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La erótica del grillo

¿Influye la edad de los machos para atraer a las hembras? En casos como el de los seres humanos, la respuesta podría ser afirmativa, pero las razones irían posiblemente más allá de la biología. En las poblaciones de grillos de campo (Gryllus campestris), este fenómeno también se produce: los grillos machos mayores atraen mejor a las hembras que los más jóvenes.
“En teoría, los machos de más edad podrían ser mejores porque han demostrado ser lo suficientemente resistentes como para sobrevivir más tiempo. Esto podría significar que sus genes están bien adaptados al ambiente, por lo que las hembras que se apareasen con ellos tendrían descendientes que también llevarían esos genes”, señala a Sinc Rolando Rodríguez-Muñoz, investigador en el Centro para la Ecología y la Conservación de la Universidad de Exeter (Reino Unido).
Esta era la hipótesis inicial que barajaban los científicos para explicar este comportamiento. Sin embargo, tras analizar diez años de datos sobre una población salvaje de grillos en el norte de España, el equipo no ha podido demostrar que estas parejas formadas por grillos machos mayores generen más descendencia.
Los investigadores no encontraron ninguna evidencia de que las hembras tuvieran más crías con machos de más edad . En realidad, los más viejos tienen mayor facilidad para emparejarse y “están acompañados de hembras con más frecuencia, pero se aparean menos con ellas que los más jóvenes”, revela Rodríguez-Muñoz, primer autor del estudio publicado en la revista Animal Behaviour.
En el caso de los grillos más jóvenes la situación es la contraria: tienen más dificultades para atraer a las hembras. “Comparten su madriguera con una hembra con menor frecuencia, pero cuando lo hacen se aparean más a menudo”, indica el científico.
Para llegar a estas conclusiones, los científicos analizaron la edad de cada macho y observaron la frecuencia con la que compartían madriguera con una hembra, las veces que se aparearon y el número de crías que tuvieron. Los resultados confirman que la edad del macho no influye en una reproducción exitosa.
¿Cuándo envejece un grillo?
Para atraer a las hembras, los grillos macho cantan, lo que supone un gran esfuerzo para ellos. En este estudio, los científicos utilizaron justamente ese tiempo que dedican a cantar para medir la edad a la que empiezan a hacerse viejos.
“Encontramos que en la población con la que trabajamos, el esfuerzo empleado en cantar comenzó a disminuir alrededor de los 15 días de edad”, detalla el investigador. En total, la vida adulta de estos insectos dura solo unas pocas semanas. Según los autores, otras características podrían mostrar indicios de declive a una edad más temprana o tardía, pero “si es debido al envejecimiento o a otros factores es algo que aún no sabemos”, confiesa Rodríguez-Muñoz.
Para entender mejor el comportamiento de los grillos ante esta y otras situaciones como, por ejemplo, el cambio climático, los investigadores de la Universidad de Exeter han lanzado el juego online Cricket Tales gracias al cual los jugadores ayudarán a analizar más de un millón de horas de vídeos sobre grillos.
La idea es “promover el interés de la sociedad por la ciencia, pero también mostrar cómo un insecto normalmente considerado como un animal insignificante puede desarrollar comportamientos tan complejos como los de las aves o los mamíferos”, concluye el experto.
Las hembras grillo lo tienen claro
Un equipo internacional de investigadores ha realizado un seguimiento de grillos campestres (Gryllus campestris) en su hábitat natural en Asturias a través de grabaciones con cámaras de infrarrojos y monitorizando cada movimiento de los insectos durante 24 horas al día. El grupo de biólogos siguió a 152 grillos día y noche con sus cámaras.
El hábitat natural del grillo, situado en Asturias, contó con 96 cámaras y micrófonos que registraron y recogieron todos los movimientos y sonidos de los grillos durante la temporada de cría, en total más de 250.000 horas de observación de sus momentos de ‘intimidad’.
Hasta ahora, saber qué comportamientos aumentan la descendencia, sólo se había estudiado en el laboratorio.
Una de las observaciones de los científicos es que los machos no se limitan a cantar para atraer a las hembras, sino que emprenden expediciones de caza de naturaleza sexual. Cuando una pareja se reúne, los dos grillos pueden llegar a 40 cópulas.
Además, las hembras buscan la variedad en relaciones rápidas con otros machos, antes de volver con sus compañeros habituales.
Los grillos cantan durante los meses estivales, cuando los machos atraen a las hembras y se aparean con ellas. Éstas depositan sus huevos en el suelo, a cierta profundidad, buscando la seguridad.
Al verano siguiente, las hembras que sobreviven a las peleas por mantener los nidos y a los depredadores habrán puesto cientos de huevos, pero muchas de ellas no tendrán descendencia. Incluso las triunfadoras solamente contarán con una pequeña prole que sobrevivirá hasta alcanzar la madurez.
Para los machos, la situación aún es más extrema: muchos no dejan herederos, sólo una minoría tiene muchos.
Para seguir a los grillos, los investigadores adhirieron con pegamento extrafuerte en el lomo de cada grillo una placa numerada del tamaño necesario para que pudiesen leerla las cámaras. Tomaron también un pequeño fragmento de tejido, de menos de un milímetro de ancho, para obtener la huella genética del ADN de cada individuo.
Las etiquetas visibles permitieron a los investigadores analizar las vidas y comportamientos de los grillos así como sus parejas, cuánto tiempo pasaban juntos machos y hembras, el tiempo invertido por cada macho en cantar para atraer a las hembras y las peleas que se producían cuando un macho se acercaba a una madriguera ocupada por otro.
«Este culebrón de grillos es un modelo de las luchas vitales que mantienen tantas especies; nos relata cómo ocurre la selección natural en los entornos salvajes», explica Tom Tregenza, biólogo del campus de Cornualles de la Universidad de Exeter, uno de los autores ,en declaraciones recogidas por el SINC.
Los resultados demuestran que los machos dominantes tuvieron menos apareamientos que los derrotados en más enfrentamientos, pero el número de descendientes que dejaban fue el mismo.
Los machos que cantaron durante más tiempo tuvieron más parejas, pero esto solamente fue importante para los machos pequeños, ya que los grillos de menor tamaño tuvieron que cantar para lograr reproducirse, pero los mayores obtuvieron mejores resultados incluso sin cantar.
Lo más intrigante para los científicos es que hembras y machos se reprodujeron más al tener más parejas. «Es fácil comprender por qué los machos se aparean tanto, ya que cada apareamiento implica una mayor probabilidad de reproducirse. Para las hembras, la historia es distinta, pues deben poner huevos y recoger más esperma. Pero las hembras que se aparean con más machos tienen más descendientes, por lo que la promiscuidad es también un factor positivo para las hembras», explica Rodríguez-Muñoz, investigador de la Universidad de Exeter.
Un pensamiento para el cambio ecológico

Una investigación de la profesora del departamento de Filosofía y Sociología de la Universitat Jaume I Irene Comins critica que la sociedad contemporánea «legitime la manipulación instrumental de los recursos naturales a la vez que la naturaleza se ha convertido en un objeto más del capitalismo». Los resultados de este estudio, que defiende la transición hacia una nueva autoconciencia ecológica, se han publicado en Daimon, Revista Internacional de Filosofía.
Irene Comins aborda las contribuciones de la filosofía del cuidar al pensamiento ecológico y recomienda la revisión de «centrismos excluyentes y reduccionistas de la realidad, como por ejemplo la jerarquía de superioridad del ser humano por encima del medio ambiente», comenta la investigadora de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales. De hecho, este trabajo se enmarca en la línea de construir una ecosofía: una filosofía ecológica capaz de orientar el gran cambio de ideas que ha tenido lugar en las últimas décadas en relación con el deterioro del medio ambiente.
Este estudio presenta la Carta de la Tierra –promovida por las Naciones Unidas para la protección ambiental, los derechos humanos, el desarrollo igualitario y la paz– como ejemplo de declaración internacional que asume la filosofía del cuidar como marco de sentido para la construcción de una nueva conciencia ecológica. Comins recuerda que la historia del pensamiento occidental, a excepción de algunas corrientes puntuales, «se ha caracterizado por el antropocentrismo, es decir, por situar al ser humano en un plano superior al de la naturaleza».
Por un lado, en opinión de la profesora, «la naturaleza se conceptualiza como una materia inerte, susceptible de ser objeto de una relación instrumentalizada al servicio del ser humano. La ciencia occidental, de tradición galileana, ha contribuido a esa transformación de la naturaleza de una madre viva y nutricia en una materia inerte y manipulable, una transformación conceptual que se adaptaba perfectamente a la exigencia de explotación del capitalismo». Y, por otro lado, «el ser humano, individualista, ha olvidado su terrenalidad, su conexión íntima con el entorno», argumenta Comins.
El legado de las mujeres
En el camino hacia una nueva autoconciencia ecológica, la profesora de la UJI considera especialmente interesante «dirigir la mirada hacia las voces silenciadas por el pensamiento occidental hegemónico: las de las mujeres y las de los pueblos no occidentales». Las principales aportaciones ecologistas provenientes de estas dos voces, tienen, según la autora, «algunos puntos en común: una visión que considera a la vida sagrada, a la tierra como madre y a sus seres como profundamente interconectados».
Esta investigación de Irene Comins se centra en las aportaciones del legado de las mujeres a la construcción de esa nueva conciencia ecológica. «Frente a la lógica excluyente de la dominación y de la acumulación económica –asevera– hay que promover una lógica alternativa de la sostenibilidad de la vida, que esté construida sobre el eje relacional de los cuidados. La atribución histórica a las mujeres de las tareas del cuidar ha hecho que estas desarrollen unas determinadas habilidades morales –de mantenimiento de las conexiones, la sostenibilidad y el cuidado de la vida– que descubrimos ahora como fuente de una cosmovisión biocéntrica».
Ante la lógica de la acumulación económica, «la lógica de la sostenibilidad de la vida otorga un lugar prioritario a la supervivencia, al mantenimiento de la salud, a las tareas de reproducción y de cuidado, tareas que además de mantener la vida proporcionan una comprensión práctica de que hay que preservar la naturaleza si queremos sobrevivir», concluye.
Abejas en las profundidades del alma

Las abejas y su organización en colmenas constituyen el «espejo ideal de la humanidad» ya que «nos han acompañado a lo largo de toda la historia del pensamiento occidental», explican los escritores franceses Pierre Henri y François Tavoillot, que han escrito «El filósofo y la abeja».
Ambos hermanos, que publican esta obra por la editorial Espasa, trabajan cada uno por su cuenta pero “regularmente hacemos balance conjunto” de sus respectivas investigaciones.
Piere Henri es profesor de filosofía en la Universidad de París y François trabaja como apicultor en el Alto Loira y cada uno desde su sector ha estudiado el significado de la abeja como símbolo para el pensamiento occidental.
“Nuestra gran sorpresa fue descubrir que nos ha acompañado a lo largo de toda la historia” en reflexiones de filósofos, eruditos e intelectuales europeos, empezando por la mitología griega, donde figura la leyenda de Aristeo, hijo del dios Apolo y la ninfa Cirene, y el primero que enseñó a los hombres a domesticar abejas gracias a las colmenas.
La simbología en “El filósofo y la abeja”
Desde entonces, el colmenar se ha empleado simbólicamente en todas las teorías políticas, “algunas de ellas muy opuestas entre sí” pues mientras Aristóteles la comparaba con el ideal aristocrático, Séneca lo veía más representativo de la monarquía, Cicerón la relacionaba con la república y pensadores posteriores la asimilaron con el comunismo, el liberalismo e incluso la anarquía.
En todo caso, “en el mundo de las abejas se puede encontrar las grandes cuestiones que, desde tiempos inmemoriales, se han planteado los seres humanos“, han señalado los hermanos Tavoillot.
Y es que esta especie de insectos ha sido tomada como modelo a seguir en muy distintas profesiones como, por ejemplo, entre científicos e ingenieros, debido a su capacidad para construir celdas “perfectamente geométricas” y a su “excepcional organización” fabricando miel o cera.
Los autores de “El filósofo y la abeja” consideran que, en cierto modo, también han sido “las inventoras del desarrollo sostenible” puesto que su forma de cosechar el néctar “lejos de dañar la flora, contribuye a fortalecer y promover la polinización“.
En peligro su supervivencia
Sin embargo, esta especie se enfrenta, sobre todo desde los años 90 del siglo XX, a serios problemas de supervivencia debido a “la calamidad” que supone el uso de muchos pesticidas que emplean neonicotinoides para el tratamiento de semillas.
Estos productos, asimilados incluso en dosis muy bajas, tienen un devastador efecto neurológico en las abejas, al causarles parálisis y muerte.
Los problemas para la reproducción de las plantas se han hecho evidentes ya en zonas de China, donde la muerte masiva de abejas ha obligado al ser humano a llevar a cabo la polinización de forma manual, indican estos especialistas.
La situación en China es sólo “la punta del iceberg” pues los hermanos Tavoillot han insistido en el hecho de que la tercera parte de la producción de bienes agrícolas está relacionada con la polinización, por lo que lo que “está en peligro es nuestro propio futuro“.
Remontándonos en el curso de la historia, nos damos cuenta de que los pensadores de todas las épocas y civilizaciones han buscado en la colmena mucho más que la miel: ejemplos, modelos, guías para la vida y, también, los secretos de la naturaleza y los misterios de la cultura. Y, así, se ha descrito a la abeja como pozo de ciencia o modelo de virtud. Se ha hecho de ella el emblema de la monarquía o del imperio, pero también de la anarquía, de la democracia, del comunismo y de la sociedad de mercado.
De su comportamiento se han extraído lecciones de industria, de dominación, de poesía, de piedad, de castidad e, incluso, de… polinización. El ruido de su vuelo también ha dado nombre al rumor de la era Internet: ¡el buzz! La polinización se ha convertido en un paradigma muy apreciado para «modelizar» la economía numérica. Recientemente, la colmena ha permitido aprehender la inteligencia colectiva, la modelización sistémica y, también, los fenómenos de la ciudadanía participativa.
Todos estos conceptos, y muchos otros, han sido explotados, pues la abeja siempre va más allá de lo que es. El espectáculo de su vuelo, la contemplación de su organización, la degustación de sus productos llevan inevitablemente a una especie de ensoñación metafísica, como si la abeja nos condujese a la filosofía…
El mito de las abejas de Aristeo gira, precisamente, en torno a su pérdida pues, como causante indirecto de la muerte de la ninfa Eurídice, los dioses le castigaron destruyendo sus colmenas.
Para recuperarlas, tuvo que levantar altares y sacrificar “cuatro bueyes y cuatro vacas, tras lo cual las ninfas le perdonaron y bendijeron para que obtuviese una abundante cosecha de miel” y de los cadáveres surgió un nuevo enjambre de abejas con el que pudo recuperar su actividad.
Hoy día, los apicultores tratan de compensar la pérdida de abejas gracias a la tecnología para mejorar su cría, por lo que “la apicultura sigue siendo una profesión dinámica y atractiva“, han concluido.
Polluelos: a más caca, más defensas

El mundo animal sigue normas estrictas para sortear fuentes de contaminación y posibles peligros, como la depredación. En el caso de las aves, retiran los excrementos de sus crías a diario para conservar la higiene del nido.
Un estudio demuestra que la presencia de heces en los nidos atrae insectos y provoca la activación del sistema inmunitario de las crías, lo que proporciona importantes pistas sobre el porqué de este hábito sanitario.
Hasta ahora, en la ornitología –la rama de la zoología dedicada al estudio de las aves– predominaba la hipótesis de que la eliminación de los excrementos se producía para evitar la atracción de organismos parásitos. Sin embargo, esta nueva investigación lo refuta.
“Nuestro estudio pone de manifiesto que la atracción de parásitos no parece ser la causa que ha favorecido la evolución de este comportamiento, a pesar de asumirse como tal tradicionalmente”, declara a Sinc Juan Diego Ibáñez-Álamo, autor principal del estudio e investigador en la Estación Biológica de Doñana del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y en la Universidad de Groninga (Países Bajos).
Respuesta del sistema inmune
Los científicos utilizaron tres experimentos diferentes con trampas de insectos, nidos artificiales y nidos reales de mirlos para observar la atracción que los excrementos producían en los parásitos.
Aunque las predicciones apuntaban que se encontraría una mayor cantidad de parásitos si había heces, “los sacos fecales no atrajeron a un mayor número parásitos”, afirma el investigador.
El sistema inmunitario de las crías se vio afectado por la presencia de las heces, concretamente, la proporción de heterófilos con respecto a los linfocitos –células sanguíneas que luchan frente a agentes perjudiciales como parásitos–, que es un indicador fisiológico de la respuesta al estrés en aves. “Esta proporción en las crías que vivían cerca de los sacos fecales fue significativamente más alta que la de aquellos que no tenían heces a su alrededor”, declaran los autores.
Los científicos encontraron además un incremento en la atracción de moscas y una reducción en los ácaros debido a los excrementos de las crías. Los autores apuntan la capacidad de las moscas como vectores para transmitir microorganismos perjudiciales como una de las causas que provocaría la activación del sistema inmune.
Las crías de aves producen heces encapsuladas en una cobertura mucosa. Esta singular estructura, que un estudio previo demostró que posee una función de aislante bacteriano, podría también ser la responsable de evitar la atracción de parásitos. “Es posible que la mucosa actúe como una barrera para impedir que se propaguen las pistas químicas que podrían usar los parásitos para localizar a los pollos”, declara Ibáñez-Álamo.
“Los resultados de nuestra investigación parecen indicar que los microorganismos podrían estar jugando un papel muy importante en relación con la limpieza del nido de las aves”, añade el investigador.
No obstante, los autores consideran que este hábito parental es resultado de varios factores: “No podemos descartar que el comportamiento de los padres pueda ser alterado por la existencia de heces cerca del nido”, declaran. Incluso la depredación podría ser otra causa determinante para este comportamiento.
Juegos de alcoba entre plantas

Ver lo conocido de un modo nuevo e inesperado fue lo que hizo que Carl von Linneo (1707-1778) clasificara las plantas sexualmente, algo que recordaron en «Herbarium Amoris» con primerísimos primeros planos otros dos suecos, el fotógrafo Evard Koinberg y el escritor ya fallecido Henning Mankell.
El proyecto comenzó en 1999, cuando Koinberg leyó los textos de Linneo, quizá la figura de la Ilustración sueca más conocida, y se quedó «estupefacto» por la desinhibición y la poesía del lenguaje del padre de la botánica.
«Los sépalos son el tálamo donde se juntan los estambres y los pistilos, con su forma de cetro. Los filamentos son los conductos espermáticos, el estilo el pasaje maternal o vagina, el óvulo los ovarios, el pericarpio el ovario fértil y la semilla es el huevo», describía el botánico.
Linneo fue el primero que habló de la sexualidad de las plantas y a partir de su observación de una colección de más de 20.000 especímenes, las agrupó en un Calendarium Florae y las clasificó sistemáticamente por el número y disposición de sus partes reproductivas.
Fue muy polémico en su tiempo porque afirmó que los estambres y pistilos eran como un espejo de los genitales humanos y provocó una «revolución sexual» en taxonomía de las plantas.
En base a su herbario desarrolló su sistema de clasificación botánica, todavía vigente, que ordena las plantas en función de su tiempo de florecimiento, y por el número y disposición de sus órganos sexuales.
Clasificó las plantas en 24 grupos o clases, contó los estambres de la flor y anotó cómo estaban organizados y según la cantidad de estilos del pistilo los separó en subgrupos u órdenes y fue quien les dio nombre (género) y apellido (especie) con su nomenclatura binaria.
La idea de que las plantas y su sexualidad salieran de la oscuridad fue, precisamente, el punto de partida del trabajo de Koinberg, realizado en su mayor parte en el jardín que rodea su casa en Uppland, el mismo paisaje en el que vivió y trabajó Linneo.
Mankell, el «padre» del taciturno y famoso detective sueco Wallander, fue el encargado de glosar la figura del botánico y asegura en el libro que «igual que Suecia es una potencia prácticamente desconocida» en cualquier materia, todo el mundo sabe quién fue Linneo.
Koinberg ha creado un moderno equivalente del trabajo de Linneo, acercándose al sujeto con la misma pasión y dedicación, y fotografía cada delicada flor en su estudio bajo condiciones perfectas de luz para celebrar el erotismo de la flor.
Describe el ciclo vital de varios ejemplares desde su etapa de capullo, al florecimiento y marchitamiento consiguiendo un moderno Calendarium Florae, un calendario visual que registra gráficamente el año a través de las flores.
En «Herbarium Amoris» (Taschen), Koinberg captura el lirismo y el brillo del erotismo del mundo floral en primeros planos, sobre un fondo negro, en el que destacan cada parte de la planta, el rocío titilando en los pétalos abiertos o las más delicadas formas vegetales infundidas de «fuerza vital desenfrenada».
«El cáliz es el lecho nupcial en el que los estambres y el pistilo se unen. En algunas camas hay cuatro hombres, dos altos y dos bajos, con la novia, y en otras hasta diez hombres», comparaba Linneo para escándalo de sus coetáneos.
La soledad de los árboles

Un bosque en el que todos sus ejemplares son adultos, en el que no hay árboles jóvenes, en el que faltan otras formas de vida o éstas tienen poblaciones anormalmente bajas son ecosistemas que esconden la más silenciosa de las extinciones, el llamado «síndrome de bosque vacío».
Son «bosques de muertos vivientes», como les han bautizado los biólogos, lugares donde está «colapsado» el ciclo natural de la regeneración de una determinada especie porque se ha perdido la interacción con otros seres vivos necesaria para que ésta tenga lugar.
Y es que las interacciones de beneficio mutuo entre seres vivos conforman «redes mutualistas» en la naturaleza que cuando se rompen por la ausencia o la disminución de alguno de ellos provocan esta silenciosa muerte conocida como el «síndrome de bosque vacío».
Son «bosques con plantas, pero sin animales, condenados a degradarse y desaparecer en un futuro inmediato víctimas de esa falta de seres vivos que cumplen en ellos funciones ecológicas fundamentales», explica Pedro Jordano, investigador de la Estación Biológica de Doñana.
De hecho, en bosques defaunados «se ha documentado la pérdida de hasta tres cuartas partes de su potencial de almacenamiento de carbono», es decir, «los árboles siguen ahí, pero no sus funciones ecosistémicas», señala.
«No existe ni una sola especie en todo el planeta que viva sola, sin interrelacionarse con otras especies», asegura Jordano; es el caso del depredador y la presa o del parásito y el huésped, todos ellos conforman «la arquitectura de la biodiversidad».
Por eso, para este biólogo «se deben tener en cuenta las relaciones ecológicas o la diversidad de interacción cuando se aborda la pérdida de biodiversidad de un ecosistema».
Porque, si bien hay hábitats que persisten de manera adecuada aunque se pierdan determinadas especies, en otros casos «esas especies son fundamentales para el correcto funcionamiento del ecosistema, que sin ellas colapsa por completo».
En el caso de las aves, aunque la mayor parte de ellas son insectívoras, existe un segundo grupo formado por las frugívoras, que se alimentan de frutos carnosos, flores, néctar, polen o tubérculos, y que «son las responsables de diseminar las semillas» a través de sus heces o por regurgitación, asegura Jordano.
«Son las jardineras del bosque y sin ellas colapsaría por completo la regeneración natural de muchos de ellos, como los bosques tropicales», aunque también en el bosque mediterráneo entre un 50 y un 70 por ciento de las especies leñosas producen frutos carnosos y dependen de la diseminación por animales frugívoros.
Y cualquier factor que intervenga en la pérdida de la funcionalidad ecológica de las especies, ya sea por su extinción o porque su densidad sea residual, pone en riesgo ese equilibrio; «los lobos están en Sierra Morena, pero no ejercen una función ecológica en ese ecosistema», eñala el experto.
Jordano se refiere a la alteración del hábitat de las especies frugívoras, que necesitan áreas grandes de campeo; «si se fragmenta el bosque, esas especies no podrán subsistir y con ellas el propio bosque».
«Si disminuye muy fuertemente la cantidad o abundancia local de aves frugívoras, el proceso de dispersión de la planta colapsa, los frutos maduros se secan en ella o se los comen los roedores, los herbívoros matan a la plántula y no hay un proceso de dispersión de la semilla que sea efectivo».
Para este investigador, abordar el problema a escala global «es desalentador», porque se trata de sistemas muy complejos de relaciones entre especies, y el número de especies es muy elevado en un ecosistema, desde artrópodos e insectos polinizadores, hasta vertebrados polinizadores o frugívoros.
«Estamos perdidos si pretendemos enumerar cada interacción, tenemos que entender la complejidad para enfocar cuáles son las interacciones más centrales dentro de la propia red, qué grupos de especies no podemos perder bajo ningún concepto», afirma
Y en este sentido, «ya existen líneas de investigación, ese abordaje ya se está teniendo, hay frentes que se están abriendo, pero falta su aplicación».
Para Pedro Jordano, el síndrome de bosque vacío es «una forma insidiosa de extinción, que no es perceptible a no ser que miremos con una lupa; los árboles pueden estar allí, pueden ser árboles adultos, que florecen, que dan sus frutos y éstos caen al suelo, pero allí no germina ni una sola semilla».
Las hormigas se guían por los astros y el hombre, por su voracidad

Las hormigas utilizan al menos tres tipos de memoria para orientarse y se sirven de referencias terrestres y estelares para guiarse cuando marchan hacia atrás, desvela un estudio publicado en la revista Current Biology.
«El mundo de los insectos es mucho más complejo de lo que se imaginaba», indica en un comunicado el Centro Nacional Francés de Investigaciones Científicas (CNRS), participante en esa investigación.
Los nuevos resultados, según sus datos, muestran que las hormigas se orientan en el espacio gracias «a múltiples representaciones y memorias» que ponen en juego «una transferencia de información entre varios sectores cerebrales».
Hasta ahora, se pensaba que la hormiga lograba marchar memorizando una escena, por lo que siempre era necesario que ese insecto estuviese colocado de la misma manera para que pudiese reconocer el espacio.
Sin embargó, el estudio, que se sirvió de la especie «Cataglyphis velox» para realizar pruebas en un desierto de Andalucía (sur de España), apunta a que a las representaciones de las direcciones de las hormigas están «centradas en el mundo exterior» y no de manera tan «egocéntrica» como se pensaba.
La hormiga es capaz de memorizar la ruta, la nueva dirección a seguir y cómo recuperar por ejemplo un trozo de galleta, de acuerdo con los tests realizados por los científicos, que demostraron además que se guían a través de los cuerpos celestes cuando se desplazan marcha atrás.
«Las hormigas son capaces de mantener una trayectoria rectilínea ya sea con movimientos hacia adelante, hacia atrás y hacia los lados», indica el CNRS, según el cual aunque su cerebro es más pequeño que la cabeza de un alfiler, su capacidad de orientación es «sorprendente».
Expertas en movilidad
Los atascos y el caos que se producen en la mayoría de ciudades en hora punta dejarán de ser un problema. Ese es el objetivo de un grupo de investigadores que ha creado un sistema para mejorar el tráfico basado en técnicas “bio inspiradas”, que toma como referencia los movimientos de las hormigas y las aves.
Las hormigas son expertas en movilidad, capaces de dar la vuelta al mundo, y por ello son las principales inspiradoras de este sistema que prevé reducir el tráfico y el trayecto de viaje entre un 10 y un 15 por ciento, “sin grandes modificaciones en la ciudad y a bajo coste”, indica el director del proyecto, Enrique Alba.
“Analizamos cómo trabajan las hormigas y las bandadas de pájaros y trasladamos la idea al ordenador, esto permite crear una herramienta software muy potente que da soluciones donde las técnicas matemáticas hasta ahora no lo permitían”, explica el investigador, pionero en España en aplicar estas técnicas.
Sin hormigas no habrá vida humana
El libro de Edward O. Wilson, The Future of Life (El futuro de la vida) no trata solamente de las hormigas, pero éstas le proporcionaron su primera beca y son su principal obsesión. Los insectos, de los que hay más de 1,2 millones de especies conocidas, representan más del 80% de todos los seres vivos de la Tierra, y Wilson ha aprovechado el descubrimiento de las depredadoras Mantophasmotodea para destacar este extremo: «Si los seres humanos desaparecieran mañana el mundo continuaría, pero si desaparecieran los invertebrados, dudo que la especie humana durara más de dos o tres meses».
En The Future of Life, Wilson describe lo que él llama el «cuello de botella», la combinación del crecimiento poblacional, «que afecta más a las bacterias que a los primates», con un consumo desenfrenado. «Cuando la población mundial superó los 6.000 millones de habitantes sobrepasamos 100 veces la biomasa de cualquier otra gran especie que haya existido en el planeta. Al igual que el resto de los seres vivos, no podemos permitirnos continuar así otros 100 años».
Al mismo tiempo, el consumo de energía y de recursos naturales la «huella ecológica» necesarios para proporcionar a la población un nivel de vida occidental está excediendo los recursos de la Tierra. Si continuamos por esta senda, en el año 2100 serán necesarios cuatro planetas para mantener el tipo de vida que conocemos.
Vivir en la ciudad empobrece, también a los pájaros

Los pájaros “urbanitas”, los que viven en las ciudades, como palomas, urracas, pinzones, golondrinas o mirlos, tienen una diversidad evolutiva más pobre que los que viven en los entornos naturales porque hace menos tiempo que se separaron de sus ancestros y, por tanto, son evolutivamente menos singulares.
Así lo concluye un estudio liderado por el investigador del CSIC en el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF-UAB), Daniel Sol, que ha publicado la revista Ecology Letters.
El estudio advierte que las ciudades están poniendo en peligro millones de años de historia evolutiva de las aves porque las urbes preservan de media 450 millones de años menos de historia evolutiva en comparación con los ambientes naturales.
“Por razones que aún no conocemos bien, las especies que tienen parientes evolutivamente distantes son más sensibles a las perturbaciones y toleran mal la vida en la ciudad”, ha comentado Sol, que ha resaltado que la urbanización no sólo implica una pérdida de riqueza de especies, “también provoca una pérdida muy importante en la riqueza evolutiva de estos animales”.
La pérdida de historia evolutiva se puede medir como la suma de los años en que las especies de una comunidad se separaron a lo largo de la evolución, y, en el caso de las ciudades, las estimaciones sugieren que preservan 450 millones de años menos de historia evolutiva que los ambientes naturales.
Sol ha comparado que del mismo modo que una iglesia del siglo XVI tiene más valor histórico que una del siglo XXI, una especie que es evolutivamente muy diferente a las otras -como la abubilla, que pertenece a una familia con tres únicas especies- tiene un valor de conservación más grande que una especie de un grupo bien representado evolutivamente -como el gorrión o la paloma urbana, que están evolutivamente emparentados con muchas otras especies.
Pero, según el investigador, “la riqueza evolutiva no sólo representa historia evolutiva; también se relaciona con la diversidad genética y el propio funcionamiento de los ecosistemas”.
Para llegar a esta conclusión, investigadores del CREAF, de la Estación Biológica de Doñana del CSIC y de la Universidad Pontificia Católica de Chile reunieron datos de 1.219 especies de aves de 27 regiones de todo el mundo y analizaron como la diversidad filogenética de las comunidades cambiaba según el grado de urbanización.
La diversidad filogenética mide la suma de tiempo que hace que cada especie de la comunidad se separó evolutivamente de las otras especies con las que coexiste.
Algunos científicos sostienen que la pérdida de diversidad asociada a las perturbaciones humanas, como la urbanización, se podría mitigar con la llegada de especies exóticas, con lo que, bajo este punto de vista, las invasiones biológicas no serían tan problemáticas como se cree generalmente.
Pero según este trabajo, la llegada de especies exóticas en ambientes altamente urbanizados no compensa la pérdida de otras especies porque no se establecen tantas especies exóticas en comparación con las que se pierden, y porque las especies exóticas que llegan pertenecen a grupos evolutivamente poco distintivos y por tanto contribuyen poco a enriquecer la diversidad filogenética.
El aniquilador ante su ‘obra’ y su final

La población de más del 30 por ciento de las especies de animales vertebrados está disminuyendo tanto en tamaño como en alcance, afirma un análisis publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences.
El estudio, realizado por investigadores de la Universidad Stanford y la Universidad Nacional Autónoma de México, advierte que este ritmo de desaparición de las poblaciones muestra que la sexta extinción masiva de la Tierra «es más grave de lo que se percibe cuando se mira exclusivamente la extinción de las especies».
Este sexto evento se diferencia de los anteriores -por ejemplo, de la extinción de los dinosaurios- en que los primeros cinco fueron causados por un factor externo, mientras que el impacto actual es causado por la acción del ser humano.
Los autores se basan en un análisis de los números y los grados de contracción en el alcance geográfico de estas especies, un indicador de cómo disminuye o se extingue una población.
Para eso, usaron una muestra de 27.600 especies de vertebrados y un análisis detallado que documenta la extinción de diversas poblaciones entre 1900 y 2015 en 177 especies de mamíferos.
«Hallamos que la tasa de pérdida de población en los vertebrados terrestres es extremadamente alta», explicaron los investigadores en su estudio.
«De los 177 mamíferos de los que tenemos información detallada, todos han perdido un 30 por ciento o más de su alcance geográfico y más del 40 por ciento de las especies han experimentado una grave disminución en su población», agregaron.
Según el análisis, las zonas en la que más han disminuido las poblaciones son las regiones tropicales.
Particularmente, los mamíferos del sur y del sureste de Asia han sido los más golpeados: las grandes especies de mamíferos analizados han perdido hasta el 80 por ciento de su alcance geográfico.
En la actualidad, entendida como los últimos siglos, la ratio de extinción es hasta 100 veces mayor que la tasa natural. Para hacerse una idea, en un escenario donde prevaleciera esta tasa natural, desde 1900 se habrían extinguido nueve especies de vertebrados. En realidad, se han extinguido 477 especies. Habrían hecho falta unos 10.000 años para acabar con la vida que ha desaparecido en un solo siglo.
Además, el proceso se está acelerando. Los anfibios son la clase de vertebrados más afectados. Pero si, desde 1500 se había constatado la desaparición de 34 especies anfibias, desde 1980 se han extinguido otras 100. Y eso que no hay que descartar que muchas otras hayan desaparecido sin testigos humanos que lo confirmaran. Los investigadores, que insisten en que sus estimaciones son muy conservadoras, recuerdan que en sus cálculos no tienen en cuenta a las muchas especies que se han convertido en muertos vivientes, con poblaciones tan escasas que su función en los ecosistemas es cercano a cero.
«Nuestros datos indican que, más allá de una extinción mundial de especies, la Tierra está experimentado un gran episodio de disminución y extirpación de poblaciones, lo que tendrá sucesivas consecuencias negativas en el funcionamiento del ecosistema», advierten los investigadores.
Los científicos describen esta situación como una «aniquilación biológica», para «resaltar la magnitud actual del sexto gran evento de extinción que está en desarrollo en la Tierra» y subrayar la «seriedad» que esto tiene para la humanidad.
Las extinciones de las poblaciones son un «preludio a las extinciones de las especies», sostienen los autores, lo que los lleva a pensar que esa sexta extinción masiva «ha avanzado más lejos de lo que la mayoría asume».
«La humanidad pagará con el tiempo un precio muy alto por diezmar el único montaje de vida que conocemos en el universo», consideran los autores, para quienes esta «aniquilación biológica» también tendrá «serias consecuencias ecológicas, sociales y económicas».
«La ventana para una acción efectiva es muy pequeña», añaden.
La vida aprieta, la naturaleza reclama

Algunos expertos se atreven hablar del “trastorno por déficit de naturaleza”, un trastorno no descrito como tal en los manuales médicos, pero que refleja un estilo de vida en el que está ausente una naturaleza “que es estratégica en la estimulación del sistema nervioso”.
Este “trastorno” en las sociedades occidentales parece estar asociado a la aparición de problemas físicos, como el aumento de las tasas de obesidad infantil y problemas respiratorios; psicológicos, como el incremento del diagnóstico del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Incluso se ha observado un mayor riesgo de exclusión social.
Así lo explica el catedrático de Psicología Ambiental de la Universidad Autónoma de Madrid, José Antonio Corraliza, autor, junto a Silvia Collado, de varias investigaciones con 2.000 niños en edad escolar, compiladas ahora en el libro “Conciencia Ecológica y Bienestar en la Infancia” (Editorial CCS).
El estudio concluye que el mayor contacto con la naturaleza o espacios verdes reduce los niveles de estrés de los niños, aumenta su capacidad para afrontar los eventos adversos y favorece su capacidad de atención.
Y es que, según Corraliza, en términos evolutivos vivimos en las ciudades hace 10 segundos y nuestro sistema nervioso y fisiológico aún no se ha adaptado a los entornos urbanos actuales que caracterizan a los países desarrollados.
La naturaleza, mucho más que un capricho
Conservar la naturaleza es algo más que un capricho porque, no solo se trata de proteger animales y plantas, “es también una vía para mantener la calidad de vida y garantizar el futuro”, defiende Asunción Ruiz, directora ejecutiva de SEO/BirdLife, organización pionera en la conservación de la naturaleza y la biodiversidad en España, que ha abierto una nueva linea de trabajo para relacionar naturaleza y salud.
Recuerda que son ya muchas las publicaciones científicas que demuestran como más allá de los servicios ambientales que proporciona la naturaleza, ésta contribuye también a paliar algunos de los problemas de salud más importantes detectados en Europa, como los pulmonares y cardiovasculares por la contaminación del aire; los trastornos del sueño, hipertensión, irritación, derivados del ruido…; o el estrés generado por las cada vez más crecientes olas de calor.
Y a juicio de Ruiz, es “muy alentador” que se esté demostrando que la naturaleza puede ser una fantástica herramienta para combatir los principales problemas de salud a los que que se enfrentan los ciudadanos europeos y también una herramienta muy buena de integración social; además, un reciente estudio del Instituto Europeo de Políticas Ambientales resalta estos valores y anima a seguir trabajando en esta dirección.
Medicina forestal para la fibromialgia
Pero la vuelta a la naturaleza como fuente de salud tiene hoy en día una de sus máximas expresiones en la llamada “medicina forestal”
Esta medicina está muy extendida en algunos países como Japón, donde se han invertido grandes cantidades en investigación para demostrar el valor terapéutico de los bosques y además se han incorporado esas terapias en la cartera pública de servicios.
En España contamos con algunos proyectos pilotos, como el llevado a cabo en los hospitales de Santa Caterina y Josep Trueta , en Gerona, para aliviar los dolores de los pacientes con fibromialgia.
Los primeros resultados arrojan que estos pacientes pueden llegar a reducir a la mitad los días que sufren dolor cuando realizan ejercicios en esos espacios naturales.
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