consecuencia de su primera gran decepción amorosa. Cuando tenía cuatro años, estaba profundamente enamorado de su niñera. Dormían juntos, ambos desnudos, y él la deseaba secretamente.
Pero un día ella se casó y se fue de la casa. «Desde ese momento, me volví extraño al resto del mundo. Pasé la mayor parte de mi vida tratando de encontrarla», confesó.
Mizruchi describe su relación con el sexo como una adicción. «Le quitaba gran parte de su tiempo. Él quería desesperadamente dar placer a las mujeres, despertar su pasión».
Sólo se casó con tres, y ninguna de ellas era famosa. Anna Kashfi, Movita Castaneda y Tarita Teriipaia fueron sus esposas. Pero con ninguna duró demasiado.
«Quería ser amado y deseado por las mujeres. Pero terminaba rompiendo sus corazones, porque no podía ser fiel», agrega.
Fue otra adicción la que le dificultó seguir satisfaciendo su inagotable apetito sexual: la comida. A medida que crecía, iba engordando con una sorprendente facilidad.
Al principio, su cuerpo le permitía comer salvajemente en los períodos en los que no trabajaba, y adelgazar hasta 20 kilos con dietas extremas antes de comenzar el rodaje de una nueva película. Pero cuando pasó los 40 años, esto fue insostenible y ya no pudo bajar el peso que subía.
«No hubo dieta que no probara», contó en su autobiografía. Llegó a intentar con la hipnosis. Pero no hubo caso.
En su peor momento llegó a pesar 117 kilos. Si bien cuando notaba que su obesidad dificultaba su vida sexual lograba reunir la fuerza para adelgazar un poco, terminó muriendo solo, deprimido y con una figura muy deteriorada.
Pasión por Jackie
La ex primera dama de Estados Unidos Jackie Kennedy pasó «dos noches de pasión» con Marlon Brando, según un nuevo libro que saldrá en breve a la venta y que se centra en el romance que vivió la viuda de John Fitzgerald Kennedy (JFK) con su cuñado Robert Kennedy.
En «Bobby and Jackie: A Love Story» («Bobby y Jackie: Una historia de amor»), el escritor C. David Heymann cuenta que en 1964 Jackie y el aclamado actor de El Padrino (1972) mantuvieron un breve romance, según adelanta el diario New York Post.

Para escribir los fragmentos en los que detalla las dos noches de amor que unieron a la viuda de John F. Kennedy y Brando, el autor se basó en los fragmentos que el actor preparó para sus memorias pero que un editor impidió que incluyera. «Según Brando, en su primer encuentro celebraron una cena que duró tres horas y que incluyó mucha bebida. Jackie y el actor bailaron y bebieron. Mientras bailaban, Jackie atrajo a Brando y presionó sus muslos contra los del actor. Se sentaron y empezaron a besarse», dijo Heymann.
Heymann utiliza en su libro citas que define como literales de los escritos que Brando preparó para Songs My Mother Taught Me, las memorias que publicó en 1994, pero que finalmente no mencionaron su acalorado romance con la ex primera dama. «Ella esperaba que yo me la llevara a la cama. Cuando yo no moví pieza, decidió tomar las riendas y formuló la pregunta mágica: ‘¿Te gustaría pasar la noche conmigo?’. Mi respuesta fue: ‘Pensé que nunca me lo ibas a preguntar'», narró Brando en aquellas páginas que un editor decidió cortar.
El autor asegura que, una semana después de ese encuentro, Jackie citó a Brando en un apartamento que le prestó un conocido, donde mantuvieron su segundo encuentro. «No estoy seguro de que supiera lo que estaba haciendo sexualmente, pero lo hacía bien», dijo el actor de aquella segunda noche con la viuda de JFK, de quien destaca sus «caderas de muchacho» y su «constitución musculosa». Según el escritor, Jackie puso fin a la relación «tras consumarla en dos ocasiones y no mostró ningún interés en perseguir a Brando de ahí en adelante».
El libro de Heymann se centra, sin embargo, en la relación que Jackie mantuvo con su cuñado Robert tras el asesinato de su marido en 1963 y recopila información al respecto que le han proporcionado amigos o conocidos de los miembros del clan Kennedy. «Tenías que ser tonto, sordo y ciego para no ver la atracción que había entre ambos», dijo Chuck Spalding, un amigo de la familia, al autor, cuyas teorías sobre la posible pareja, sin embargo, no cuentan con el apoyo de algunos de los expertos en los Kennedy.
Relación gay sadomasoquista con James Dean
Los rumores más o menos infundados sobre la homosexualidad de muchos actores de Hollywood se han sucedido a lo largo de los años. Por un lado porque la sociedad occidental no había aceptado el ser gay como hoy en día y por otra, por cuestiones meramente de marketing, hecho que actualmente aun constituye un handicap para muchos famosos. No obstante, con el paso de las décadas, las historias, ya sea por anécdotas reveladas por terceras personas o mediante libros biográficos, aseguran que varios actores tremendamente exitosos y auténticos adalides de la masculinidad eran homosexuales o bisexuales.

Es el caso de James Dean, en cuyo libro biográfico titulado «Tomorrow never comes» se revela que mantenía una relación gay secreta con otro astro de la gran pantalla, Marlon Brando y que además, ambos practicaban el sadomasoquismo, siendo Brando el dominante y Dean el sumiso esclavo.
El libro – escrito por Danforth Prince y Darwin Porter, que en su momento redactaron otros libros llenos de historias sobre las vidas sexuales de actores de Hollywood como Peter O’Toole o Steve McQueen – cuenta con una entrevista a un amigo de James Dean, que asegura que el actor suspiraba por Marlon Brando, siete años mayor que él y le seguía como un perrito faldero. Según el amigo de Dean, Marlon le obligaba a presenciar cómo practicaba sexo con extraños y le hacía esperar en el umbral de su puerta.
“Tuve la impresión de que Jimmy estaba en una relación tipo ‘el ratón y el gato’ con Brando en la que por supuesto, Brando era el gato. Brando parecía jugar con él, le hacía sufrir y disfrutaba sádicamente con ello, James le seguía a todos lados como un cachorro amoroso”, puede leerse en un extracto del libro.
No es la primera vez que se especula con la sexualidad de ambos actores. Cuando Dean se mudó a Los Ángeles, vivía con un hombre gay bastante mayor que él. En el caso de Brando, antes de su muerte confesó que haba tenido experiencias homosexuales y no se avergonzaba de ello, ya que no le importaba demasiado lo que pensaran de él.