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Invocación diabólica por amor

El Archivo General de la Nación (AGN) de México guarda grandes historias como la de una muñeca de trapo del siglo XVIII que perteneció a Francisco Xavier Palacios, un hombre que, por amor, se adentró en la vida religiosa pero terminó vendiendo su alma al diablo.
Junto a la muñeca, se guarda también el informe que la Inquisición de México redactó cuando el propio Francisco se denunció a sí mismo por herejía. Y la correspondencia que mantenía con su amada Josefa Sosa, quien confeccionó la muñeca para que la recordara, explica el historiador y jefe del departamento educativo del AGN, Alejandro de Ávila.
El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de México se estableció en 1569 por mandato de Felipe II y era un organismo encargado de perseguir y castigar los actos contrarios a la fe. En este caso, no fue necesario perseguir a Francisco porque en 1782 él mismo quiso colaborar con esta institución, que dejó por escrito el testimonio de quien fue fraile en el convento de Santo Domingo en la Ciudad de Oaxaca, además de las investigaciones llevadas a cabo por el comisario encargado del caso.
La historia comienza cuando Francisco tenía alrededor de 15 años y conoce a Josefa Sosa, quien doblaba su edad, estableciendo una relación más bien materno filial, ya que el joven había perdido a su madre y su padre lo trataba mal. Pero poco después, se convirtieron en amantes.
Fue Josefa quien le pidió a Francisco que, aprovechando que cantaba en el coro de esta parroquia, entrara en la vida religiosa para así poder mantener una relación secreta y prohibida, puesto que, además de la diferencia de edad, ella estaba casada.
Aunque el joven aceptó, pronto se dio cuenta de que no estaba hecho para la vida religiosa, que implicaba castidad, clausura y pasar las 24 horas al servicio de Dios. Por lo que, ante la negativa de su amante de sacarlo del convento, comenzó a tener problemas con sus compañeros y a pronunciar blasfemias a diario.
Tal era el odio que sentía Francisco por su entorno y por los límites a los que tenía que acogerse dentro de la vida religiosa, que incluso llegó a intentar quitarse la vida en dos ocasiones y, después de tratar por todos los medios de cambiar de vida, empezó a invocar al diablo.
Un día, cuando ya daba todo por perdido, la historia dice que un hombre que se presentó como el demonio apareció en su celda pidiéndole que cumpliera lo que había prometido. Francisco le ofreció su alma a cambio de que lo sacara de la religión y que pudiera encandilar a cuantas mujeres quisiese, y así lo hizo ese diablo disfrazado de hombre. Lo sacaría del convento en tres años y podría usar unos polvos tanto para abrir puertas como para llevarse al catre a mujeres, según contó el propio Francisco al tribunal inquisitorio.
Además, el supuesto demonio le pidió que una de sus amantes le confeccionara una muñeca de trapo mediante la cual adorarlo.
Después de algún tiempo llevando una vida alocada, los remordimientos acudieron a la mente del joven, quien decidió acudir a la Inquisición a denunciarse a sí mismo por herejía. «Estaba tan desesperado que prefería la cárcel Inquisición a permanecer en el convento», detalla De Ávila.
Fue entonces cuando la historia del fraile empezó a desmontarse: el comisario encargado del caso descubrió que las mujeres con las que Francisco había dicho tener relaciones no existían, hasta que llegó a Josefa. La mujer explicó que la muñeca no fue hecha para adorar al diablo, sino para que, mientras Francisco estuviera encerrado en el convento, pudiera recordar a su amada al verla, «incluso con una connotación sexual», añade el historiador.
Ella también entregó las cartas que se enviaban, en las que mostraban el extraño fetiche de firmarlas con nombres como «tu negra», «tu chino» o «tu chata». Y se despedían en ocasiones con LTMBS (la tierna mano beso solemnemente). «El TKM (te quiero mucho) de la época», bromea el historiador. «Con esto Josefa reveló el amor que se tenían y la historia que Francisco Xavier Palacios había construido empezó a desmoronarse», sentencia De Ávila.
Tras esto, el fraile fue condenado exclusivamente por haber dicho que el infierno era una mentira y que las almas cambian de cuerpo, conceptos que para la Inquisición del siglo XVIII eran totalmente inconcebibles.
Después de su condena, se desconoce cuál fue el destino de ambos amantes, si desaparecieron el uno de la vida del otro o si Francisco encauzó de alguna manera su vida.
En el AGN se encuentran los más de 1.500 volúmenes de informes de la Inquisición, que fueron escondidos cuando se consumó la independencia de México y entregados al Museo de Antropología por el historiador Silvio Zavala el siglo XX.
Morir como perros a ritmo de rancheras

Según la Organización Mundial del Turismo, México es el principal destino turístico de América Latina y el octavo más visitado del mundo. Sin embargo, el país azteca también se ha convertido en el lugar elegido por los turistas extranjeros para terminar con sus vidas mediante un medicamento de uso veterinario.
Hasta el 1 de septiembre de 2017 se reportaron cuatros casos en Ciudad de México, las personas provenían de Rusia, Turquía, Italia y Dinamarca.
La sospecha es que a través de Internet, los extranjeros han logrado localizar en México a personas que de manera clandestina venden medicamentos controlados de uso veterinario que difícilmente pueden adquirir en sus países de origen.
El primer caso se registró en octubre de 2015, cuando en la habitación de un hotel de la turística Zona Rosa, en Ciudad de México, la policía encontró los cuerpos de dos personas: una mujer de origen ruso y un varón turco, quienes no mostraban huellas de violencia.
Según datos del departamento de Ciencias Forenses de la capital, revelados en su momento por la cadena ‘Televisa’, estos extranjeros fueron informados a través de correo electrónico que podían comprar dos frascos de este medicamento a un precio de 600 dólares, pero si querían tres tenían que pagar 800 dólares.
Del mismo modo, el 21 de marzo de 2017 las autoridades encontraron también en una habitación de hotel, se encontró el cuerpo del italiano Luca Athauda Mudinyanselage.
Al igual que la primera pareja, había abonado por adelantado varios días de la habitación, colocó el letrero de ‘no molestar’, y después de haber ingerido el anestésico se acostó en su cama a esperar la muerte.
Al día siguiente, se produjo el fallecimiento del danés Jonas Muller, en las mismas condiciones que los anteriores casos.
Los cuatro ciudadanos extranjeros habían ingerido el mismo medicamento, realizaron las mismas instrucciones y llegaron a México para morir.
Según un informe de 2017 de la Unión Nacional de Empresas de Farmacias (Unefarma), la venta ilegal de medicamentos en México registró en un año un crecimiento del 100%.
Además, según este organismo el 1,5% de la venta ilegal de medicamentos se realiza por Internet.
Escueto epitafio para la voracidad

Hernán Cortés es sin duda uno de los más grandes conquistadores que ha dado la historia, a la altura de Alejandro Magno, Atila o Napoleón. Padre de la expresión «quemar las naves», tras haberse negado a retroceder en su conquista quemando la única vía de huída, Hernán Cortés y su ejército consiguieron imponer el dominio español al imperio azteca en dos años.
Sus logros militares no le excusan de los abusos cometidos en México, pero el profundo catolicismo del conquistador y una conciencia moral avanzada para su época le llevaron a plantearse si era lícito esclavizar a los indios, una duda insólita en los inicios del siglo XVI.
Hernán Cortés Monroy Pizarro Altamirano nació en la Corona de Castilla (la actual España) en 1485, en el seno de una familia de hidalgos. Tras unos breves estudios universitarios, viajó a las recién descubiertas Indias y se estableció como escribano en la isla La Española (actual Santo Domingo).
Tras ascender jerárquicamente entre los primeros colonizadores del Nuevo Mundo y constituirse como alcalde de la recién fundada ciudad de Santiago, en Cuba, el conquistador español y primer gobernante de la isla, Diego Velázquez de Cuellar, le puso al mando de una expedición a Yucatán, el actual México.
Cortés navegó hasta Tabasco (México) donde derrotó a los mayas y fundó, en la costa del país, la ciudad de Villa Rica de Veracruz. Fue allí donde descubrió la existencia del Imperio Azteca, donde se decía que había inmensos tesoros.
La determinación característica de este personaje histórico le llevó a hundir sus barcos para que el ejército no tuviese la tentación de dar marcha atrás, asustados por la inferioridad numérica. De este episodio procede la frase hecha «quemar las naves».
Junto con otros pueblos indígenas que consiguió unir a su causa, ya que se encontraban sometidos a los aztecas, Cortés llegó a la Capital del Imperio, Tenochtitlán. A su paso, los conquistadores españoles saquearon ciudades prehispánicas como la de Chololula.
Cortés fue recibido pacíficamente por el emperador azteca, Moctezuma II, quien se declaró vasallo de la Corona de Castilla. Se cree que la buena acogida de los conquistadores españoles por parte de los aztecas se debe a la identificación de estos con seres divinos. A pesar del acogimiento, el ejército de Cortés se comportó de forma tiránica y saqueó las posesiones de los aztecas.
Durante estos meses se llevaron a cabo matanzas de nobles indígenas por parte de los conquistadores españoles, lo que provocó la ira del imperio y, aún a pesar de que su emperador se encontraba secuestrado por Cortés, se revelaron contra la invasión.
En la llamada ‘la noche triste’, los españoles que quedaban tras la lucha con los aztecas se vieron obligados a huir de la zona. Pero Cortés no olvidó sus planes de tomar Yucatán para la Corona de España, de manera que se rearmaron y junto con otras tribus indígenas consiguieron tomar Tenochtitlán, aunque la ciudad se encontraba completamente devastada.
Gracias a estas conquistas, Cortés fue premiado con el título de Gobernador y Capitán de la Nueva España, nombre que los españoles le asignaron a esta zona de México.
Hernán Cortés falleció en España el 2 de diciembre de 1547 a los 62 años. Fue enterrado en principio en su país de origen, pero sus restos fueron trasladados a México en 1566. En este país estuvieron sepultados hasta en siete sitios distintos.
Tras haber peregrinado por cuatro monasterios e iglesias diferentes, y con motivo de evitar su profanación en la Guerra de Independencia, fueron escondidos en un nicho junto al tabernáculo de una Iglesia anexa al Hospital de Jesús –donde se cree que se reunió con Moctezuma II–.
Un siglo después de esta sepultura secreta, un embajador mexicano presentó a España el acta de enterramiento clandestino de Hernán Cortés. Finalmente, en 1947 fueron colocados en un muro de la Iglesia de Jesús Nazareno a la izquierda del altar, donde continúan a día de hoy.
Los restos mortales de Hernán Cortés no tienen ningún tratamiento de interés turístico en México, nadie los va a visitar y su figura es más bien un tabú en el país. Están señalados por una pequeña placa a tres metros de altura en la que solo pone «Hernán Cortes 1485-1547». El conquistador es recordado como uno de los representantes de las barbaridades humanas que fueron aparejadas a la conquista de México.
Muxes más allá de la entrepierna

En la región zapoteca del istmo de Tehuantepec, al contrario que en la mayor parte de las sociedades actuales, el conocido como ‘tercer género’ no solo no está sometido al debate público, sino que se configura como una forma de vida en sociedad más: estos son los muxes.
Las leyendas zapotecas narran que San Vicente, el patrón de la región mexicana de Juchitán, viajaba con tres sacos llenos de semillas, uno de ellos repleto de grano masculino, otro femenino y el tercero, mixto. Mientras pasaba por la ciudad de Juchitán de Zaragoza, el tercer costal se rompió y cayó al suelo. Así nacieron los muxes.
En encaje social de los muxes poco tiene que ver con el que la transexualidad tiene en el resto del país. Los muxes son hombres que, por determinados motivos deciden adoptar roles femeninos. La transexualidad no está ligada con la figura del muxe, que puede continuar siendo un hombre si así lo desea, aunque lejos de la heteronormatividad.
El origen de esta palabra es incierto, aunque se considera que proviene de la adaptación de la palabra española «mujer» a la lengua zapoteca que carece de diferenciación de género gramatical, una característica cultural básica para entender el encaje de los muxes en estas sociedades.
La figura del muxe proviene de la época precolombina y nació en el seno de los zapotecos, una de las civilizaciones más avanzadas de Mesoamérica. Durante siglos han sido considerados como ‘tercer género’, ni mejor ni peor que un hombre o una mujer, sino diferentes.
Aunque los muxes han adoptado roles femeninos, tradicionalmente han contado con privilegios negados a las mujeres, como su participación en las decisiones habitualmente masculinas. Además, algunos miembros de esta comunidad se encargaban de la iniciación sexual de los adolescentes, con el fin de preservar la virginidad de las jóvenes zapotecas hasta el matrimonio.
En la actualidad, los muxes continúan siendo elementos valorados en las comunidades zapotecas, tanto así que son considerados por las madres como el mejor de entre sus hijos, ya que no acostumbran a tener relaciones duraderas, sino que parte de su rol social se encuentra en el cuidado de sus padres durante su vejez.
Es precisamente esta característica la que les proporciona gran relevancia en las sociedades zapotecas, ya que se valora su dedicación al cuidado de niños, enfermos o ancianos, así como a las tareas del hogar. Debido a su apoyo a la familia, tras el fallecimiento de la matriarca, pueden adoptar su figura de autoridad.
La ‘muxeidad’, al ser un rol social aceptado y respaldado por sus actividades como ‘cuidadores’, puede ser propiciada por las familias. En ocasiones, madres sin hijas crían a alguno de sus hijos varones mediante un rol tradicionalmente femenino, con lo que también existen muxes menores de edad.
Además, en el ámbito social, también son los encargados de crear y bordar los trajes tradicionales de las mujeres de la región, así como vestidos de gala para bodas, cumpleaños y aniversarios.
Con respecto a las relaciones sentimentales de los muxes, estas acostumbran a ser cortas y con hombres; sus relaciones con mujeres se consideran un tabú. Por otra parte, se les presupone la promiscuidad, incluso con hombres casados, y las relaciones estables son una excepción.
El lenguaje juega un rol fundamental a la hora de hablar del encaje social de los muxes, ya que no hay una sola forma de denominar a los miembros de este grupo, sino que, por lo general, se sienten cómodos tanto con nominaciones masculinas como femeninas.
Aunque los muxes acostumbran a ser hombres que han decido adoptar roles femeninos, también existen casos de transexualidad. Naomy Méndez, una muxe que se identifica con el sexo femenino, ha explicado, según ha publicado ‘Verne’, que existen dos tipos de muxes.
«Hay una gran gama de muxes, pero existen dos categorías principales: las muxes gunaa y los muxes nguiiu», los primeros identificados como mujeres y los segundos como hombres. También existen casos de muxes que no se identifican con ninguna de estas categorías, sino como ‘tercer género’.
El encaje que los muxes han tenido tradicionalmente y tiene aún hoy en la cultura zapoteca no se puede comprender desde otras cosmovisiones en las que históricamente solo han existido los roles: hombre o mujer. La función social que estos cumplen, así como su aceptación sin tapujos, es uno de los pocos oasis de tolerancia en un país característico por sus altos niveles de agresiones machistas y contra la comunidad LGTBI.