michael caine
Cuando el proletariado tomó Londres

La dilatada carrera de Michael Caine dio inicio a mediados del siglo XX, en el momento en el que la clase obrera comenzó a escribir obras: «eran héroes», opina.
«Yo emergí como actor cuando la clase obrera comenzó a escribir», señala el intérprete en el contexto del documental «My Generation», trabajo para el que ha puesto la voz y ha sido dirigido por el cineasta David Batty.
En aquel Londres gris y postindustrial tomaron las riendas de la escena cultural los herederos del antiguo proletariado, entre los que el oscarizado actor destacó el Nobel Harold Pinter o el dramaturgo John Osborne, con su célebre «Look Back in Anger» (1956).
«Eran héroes de la clase obrera», celebra con nostalgia Caine, para después lamentar que, con el paso de los años, esta clase social «parece simplemente desaparecida» en Reino Unido.
El documental es un divertido y vibrante mosaico de la escena cultural del Londres de la década de 1960, una ciudad poblada por jóvenes que se habían cansado de las «aburridas» y patrióticas generaciones anteriores, inundada por la ola del pop y del rock.
Basado en relatos en primera persona y en imágenes de archivo, «My Generation» muestra el nacimiento de una nueva cultura de la que surgieron artistas que marcaron una época como The Beatles, Twiggy, David Bailey, The Who o The Rolling Stones.
«Por primera vez en la historia, los jóvenes de la clase obrera luchaban por sí mismos y aseguraban: ‘estamos aquí y no queremos irnos», afirma en un momento de la cinta Caine, «cockney» hijo de un cargador de pescado en el puerto y de una limpiadora doméstica.
Era tan fuerte aquella división de clases, asegura, que su vida como actor no habría comenzado de no ser porque le hizo la prueba un director estadounidense Cy Endfield, para un papel de teniente en la película «Zulú» (1964).
«Un director británico nunca habría dado ese papel a un joven de orígenes pobres como yo», asegura.
La sociedad era tan «snob», en sus palabras, que cuando iba al cine solo veía películas de guerra que fueran estadounidenses ya que solo esas mostraban historias de «soldados simples», mientras que el cine británico tenía predilección por los hitos de los altos rangos.
E incluso los locutores de la radio de la BBC se ponían el esmoquin para dar las noticias de la tarde a pesar de que, evidentemente, nadie podía verles.
«No teníamos nada que ver, así que tuvimos que crearlo», explica.
Y fue entonces cuando todo cambió e irrumpió aquella bocanada de aire fresco, con la creación de una escena cultural que actuaba de forma «colectiva» al acudir a los mismos lugares y que llegó incluso a ser vista como una amenaza contra el sistema establecido.
«Aunque no todos los artistas eran de Londres, todos se juntaban en los mismos lugares, en un club. Efectivamente no conocí a nadie de los sesenta que no se convirtiera en famoso y que al principio no eran nadie. Todos se hicieron famosos tarde o temprano», rememora.
Caine asegura que «si tuviera que retroceder en el tiempo volvería a hacer exactamente lo mismo» pues, ante todo, se considera «la personas más afortunada del mundo».
«Una vez alguien me preguntó si creía en Dios y respondí que sí. Cuando preguntó por qué, le dije que si hubiera tenido mi vida también creería porque no había ninguna razón por la que, por mis orígenes, debiera estar aquí hablando con ustedes», relata.
«Ocurrió de ese modo no porque fuera listo, sino porque tuve suerte. Fue el momento», reconoce.