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Cela se soltó el pelo con cartas a exiliados

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En todas las cartas, la cuestión política, sin ser un argumento básico, sí está presente como un ruido de fondo
En todas las cartas, la cuestión política, sin ser un argumento básico, sí está presente como un ruido de fondo

Un volumen recoge por primera vez la correspondencia de Camilo José Cela con trece intelectuales españoles del exilio como Max Aub, Zambrano, Alberti, Américo Castro, Cernuda o Prados, un libro que, según su investigador, Eduardo Chamorro, muestra a un Cela «desconocido e insólito».

La idea de este volumen fue una iniciativa del anterior editor de Destino, Joaquim Palau, que alcanzó un acuerdo con la Fundación Iria Flavia, que posee las cartas.

Según Chamorro, «en el proceso de selección se decidió dejar fuera aquellas cartas que aunque tuvieran su corresponsal en el exilio no dijeran nada de importancia sobre el exilio como categoría».

En este volumen, aparece el Cela fundador y director de los Papeles de Son Armadans, y la justificación de las cartas es el intento del propio Cela de «reincorporar a todo el exilio a la cultura española, porque entiende que es ahí donde tienen que estar los escritores y escritoras y da por supuesto que si no fuera así sería una catástrofe para la cultura española», dice Chamorro.

A través de esta correspondencia, Cela mantiene una interlocución con los primeros espadas de la intelectualidad española que estaba en ese momento en el exilio: María Zambrano, Rafael Alberti, Américo Castro, Fernando Arrabal, Jorge Guillén, Max Aub, Emilio Prados, Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre, León Felipe, Corpus Barga, Francisco Ayala y Ramón J. Sénder.

Todos acaban aceptando la colaboración de Cela, incluso algunos reacios inicialmente como Américo Castro o Alberti.

En esa correspondencia aparece, a decir de Chamorro, «un Cela absolutamente abierto a las condiciones que le imponen aquellos a los que pida su colaboración y en eso es un Cela desconocido e insólito».

La estrategia del paisaje perdido

La estrategia que utiliza habitualmente Cela es «sentimental, paisajística y lingöística». Es el propio Emilio Prados, uno de los que más rotundamente se negó a volver a España y que acabó muriendo en el exilio, quien cargó a Cela de argumentos: «Prados se queja a Cela de que le han quitado el paisaje y a partir de sus palabras el escritor gallego recurre al paisaje, a los sentimientos que se diluyen, que pierden sentido lejos de la patria».

Aunque colaboraron todos, hay casos, apunta Chamorro, como los de Cernuda y Sénder en los que «la colaboración cesa de un modo repentino y abrupto sin que yo haya podido encontrar la razón de esa ruptura».

Probablemente, sugiere el especialista, estas rupturas se producían «por susceptibilidades, muy lógicas entre corresponsales que estaban a uno y otro lado de fronteras muy distantes y viendo las cosas de manera muy diversas».

La gran ventaja para editar un volumen de este tipo es que en la Fundación Iria Flavia se conserva la doble correspondencia, porque «Cela guardaba la carta de salida y la de entrada».

Para la presente edición, aclara Chamorro, no se ha incluido el aparato crítico que aparece en volúmenes de correspondencia de este tipo, puesto que «Cela era opuesto a cualquier didactismo y la propia correspondencia está en una perspectiva absolutamente presentista, se refieren a cosas muy cercanas o inmediatas».

En todas las cartas, «la cuestión política, sin ser un argumento básico, sí está presente como un ruido de fondo».

En cambio, la cuestión estética se toca bastante, como en el caso de las misivas de Guillén, de María Zambrano, de Alberti o de Américo Castro».

Max Aub entre océanos de Buñuel

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Max Aub, que había colaborado con Buñuel en ‘Los olvidados’, se desesperaba mientras preparaba la biografía porque no encontró ni un solo cura que hablase mal de él
Max Aub, que había colaborado con Buñuel en ‘Los olvidados’, se desesperaba mientras preparaba la biografía porque no encontró ni un solo cura que hablase mal de él

La última gran obra que Max Aub dejó inédita, en la que trabajó los últimos años de su vida y en la que, con la excusa de trazar una biografía del cineasta Luis Buñuel, efectuó una travesía por su época y un análisis de las vanguardias, puede encontrarse con el título ‘Luis Buñuel, novela’.

La editorial granadina Cuadernos del Vigía, con la investigadora Carmen Peiré al frente, expurga y ordena las casi 5.000 páginas entre folios, cuartillas, manuscritos y «mecanoscritos» que se conservan en la Fundación Max Aub en Segorbe (Castellón).

‘Luis Buñuel, novela’ son casi 600 páginas de texto, un índice onomástico con un millar de nombres, tantos como personas salen en sus páginas, y un CD con grabaciones de algunas de las conversaciones que mantuvieron dos de los españoles más ilustres que dio el siglo XX.

En el momento de su muerte, en 1972, Aub trabajaba en una biografía sobre Buñuel por encargo de la editorial Aguilar, que en 1986 publicó ‘Conversaciones con Luis Buñuel’, una petición que aceptó porque, «aparte de ser amigos, sus vidas habían tenido connotaciones parecidas, y un mismo destino de exiliados en México», según Miguel Ángel Arcas, director de Cuadernos del Vigía.

«No escogí a Luis Buñuel, me lo ofrecieron en matrimonio. Creí que me convenía: su manera de intentar recordar lo mejor de mi pasado […]. Más que vidas paralelas, las nuestras fueron cruzadas […]. Tuvimos muchos amigos comunes […]. Los dos somos desterrados […]. Si hago este libro, tiene que ser algo importante, un poco como sus películas (…). Necesito acabar este libro y que no acabe él conmigo», dejó escrito Max Aub sobre esta obra.

Según la editorial granadina, Aub empezó a preparar el libro a mediados de 1968 con cierta aprensión por no poder terminarlo, con su salud resentida y «un corazón que había pasado por cuatro campos de concentración y un dolor por España que plasmó en toda su obra», profundamente marcada por el exilio.

En 1971 empezó a poner en orden sus papeles sobre Buñuel, a quien ya considera uno de sus personajes -de ahí el título ‘Luis Buñuel, novela’- y decidió volver a poner los pies en España para entrevistar a amigos del cineasta, cuando pronunció su célebre frase, «He venido, pero no he vuelto».

Con las impresiones de aquella estancia en la España de Franco, un país que no reconoció pero al que, en palabras de Arcas, «nunca dejó de querer», escribió el diario titulado ‘La gallina ciega’.

Según el editor, en ‘Luis Buñuel, novela’ Aub habla de lo que fue y no pudo ser su generación, con profundas reflexiones sobre la época, los años veinte, la Residencia de Estudiantes, la República, la guerra y la posguerra, el exilio, las vanguardias europeas y la influencia de todo esto en la obra del gran cineasta.

«Su empeño fue hacer una obra magna que cerrara toda su vida de escritor, consciente de que era lo último que escribía y necesitaba por ello decirlo todo», según la editorial, la cual ha contado con la estrecha colaboración de Elena Aub Barjau, heredera del escritor.

El autor de Un perro andaluz alardeaba de indiferencia respecto a lo que se escribía sobre él. Con una excepción: Luis Buñuel, novela. Un encargo hecho a Max Aub en 1967 por editorial Aguilar, truncado en 1972 por la muerte del escritor
El autor de «Un perro andaluz» alardeaba de indiferencia respecto a lo que se escribía sobre él. Con una excepción: «Luis Buñuel, novela». Un encargo hecho a Max Aub en 1967 por editorial Aguilar, truncado en 1972 por la muerte del escritor

Tras la muerte de Max Aub en 1972, los manuscritos y mecanoscritos de la novela recorrieron varios paraderos hasta recalar en su Fundación, algo que Arcas no lamenta y prefiere atribuir al destino: «Tal vez ahora, pasado tanto tiempo, se pueda entender mucho mejor lo que quiso decirnos» con este libro.

La obra se compone de dos partes: una primera, con los prólogos que dejó el escritor, una biografía de Buñuel desde 1900, con su infancia y juventud, hasta el periodo 1960-72 que el cineasta pasó entre París, Madrid y México, varias semblanzas del cineasta, un análisis de su figura y de sus influencias políticas, religiosas, educativas y artísticas.

La primera parte incluye las transcripciones de algunas de las conversaciones que escritor y cineasta mantuvieron para preparar el libro, mientras que la segunda parte, de tono más teórico y más breve, se dedica a analizar el arte de su época y los principales ismos.