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Perros que mejoran la vida de los niños autistas

Los animales hacen que los niños puedan relacionarse de una forma más divertida y natural. Para niños con autismo, los perros son el animal ideal para ayudarles a tener una mejor calidad de vida.
Así lo asegura el psicólogo Rafael Elícegui, quien afirma que las terapias con perros sirven para ayudar a niños con autismo a relacionarse de una forma «más atractiva y divertida», permitiéndoles comunicarse de forma natural.
El Trastorno del Espectro Autista (TEA) se suele detectar cuando el niño tiene entre 18 y 24 de meses y se producen las primeras «señales de alarma», como que no mire a su madre, no señale o no comience a utilizar el lenguaje.
Sin embargo, estas conductas no significan necesariamente que tenga TEA, por lo que se suele esperar a hacer el diagnóstico, aunque se deriva al niño a atención temprana para estudiar su caso.
La mayoría de los niños con TEA suelen acudir a un centro educativo ordinario en el segundo ciclo de educación infantil, pero en cursos superiores dependerá del grado que tenga de este trastorno, que es muy amplio, indica este psicólogo.
«No hay una terapia mágica ni una técnica revolucionaria para los niños con autismo», explica, aunque el proyecto «Dejando huella» ha sido una experiencia «muy positiva» en ARPA, tras su puesta en marcha hace cinco años.
Si un niño con TEA no ha desarrollado el lenguaje, los orientadores intentan dotarle de un sistema alternativo de comunicación y también trabajan en terapias para que aprendan a jugar y a relacionarse en grupo con otros menores.
Los educadores se plantean «pequeños objetivos» en función de sus características y a partir de ahí se va evolucionando.
ARPA se puso en marcha en 1985 con cuatro familias y en la actualidad cuenta con un centenar de socios.
Elícegui ha precisado que en los últimos años se ha detectado un incremento de casos de TEA, pero cree que es porque ha aumentado la definición de lo que es el espectro del autismo, ya que la prevalencia es de un niño por cada cien nacimientos.
Las causas del autismo son biológicas, ya que el niño nace TEA, al margen de teorías ya desfasadas, como la de las «madre nevera» que se puso de moda en los años setenta, y sostenía que el autismo se transmitía en el embarazo si la madre no trasmitía cariño al feto, ya explicado.
Después se popularizó la teoría de que el mercurio de las vacunas causaba autismo, pero se ha demostrado que no es cierto, ha indicado.
Este técnico de ARPA sostiene que La Rioja cuenta con un buen servicio de atención temprana, de cero a seis años, que incluye todas las sesiones de estimulación y otras terapias, mientras que en otras comunidades solo lo cubre hasta los tres años.
Además, desde esta asociación desarrollan diversos programas a apoyo pedagógico, tanto a los chicos con TEA, como a sus familias, con el objetivo de que puedan llevar una vida plena e independiente.
Por otro lado, ya existen muchas asociaciones dedicadas a proporcionar terapias con perros a los niños que sufren autismo. El objetivo es mejorar su calidad de vida , reducir comportamientos de peligro para su integridad física, mejorar la relación y la comunicación con sus padres y con el mundo exterior , reducir conductas de oposición , prevenir accidentes de tráfico, mejorar sus conductas de sueño y trabajar sobre la reducción de los niveles de ansiedad que implica este tipo de trastorno, entre muchas otras. Todo ello se consigue a través de un entrenamiento exhaustivo de unas habilidades que el perro adquirirá para servir como ayuda técnica para su usuario.
Perros poseídos por el gen de la voracidad

Los dueños de labradores retrievers coinciden en una cosa cuando acuden al veterinario: su perro está obsesionado con la comida. Ahora ya hay una explicación científica. Un nuevo estudio ha hallado una alteración genética en los labradores –sobre todo los elegidos como perros de asistencia– que demostraría por qué son más propensos a pedir comida. Se describe así el primer gen asociado con la obesidad canina.
Entre el 34% y el 59% de los perros que viven en países industrializados, es decir de uno a dos de cada tres canes, tienen sobrepeso. Como ocurre con los humanos, esta condición se asocia a una disminución de la esperanza de vida, problemas de movilidad, diabetes, cáncer y enfermedades cardíacas. De hecho, los problemas de peso de los perros parecen ser el reflejo de lo que les sucede a las personas: ejercicio físico reducido e ingesta de alimentos calóricos.
Sin embargo, a pesar de que los dueños controlan la dieta de sus mascotas y las obligan a correr, ciertas razas como los labradores retrievers, uno de los canes más populares en los hogares de todo el mundo, muestran mayor interés por la comida y son más propensos a sufrir obesidad. Para un equipo internacional de científicos, este fenómeno solo podía tener una explicación genética.
En el estudio, los investigadores estudiaron tres genes relacionados con la obesidad –conocidos por variar el peso de los humanos– en 310 labradores entre los que se encontraban perros de asistencia, y que fueron pesados por los veterinarios. Los científicos también evaluaron la motivación alimentaria y la relación de los canes con la comida gracias a un cuestionario facilitado a los dueños.
Los resultados revelaron que una variante de un gen, conocido como POMC, estaba estrechamente relacionada con el peso, la obesidad y el apetito en los labradores. Según el trabajo, al menos uno de cada cuatro labradores (el 23%) portaba una copia de esta variante.
En una muestra mayor, con 411 perros de Reino Unido y EE UU pertenecientes a 38 razas diferentes, la alteración genética volvió a aparecer en retrievers de pelo liso, relacionados con los labradores, cuyo peso y comportamiento también se vieron afectados. En ambas razas, para cada copia de este gen, el perro pesaba de media 1,9 kilos más.
“Es una variante genética común en los labradores y tiene un efecto significativo en aquellos perros que la portan, por lo que es probable que esto ayude a explicar por qué esta raza es más propensa a sufrir sobrepeso comparada con otras”, apunta Eleanor Raffan, autora principal del estudio e investigadora en la universidad británica.
Pero para la científica aún quedan estudios por realizar, ya que esta variante es incluso más frecuente en retrievers de pelo liso, “una raza que no se había etiquetado hasta ahora como propensa a la obesidad”, añade Raffan.
Perros más fáciles de entrenar por la comida
El gen afectado es conocido por regular la manera en la que el cerebro identifica el hambre y la sensación de quedar saciado tras la comida. Con una alteración en este gen, el perro puede no quedar satisfecho nunca. “La gente que vive con un labrador muchas veces dice que está obsesionado por la comida, y esto encajaría con lo que conocemos de este cambio genético”, recalca la investigadora.
Los labradores son canes leales, inteligentes, ansiosos y entusiastas, pero sobre todo muy fáciles de entrenar, por lo que cumplen a la perfección el papel de perro de asistencia. “La comida se utiliza a menudo como una recompensa durante el entrenamiento, y portar esta variante puede hacer que los perros estén más motivados para trabajar por un bocado”, comentan los autores, que incluyeron para el estudio 81 labradores de asistencia, de los que el 76% mostró una alteración genética.
“Es posible que estos ejemplares, al estar más motivados por la comida, sean seleccionados con mayor probabilidad como perros de asistencia en los programas de cría, en los que se entrena usando recompensas de comida”, dice Raffan.
“Pero es un arma de doble filo: portar la variante puede facilitar su entrenamiento, pero también los hace susceptibles a la obesidad. Es algo que los propietarios tienen que saber para controlar el peso de su mascota”, subrayan los investigadores. El estudio mejora por tanto el conocimiento sobre los mecanismos de este gen, también presente en humanos y que podría tener implicaciones en la salud tanto del dueño como de su mejor amigo.
Juegos de pantalla como estímulo en perros ancianos

A pesar de sus limitaciones físicas, los perros mayores son capaces de seguir aprendiendo, lo que puede ralentizar el ritmo natural del deterioro mental debido a la vejez. Pero, contrariamente a los cachorros y a los ejemplares más jóvenes, a los canes viejos no se les estimula mentalmente porque al moverse cada vez menos, inconscientemente reducimos el nivel de entrenamiento.
“Como en el caso de las personas, la producción de dopamina en los perros también disminuye con el envejecimiento, lo que lleva a una disminución de la memoria y del impulso motivacional. Pero este desgaste mental natural puede contrarrestarse con el entrenamiento específico de las habilidades cognitivas”, asegura Lisa Wallis, del Senior Family Dog Project de la Universidad ELTE (Budapest, Hungría).
Para seguir ofreciendo desafíos a los canes mayores, el equipo científico, liderado por la Universidad de Medicina Veterinaria de Viena (Austria), propone una serie de juegos por ordenador como alternativa, uniendo tareas mentales simples con un sistema de recompensa.
Según los autores del estudio publicado en la revista ACM Digital Library, estos ejercicios mentales podrían reemplazar a una actividad física demasiado exigente para estas mascotas mayores. Pero por ahora, el proyecto está aún en el laboratorio.
Resolución de rompecabezas
El entrenamiento, que requiere cierta preparación por parte de las mascotas, se basa en la resolución de rompecabezas a través de pantallas táctiles. Una vez que los animales entienden y se acostumbran al funcionamiento se convierten en fervientes jugadores.
“La interacción con la pantalla táctil generalmente se analiza en perros jóvenes, pero los más viejos también responden positivamente a este método de entrenamiento cognitivo”, apunta Ludwig Huber, de la universidad austriaca. “Además, la perspectiva de una recompensa es un factor importante para motivar a los animales a hacer algo nuevo o desafiante”, añade el experto.
Los juegos, basados en tareas simples, no solo les estimulan mentalmente, sino que también crean en ellos emociones gracias a la interacción y la recompensa. “La sensación positiva que se crea cuando resuelven un desafío mental es comparable a la que tienen las personas mayores cuando aprenden algo nuevo, haciendo algo que disfrutan. El entrenamiento cerebral regular no solo nos anima a nosotros, sino que también aleja a los perros de la apatía de la vejez, y aumenta su motivación y compromiso, y maximiza las oportunidades de aprendizaje”, subraya Huber.
Durante el envejecimiento, las mascotas tienden a olvidar lentamente lo que han aprendido a lo largo de su vida. Pero los científicos aún no saben si esto se debe a los efectos de la edad. La propuesta de juegos a través de pantallas táctiles podría contrarrestar así esta falta de memoria.
Los autores esperan que este estudio motive a técnicos y desarrolladores de software, y a los dueños de perros interesados. “Nuestra investigación podría resultar en un proyecto de ciencia ciudadana que ayudara a entender la importancia del aprendizaje continuo en los animales”, concluye Lisa Wallis.
Virtudes y miserias en el espejo canino

Un estudio con 132 personas y sus mascotas revela que el estrés, la ansiedad o un carácter relajado y apacible del humano se reflejan en la fisiología y el comportamiento del animal.
Así al menos se desprende de un trabajo de investigadores del Departamento de Biología de la Conducta de la U. de Viena y que concluye que las personas y sus perros comparten la forma de enfrentar situaciones nuevas o estresantes y que los canes pueden adoptar conductas de sus dueños.
Beatriz Bruzzone lo percibe con Carlota, su perra pastor alemán de 7 años.
Aficionada al trekking , Beatriz la califica como «mi partner » de recorridos. Ambas suelen subir al cerro Manquehuito durante la semana. Beatriz lo hace como entrenamiento más que como paseo. Y Carlota sintoniza con ella. «No pesca a ningún perro en el camino. Va focalizada, igual que yo, y aunque va y viene libremente mientras subimos, está pendiente de dónde estoy. Si paro, ella para, o si alguien se acerca mucho, ella se interpone entre la persona y yo, pero en calma».
Los investigadores austríacos estudiaron a 132 duplas de dueños con su perro. Para evaluar la personalidad de ambos y las actitudes sociales del humano hacia otras personas y hacia la mascota, los dueños debieron contestar tres tests de personalidad humana y canina, y otros dos sobre su relación con animales de compañía y su estilo de interacción cotidiana con su perro.
Luego los enfrentaron y los pusieron en distintos escenarios, como jugar, vivir una situación amenazante, realizar una tarea complicada o separarse y reunirse después de un rato.
En todas estas ocasiones midieron su ritmo cardíaco y niveles de cortisol, una hormona cuya concentración varía en función del nivel de estrés de un individuo.
Así detectaron que los perros de personas con inestabilidad emocional o neuroticismo, caracterizadas por baja tolerancia al estrés, ansiedad y poca sociabilidad, mostraban niveles de cortisol que reflejaban un alto estrés.
En cambio, los niveles de cortisol de los canes de personas afables, sociables y comprensivas reflejaban bajos niveles de estrés en su actuar, indicando una mejor forma de autorregulación, al igual que sus dueños. Gustavo Estrada, psicólogo clínico y adiestrador canino, lo ve cotidianamente.
«Por lo general, personas ansiosas, muy aprehensivas o que salen a la calle con temor, tienen perros que se sobresaltan fácilmente o son temerosos. Y dueños más agresivos o enérgicos gatillan en sus perros respuestas marcadas de dominancia». En tanto, añade, «dueños que son tranquilos o relajados, que pasean a sus perros con correas holgadas pero con una conducción segura, le transmiten al perro ir sin tensión y tener respuestas mucho más calmadas».
El psicólogo Andrés Vera, adiestrador y experto en conducta canina de Psicocan Chile, agrega que «en todos los casos que he atendido los dueños terminan concluyendo que ellos tienen la culpa del problema de conducta o trastornos de su perro. A veces porque no conocen la raza o por una forma inadecuada de comportarse con el perro». Por eso, agrega, es más fácil trabajar con el dueño y su perro que con el perro solo.
«Al generar un cambio de disposición o actitud en el humano, se modifica casi de inmediato la conducta del perro, porque estos tienen una enorme plasticidad y nivel de adaptación», concluye.
Estudios anteriores han mostrado que entre perros y humanos se produce apoyo social y emocional, que los perros reconocen e integran información sobre el estado anímico de sus dueños y que ajustan su conducta en función de dichas emociones.
Perros, entrañables seres emocionales

Los perros miran primero el lado derecho del rostro de una persona y lo analizan más que el izquierdo, igual que hacen los seres humanos.
Los humanos tienden a mirar primero la mitad derecha del rostro de una persona que ven por primera vez y le dedican más tiempo a esa parte facial.
Este fenómeno sólo se da cuando se observan caras humanas, no ocurre al mirar otros objetos.
Una hipótesis sostiene que el lado derecho de la cara expresa mejor el estado emocional de la persona, por eso se mira en primer lugar.
Ahora, un equipo de científicos de la Universidad de Lincoln (Inglaterra) ha descubierto que los perros domesticados también han desarrollado este comportamiento, posiblemente para captar la emoción de las caras humanas.
Los investigadores, liderados por Kun Guo, estudiaron los movimientos de ojos y cabeza de 17 canes a los que mostraron imágenes de rostros de personas, monos, perros y objetos inanimados.
Los animales miraron hacia la izquierda, es decir, a la mitad derecha del rostro, tan sólo cuando se les enseñó caras humanas (esta tendencia se acentuó aún más cuando la expresión del rostro era de enfado).
Según los científicos, los perros podrían haber aprendido este comportamiento para interpretar las emociones del rostro tras miles de años de interacción con los seres humanos.
Sin embargo, cuando a los perros se les mostró una imagen invertida, siguieron mirando a su izquierda, algo que los humanos no hacen.
El equipo investigador explica que el hemisferio derecho del cerebro canino, que procesa la información del campo visual izquierdo, se adapta mejor a la interpretación de las emociones humanas que el hemisferio derecho.
Según el experto canino de la Universidad Eötvös Loránd de Budapest (Hungría) Adam Miklosi, aunque el descubrimiento es interesante, aún es un misterio cómo los perros perciben las caras de las personas y no hay evidencias de que sean capaces de reconocer las emociones.
Celos
El perro es para muchos el mejor amigo del hombre y también puede llegar a sentir celos como éste, lo que parece demostrar que este sentimiento está vinculado con el instinto de supervivencia.
La investigación, realizada con una muestra de 36 perros de razas muy distintas, consistió en hacer jugar a un dueño con tres objetos diferentes y a medir las reacciones del animal.
Cuando el dueño simulaba jugar con un objeto con forma de perro capaz de ladrar y mover la cola, suscitó muchas más reacciones que cuando el experimento se hacía con uno de los otros dos objetos. Se observó que los perros solicitaban dos veces más a sus dueños cuando éstos simulaban jugar con un perro de mentira (78%) que cuando la persona jugaba con una linterna con forma de calabaza (42%) o leía en voz alta un libro musical (22%).
Un 30% de los animales también intentó interponerse entre el perro de peluche y su dueño y una cuarta parte tuvo gestos agresivos hacia el juguete.
«Nuestro estudio parece mostrar no sólo que los perros tienen un comportamiento que podría hacer pensar en celos, sino también que intentaron quebrar la relación entre el dueño y el (falso) animal rival». Parece que éstos (los perros) fueron motivados por la voluntad de proteger un vínculo social importante para ellos», añadió.
Los perros manejan un vocabulario de más de 150 palabras, y además saben contar

Cualquier dueño de perro ha intentado en alguna ocasión convencer a propios y extraños de lo lista que es su mascota, pero ahora además se sabe que algunos pueden contar hasta cinco, entienden más de 150 palabras e incluso intentan engañar a los humanos en su beneficio.
Estas son las conclusiones del psicólogo y experto en investigación canina Stanley Coren, de la Universidad British Columbia, que suele dar charlas acerca de «cómo piensan los perros».
Coren, autor de libros sobre perros y su comportamiento, ha revisado numerosos estudios para concluir que el mejor amigo del hombre tiene capacidad para resolver problema complejos y es más parecido a los hombres y otros grandes primates de lo que se pensaba.
«Sus impresionantes momentos de brillantez y creatividad son un recuerdo de que quizás no sean ‘Einsteins’ pero están seguramente más cerca de los humanos de lo que pensamos», señala.
Coren indica que, según diversas medidas conductuales, «las capacidades mentales del perro están cercanas a las de un niño de dos a dos años y medio».
Varía en función de la raza
Además, asegura que la inteligencia varía según el tipo de perro y que la raza determina algunas de las diferencias entre animales.
Así, explica que hay tres tipos de inteligencia canina: instintiva; adaptativa (la capacidad de aprender del entorno para resolver problemas) y de trabajo y obediencia (el equivalente al «aprendizaje escolar»).
Datos de perros de EEUU y Canadá muestran que en la «inteligencia de trabajo y obediencia» el ‘border collie’ es «el número uno», seguido del caniche y en tercer lugar el pastor alemán.
La lista de los canes más listos se completa con el golden retriever; el doberman; el pastor shetland (parecido al collie) y el labrador, según la clasificación de Coren. El experto asegura además que un perro normal puede aprender unas 165 palabras, incluidas señales, y los más «inteligente», unas 250.
Coren explica que la capacidad máxima de aprendizaje de palabras se basa en el estudio de ‘Rico’, un can que demostró conocer 200 palabras habladas y tener una gran capacidad y rapidez de aprendizaje.
Por si fuera poco, estos amigos de cuatro patas también saben de números, aunque sería mejor no confiarles la contabilidad doméstica, pues pueden «contar» hasta cuatro ó cinco, y sólo tienen una «comprensión básica» de la aritmética, aunque son capaces de detectar errores como 1+1=1 o 1+1=3.
Durante el juego, los perros son capaces de intentar engañar, de manera deliberada, tanto a otros canes como a los humanos para lograr una recompensa y, según Coren, «tiene casi tanto éxito engañando a humanos como los humanos a engañando perros».
El cerebro de los perros, una gran computadora capaz de procesar rostros

Una investigación ha determinado que los perros poseen una región especializada en sus cerebros para el procesamiento de rostros. El hallazgo proporciona la primera prueba de la existencia de una región en la corteza cerebral temporal de los perros que es capaz de seleccionar caras. Así pues, estos animales tienen una forma innata de procesar rostros en sus cerebros, una cualidad que solo había sido bien documentada previamente en humanos y otros primates.
Disponer de una maquinaria neural dedicada al procesamiento de caras sugiere que esta capacidad está integrada en el cerebro canino gracias a la evolución, y podría ayudar a explicar la extremada sensibilidad de los perros ante los signos sociales humanos.
El nuevo estudio forma parte de un proyecto que ha sido el primero en el que se han adiestrado perros para que entren voluntariamente en un escáner de imágenes por resonancia magnética funcional (fMRI, por sus siglas en inglés) y permanezcan inmóviles durante el escaneo, sin ataduras ni sedación, permitiendo así observaciones cerebrales más fiables.
En investigaciones previas de este proyecto, se identificó la región del cerebro canino que ejerce de centro de recompensa, y se constató que una región del cerebro del perro responde más intensamente a los olores de humanos bien conocidos por él que a los de otros humanos.
Para el actual estudio, los investigadores se centraron en cómo reaccionan los perros a los rostros en comparación con cómo lo hacen ante objetos cotidianos. Los perros son obviamente animales sociales, así que tiene sentido que reaccionen de manera especial ante las caras. El equipo de Gregory Berns, de la Universidad Emory en Atlanta, Georgia, Estados Unidos, se propuso averiguar si esa respuesta era aprendida o innata.
Tras los experimentos en los que seis perros contemplaron tanto imágenes estáticas como imágenes de video en una pantalla mientras eran sometidos a un escaneo mediante resonancia magnética funcional, quedó claro que una región en su lóbulo temporal respondía notablemente más a imágenes de rostros humanos y de perros que a imágenes de objetos cotidianos.
Si la respuesta de los perros fuese aprendida, por asociación de una cara humana con comida, por ejemplo, podríamos esperar ver una respuesta en el sistema de recompensa de sus cerebros, pero eso no fue así.
Viaje al encuentro de los primeros perros

Hasta ahora las razas de perro como el Husky Siberiano, el Galgo Afgano o el Chow Chow eran consideradas antiguas porque se pensaba que derivaban de los primeros perros domesticados. Un estudio internacional, que ha analizado los genomas de perros modernos y lobos, demuestra ahora que en realidad no son ancestrales sino que han estado aisladas geográficamente.
El perro es el primer animal domesticado pero aún se desconoce cuándo, cómo y por qué empezó ese proceso de domesticación. Aunque hay signos de que pudo empezar hace unos 15.000 años en Europa, Iraq, China y la península de Kamchatka (Rusia), las razas de canes no alcanzaron todos los continentes hasta hace unos 1.400 años, y no fue hasta el siglo XIX que la gran mayoría de las razas actuales empezaron a establecerse en Europa.
Para comprobar el valor de los datos genéticos modernos, un equipo internacional de científicos publica en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS)* el análisis de 49.024 variaciones individuales de ADN (SNPs) de 19 lobos (Canis lupus) y 1.375 perros (Canis lupus familiaris) de 35 razas.
“Las razas que se consideraban antiguas no comparten un linaje directo con los primeros perros domesticados”, señala a SINC Greger Larson, autor principal del estudio, e investigador en el departamento de Arqueología de la Universidad de Durham (Reino Unido).
Según Carles Vilà, uno de los autores e investigador de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC), “es común preguntarse qué razas son las ancestrales, padres de todas las demás y especialmente cercanas al lobo. Este estudio muestra que no se puede hablar de razas ancestrales”.
Las razas ancestrales, a debate
Tras comparar los datos genómicos con los restos arqueológicos más antiguos del perro, los investigadores llegaron a la conclusión de que ninguna de las 14 razas consideradas antiguas por su diferenciación genética (Akita, Alaska Malamute, Galgo Afgano, Husky Siberiano, Chow Chow, Shar-Pei, entre otros) procede de regiones en las que se encontraron los restos antiguos de perro.
“Estas supuestas razas antiguas provienen de zonas donde no había lobos (como Australia y África). Además, los restos de perros encontrados en estas zonas fuera de la distribución del lobo son relativamente recientes (de hace 1.000 y 2.000 años), mientras que en otras zonas se han encontrado restos de perros de hace 15.000 años”, asegura el investigador español.
“Algunas razas como los basenjis, dingos y perros cantores de Nueva Guinea pueden parecer antiguas porque tienen una señal genética que es diferente de la mayoría de las razas europeas”, indica Larson quien añade que llamarlas antiguas “es inapropiado ya que la única razón por la que parecen antiguas es porque no han sido cruzadas recientemente con razas europeas”.

Estas tres razas se descubrieron en áreas fuera del rango natural de los ancestros salvajes del perro –el lobo gris (Canis lupus) – y las otras razas eran de regiones donde los perros llegaron recientemente.
Según los autores, la característica común de todas las razas antiguas genéticamente distintas es la ausencia de cruce con otras razas, y todo aislamiento geográfico o cultural desde que se empezaron a formar las razas en Europa en el siglo XIX. “La característica común entre ellas es que parecen diferentes porque todas proceden de lugares remotos”, apunta el científico.
“Para la mayoría de las razas modernas este aislamiento solo se consiguió cuando se fundaron las sociedades caninas a mediados del siglo XIX e inicios del XX”, afirma Vilà, quien añade que desde entonces, para que un perro se considere miembro de una raza, tanto el padre como la madre deben ser miembros registrados de esa raza.
Comparar ADN de razas modernas y antiguas
Pero para el investigador de la Estación Biológica de Doñana, “todos los perros han experimentado una cantidad tan grande de cruces que ya no somos capaces de encontrar el camino de vuelta hacia sus orígenes y, probablemente, su comportamiento y su aspecto actual resultarían extraños para los antepasados humanos que vivieron hace sólo unos pocos siglos”.
Como las tecnologías para secuenciar el ADN han mejorado, los análisis comparativos genéticos y los genomas de antiguos perros podrían ayudar a revelar la historia de los perros domesticados, porque “los estudios genéticos de las razas modernas no han sido capaces de explicar la historia del origen de la domesticación de los perros”, dice Larson.
“No podemos basarnos únicamente en estudios sobre los perros modernos para explicar el origen de los canes, pero las nuevas técnicas que están ahora disponibles (incluidas las de antiguo ADN), pronto podrían responder a estas cuestiones fundamentales”, concluye el experto.
Para el científico español, “el estudio genético de perros modernos no es suficiente para investigar el origen de las razas”.