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Letras y números, el debate irreconciliable

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Los científicos creen que los intelectuales literarios carecen por completo de visión anticipadora, que viven singularmente desentendidos de sus hermanos los hombres, que son en un profundo sentido anti-intelectuales, anhelosos de reducir tanto el arte como el pensamiento al momento existencial. Cuando los no científicos oyen hablar de científicos que no han leído nunca una obra importante de la literatura, sueltan una risita entre burlona y compasiva. Los desestiman como especialistas ignorantes
Los científicos creen que los intelectuales literarios carecen por completo de visión anticipadora, que viven singularmente desentendidos de sus hermanos los hombres, que son en un profundo sentido anti-intelectuales, anhelosos de reducir tanto el arte como el pensamiento al momento existencial. Cuando los no científicos oyen hablar de científicos que no han leído nunca una obra importante de la literatura, sueltan una risita entre burlona y compasiva. Los desestiman como especialistas ignorantes

El 7 de mayo de 1959 se pronunció una controvertida conferencia por el novelista y científico británico C. P. Snow en la Senate House de Cambridge. Esta disertación recibió el nombre de Las dos culturas, ya que alertaba de una división en el mundo occidental entre una “cultura literaria” y una “cultura científica”.

Snow describió el estado de ambas culturas como «separadas por un grueso muro de ignorancia y prejuicios recíprocos». Según Snow, además de haber derivado en dos tipos distintos de saber, ambas culturas, también habrían generado psicologías y sensibilidades diferentes.

Según el novelista y científico inglés, esta situación había llevado a una falta de comunicación entre las ciencias y las humanidades, y señaló la falta de interdisciplinariedad como una de las principales trabas para la resolución de los problemas actuales.

Para él la “cultura científica” era sinónimo de modernidad y futuro, en cambio la “cultura literaria” representaba la cultura tradicional que trataba de ignorar y minimizar la importancia de los cambios introducidos por la ciencia y la tecnología. Durante esta conferencia reprochó a los humanistas su empeño de considerar como cultura únicamente la parte literaria.

Pero el contenido de esta conferencia, que después fue publicada en forma de libro no estuvo exenta de críticas. El primero en responder fue Frank R. Leavis, un crítico literario británico muy influyente en el momento, ya que sintió que Snow atacaba todo lo que él representaba. Después le siguió el crítico literario estadounidense Lionel Trilling con su texto Más allá de la cultura y la escritora norteamericana Susan Sontag con su ensayo Contra la interpretación.

Snow recibió apoyos y críticas por su visión. En 1995 John Brockman, agente literario y escritor, publicó un libro The Third Culture, en el que participaron numerosos científicos de áreas diversas. El concepto hace referencia a la necesidad de una tercera cultura que aunara, superándolas, a las dos culturas. Su idea era que los científicos relevantes escribieran sobre sus hallazgos y sus significados para nuestras vidas (qué somos) y no dejar el tema sólo para los intelectuales tradicionales. Brockman creó Edge Foundation, Inc con ese propósito.

La voz de alarma disparó un debate que aún continúa sobre la exactitud de la visión de Snow, que probablemente pretendía más generar un debate que pusiera en acción las ideas que dar una visión acabada y dogmática. Y su triunfo se hace evidente en la perdurabilidad de su conferencia.

La mayoría de los escritores siguieron adelante creando novelas donde los avances científicos y tecnológicos se hacían presentes mucho más tarde que en el mundo real, generalmente mediante caricaturas imprecisas que popularizaron y eternizaron figuras como el ‘científico loco’, el ‘sabio distraído’ y el ‘arrogante científico que se cree dios’. Como ejemplo, el primer ordenador interesante de la literatura de ‘corriente principal’ fue Abulafia, propiedad del protagonista de la novela ‘El péndulo de Foucault’, de Umberto Eco.

En ámbitos académicos, los que toman las decisiones son aquellos que han estudiado carreras humanísticas o de letras, como políticas, dirección y administración, historia, etc. Pues estos tienen la información necesaria para visualizar el problema con perspectiva y en su conjunto, y así identificar problemas y necesidades.

Ahora bien, aquellos que hayan estudiado carreras científicas acabarán teniendo las herramientas para crear las soluciones y desarrollar los avances necesarios. Este es un esquema muy general de cómo interaccionan estas dos esferas laborales y no es difícil de aceptar.

Pero qué estos dos grupos puedan comunicarse correctamente es vital para que unos entiendan lo que les están pidiendo y otros sepan cómo pedirlo o que se puede pedir. Actualmente las dos esferas ni siquiera hablan el mismo idioma. El lenguaje científico está lleno de formas y estructuras que son difíciles de seguir, mientras que el lenguaje administrativo (pongamos por ejemplo el jurídico) es completamente impermeable para aquellos que no estén familiarizados con él.

El lado lúdico de Pi

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Los números están presentes en cada momento de la vida aunque algunos no sean conscientes
Los números están presentes en cada momento de la vida aunque algunos no sean conscientes

Un libro sobre números que en su primer capítulo habla de “matemática rosa” y protagonistas de la prensa del corazón es algo poco habitual, pero esa es la manera en que el matemático Claudi Alsina quiere conectar las matemáticas con la vida cotidiana en “Todo está en los números”.

Alsina, catedrático de Matemáticas en la Universidad Politécnica de Cataluña, explica que con “Todo está en los números. Las matemáticas de la vida cotidiana” (Ariel) ha intentado dar “una aproximación curiosa, amable, entendible” y espera que divertida “a situaciones con números”.

Muchos son los famosos que llevan su piel tatuada con números. Aunque quizás el caso más curioso es el del cantante Justin Bieber, que luce en una clavícula el año de nacimiento de su madre, 1975, pero no está escrito correctamente en romanos sino tomando cada cifra por separado, es decir: I IX VII V.

Necesidad de contar

Y es que la necesidad de los números es, asegura Alsina, “incluso anterior a la de las letras. Es la necesidad de la persona de poder contar, medir, de atender a los aspectos más básicos de la vida: saber calcular cuándo venía la primavera, cuándo debían sembrar, cuantas ovejas había en un rebaño”.

Una necesidad que ha crecido de forma exponencial hasta llegar a la época del “big data“, cuando “aparece una cantidad enorme de información numérica que nos obligan a desarrollar, más que nunca, un sentido numérico de aquello que puede ser interesante o de lo que no lo es”.

Números que están presentes en cada momento de la vida aunque algunos no sean conscientes, indica Alsina, desde los que nos identifican en la sociedad a las cada vez más numerosas contraseñas, pero también las tallas de la ropa o del calzado tienen una razón de ser que se explica en el libro.

Una era digital que, en cierta manera no es nueva, pues nuestros antepasados ya vivieron “su particular revolución digital” al darse cuenta de la importancia de los dedos para contar y desarrollaron métodos que hoy nos parecerían muy complicados y que, cuando los dedos no eran suficiente, recurrían a las orejas o la nariz.

Alsina (Barcelona, 1952) siempre se ha interesado por la divulgación de las matemáticas y ha publicado libros como “Masterchef”, “El club de la hipotenusa” o “Los matemáticos no son gente seria”.

En España “hay muchísimos profesores muy buenos” de matemáticas, aunque reconoce que también los hay “anclados en el pasado, que aún sigue con la obsesión de los deberes rutinarios y explicar cosas de libros de texto no necesariamente actuales”.

¿Un número favorito?

Sin embargo, “no todo es historia antigua y multiplicación árabe. Hay muchísimas cosas de interés. Hay que lograr conectar las matemáticas con la vida cotidiana”, considera Alsina.

Una vida en la que los números, o al menos algunos, no dejan indiferentes, ya sea por fobia o por filia, detrás de lo cual “hay un legado cultural”, explicó en matemático, a quien no deja de sorprenderle que la gente tenga un número favorito.

Así, el 7 “cuenta con un club de fans que es espectacular” y es que siempre ha estado muy presente en la vida de los hombres (la creación, los pecados capitales, los sabios de Grecia, las maravillas del mundo).

El 13, sin embargo, es un número con muy mala fama, aunque también existe la aritmofobia -aversión a todos los números-, la triskafobia -al 3- o la tetrafobia -al 4-, muy presente en Japón, donde se pronuncia igual que la palabra muerte.

Pero Alsina reconoce su debilidad por el número Pi, “el único que tiene un día que se celebra en todo el mundo” y que aparece en “multitud de fórmulas extraordinarias”.