Poe
Relatos del mundo paralelo
Borges, Poe, Chesterton, Papini, Schwob, Hoffmann, Lovecraft y otros grandes escritores se sintieron atraídos, inspirados, por el misterio de los espejos y muchos, algunos de manera recurrente, les dedicaron parte de sus mejores páginas, ahora seleccionadas por el escritor Andrés Ibáñez.
«A través del espejo» es el título de la antología que Ibáñez ha preparado para la editorial Atalanta, un título que sugiere la inquietante idea de lo que pudiera encontrarse más allá del reflejo, la posibilidad de que éste fuese un espejismo u -otra vuelta de tuerca- la imagen elegida para la portada de la antología, un Magritte titulado «La reproducción prohibida»: un espejo que muestra la espalda de un hombre que lo mira de frente.
Así de extrañas, de sorprendentes, de absurdas o surrealistas se tornaron las páginas de maestros como Bioy Casares, Virginia Woolf Angela Carter después de que se asomaran a un espejo o, quién sabe, de que se pusieran a escribir reflejados en uno de ellos.
Andrés Ibáñez cuenta que si ha hecho esta antología ha sido porque le atraen «los reflejos, los espejos y también las sombras», tal vez porque él piensa «en imágenes» y «el espejo es un productor de imágenes y también un receptáculo de imágenes; cualquier persona enamorada de las imágenes tiene que sentirse necesariamente atraída por los espejos».
«El espejo es quizá el único objeto verdaderamente metafísico que conocemos; el único objeto verdaderamente mágico; es un objeto que duplica el mundo, que crea un mundo paralelo; como el arte; como nuestra mente», ha señalado Ibáñez al recordar que ante «la historia de las distintas culturas humanas, son pocas las que no han sentido la atracción del espejo; del espejo surgen religiones, filosofías, leyendas, teorías mágicas o científicas, sentencias morales…».
Con la excepción de «El regreso», de Walter de la Mare, un texto poco conocido y que ni siquiera está traducido, antólogo y editor han procurado no incluir fragmentos sino textos completos, lo que explica la ausencia del espejo de Alicia.
Entre los escritores más raros seleccionados, Ibáñez menciona a Arthur Quiller-Couch, «autor de uno de los mejores relatos de la colección», o al japonés Edogawa Rampo, si bien, a la hora de las sorpresas, Ibáñez ha señalado el texto de fray Bernardino de Sahagún, que cuenta aparentemente un hecho real.
Igualmente destaca textos no provenientes de la literatura, como «El basilisco de Viena», extraído de un libro sobre animales raros de Willy Ley, o el titulado «¿Son posibles los espejos de Arquímedes?», de Jurgis Baltrusaitis, que califica de «único y fascinante».
Sobre si la exactitud con la que reproduce el espejo es un valor literario, Ibáñez contesta: «Por supuesto que sí; es lo que buscamos al escribir, buscamos la exactitud en el color, en el espacio, en el mundo evocado, en la emoción; buscamos algo todavía más difícil que la exactitud: buscamos la verdad».
«Pero también lo indeterminado es un valor literario importante, la literatura se mueve entre lo exacto y lo totalmente inexacto, intentando definir lo inexacto con exactitud y revelando la fabulosa inexactitud de todo lo exacto; Lezama Lima hablaba de expresar lo indeterminado con la máxima exactitud posible», añade.
Sobre el tan citado espejo de Stendhal, Ibáñez explica: «Me gusta mucho Stendhal; en cuanto a eso de que la novela es ‘un espejo a lo largo del camino’… Si ese pensamiento le permitió escribir ‘Rojo y negro’, entonces me gusta, desde luego; recuerdo que una vez cuando estaba en el colegio dibujé este famoso espejo de Stendhal; dibujé un camino con árboles, bancos,… y un espejo con dos piernas caminando por él; la verdad es que el espejo de Stendhal es una imagen totalmente fantástica».
El clan de las letras borrachas

Scott Fitzgerald, Hemingway, Poe, Bukowski y Silvia Plath son algunos de los autores que hicieron realidad la leyenda del narrador maldito que acudía al alcohol para enfrentarse a la escritura. Una íntima relación que hoy ha cambiado y que repasa el español Carlos Mayoral en su libro «Etílico».
«(El vodka) no sabía a nada pero bajaba directamente hasta mi estómago como la espada de un tragasables y me hacía sentir poderosa y semejante a un dios», confiesa la poeta Silvia Plath (EEUU, 1932-1963) en su obra «La campana de cristal».
Este pasaje y una velada de copas con sus editores fueron la inspiración de Mayoral (Madrid, 1986) para profundizar en el vínculo entre creación literaria y alcohol en su nueva novela.
El tema que aborda «Etílico» – que edita Libros.com – admite este filólogo y colaborador de distintos medios de comunicación, está «muy trillado», aunque, siempre se había abordado desde un punto de vista «demasiado informativo y ensayístico».
Por eso, el autor se lanzó a darle forma de novela, apoyándose en «situaciones reales contadas en toda esa bibliografía trillada» para reconstruir «el pensamiento, los sentimientos y la imaginación» de los personajes desde la ficción.
Fitzgerald, Hemingway, Poe, Bukowski y Plath son los protagonistas de esta historia, por la que también desfilan otros grandes como el poeta parisino Charles Baudelaire y en la que bien lo podrían hacer otros literatos como Quevedo, Góngora o el británico Malcolm Lowry.
Y es que, «ya desde el Siglo de Oro español», el vínculo entre creación literaria y alcohol es tan estrecho que, a causa de su accesibilidad, es «casi imposible» no recurrir a él.
«Solo en la generación Beat americana y los movimientos musicales que la siguieron, como el punk o el glam, -asegura Mayoral- se utilizaba el alcohol como sustancia complementaria a la que otorgaban menor importancia que a otras como el LSD y la cocaína».
Sin embargo, desde el punto de vista del madrileño, este «gusto por el malditismo» ha perdido «autenticidad» en la literatura actual porque el escritor, que antes no gozaba de popularidad y sabía que iba a «morir pobre», es ahora «parte del producto».
«El consumo de alcohol por parte de los creadores era antes una necesidad pero -concluye- quienes enarbolan hoy esa bandera lo hacen más por una cuestión de imagen que de deseo».
Cuando seleccionó a los autores que formarían parte de «Etílico», Mayoral elaboró una lista de más de cincuenta nombres entre los que se decantó por los cinco autores antes citados porque, en sus casos, el alcohol bien fue «clave» en sus vidas, bien ejerció una «fuerte influencia» en su obra.
La impronta de la bebida en cada uno de ellos fue diferente, desde el caso de Edgar Allan Poe, a quien le sentaba «estupendamente» el consumo para escribir, hasta el de Hemingway, autor de «El viejo y el mar», quien decía que «escribía borracho y editaba sobrio».
De entre los elegidos, todos ellos estadounidenses, solo hay una mujer, Sylvia Plath, algo que se corresponde con el porcentaje femenino hallado en la primera «radiografía general».
«Nos encontramos con que había muy pocas mujeres. Es fruto de un estereotipo que no tiene que ver con ninguna cuestión fisiológica sino con el machismo histórico que ha reprimido a las mujeres a la hora de dar rienda suelta a su escritura», subraya el autor.