psicologia
La vulnerable y dulce sinfonía de la sensibilidad

A veces no es fácil, en ocasiones resulta complicado encajar en un mundo con “demasiados alfileres”, con demasiado ruido, egoísmos y dobles intenciones. Los sentidos de las personas con alta sensibilidad (PAS) son tan vulnerables como privilegiados, pueden sentir lo que otros no perciben, o hacerlo a en una intensidad tan elevada que el mundo se muestra ante ellos con un abanico de realidades que a otros, se nos escapan.
¿Qué hace en realidad que una persona con alta sensibilidad sea de esta forma? ¿Es genético? ¿Por qué sufren más que otros? ¿Por qué el amor es a la vez tan intenso y doloroso en sus relaciones? ¿Por qué disfrutan de su soledad y a la vez, sienten una profunda incomprensión desde que son niños?
Recientemente se publicó un trabajo llevado a cabo en la Universidad de Stony Brook, donde se intentaba dar explicación a las particularidades del cerebro de las PAS, y de qué modo podría diferenciarse de las personas que no lo son, o que al menos, no presentan esa apertura emocional tan característica.
Los resultados del trabajo llevado a cabo por seis investigadores fueron publicados en la revista “Brain and Behavior“, y pasamos seguidamente a descubrirte las interesantes conclusiones. Estamos seguros que te van a sorprender.
El cerebro emocional de las personas con alta sensibilidad (PAS)
Se estima que casi el 20% de la población dispone de las características básicas que definen la alta sensibilidad. Lo habitual, es que pasen gran parte de su vida sin saber que pertenecen a ese pequeño grupo de privilegiados, y a quienes, de alguna forma, les ha tocado vivir con unas “gafas invisibles” que les harán ver el mundo de otro modo, y con un corazón más abierto, a la vez que vulnerable.
Los estudios llevados a cabo en la Universidad de Stony Brook revelaron que las personas con alta sensibilidad dispone de un cerebro emocional dotado de una gran empatía. Son cerebros orientados plenamente a la “sociabilidad”, y a la unión con sus semejantes.
¿Qué quiere decir esto? Básicamente lo que se concluyó es que los procesos cerebrales de estas personas muestran una sobreexitación en las áreas neuronales relacionadas con las emociones y con la interacción: son capaces de descifrar e intuir los sentimientos de quienes tienen en frente, pero a su vez, deben enfrentarse a un problema muy básico…
El resto del mundo carece de su misma empatía, por tanto existe un claro desequilibrio respecto a su sensibilidad y la de quienes le rodean. “Se ven a sí mismos como diferentes”.
Para llegar a estas conclusiones se llevaron a cabo diferentes pruebas como resonancias magnéticas, ahí donde estudiar los procesos cerebrales de las personas diagnosticadas como PAS, de aquellas que no lo eran. Y para ello, se les expuso a diferentes estímulos para ver la actividad bioquímica y de las diferentes estructuras que conforman el cerebro. Los resultados fueron muy visibles en dos aspectos:
1. Las neuronas espejo
Estamos seguros de que ya has oído hablar de las neuronas espejo. Cumplen una función social, de ahí que estén presentes sobre todo en humanos y en primates. Situadas en la corteza frontal inferior del cerebro, y muy cerca de la zona del lenguaje, están relacionadas sobre todo con la empatía y con nuestra habilidad para captar, procesar e interpretar las emociones ajenas.
En las personas con alta sensibilidad, la actividad de las neuronas espejo es continua y muy destacable desde la infancia.
2. La ínsula
La ínsula es una estructura pequeña y alojada muy profundamente en nuestro cerebro. Se halla en la corteza insular y a su vez, está relacionada con el sistema límbico, una estructura básica en nuestras emociones, ella es quien nos aporta esa visión más subjetiva e íntima de la realidad.
De hecho, los científicos de este estudio llaman a la ínsula el “asiento de la conciencia”, ya que reúne gran parte de nuestros pensamientos, intuiciones, sentimientos y percepciones de todo aquello que experimentamos a cada instante. Y no te sorprenderá saber que en las personas con una alta sensibilidad, esta estructura “mágica” conocida como ínsula presenta una grandísima actividad en comparación con aquellos que no se caracterizan por ser PAS.
El trabajo concluye también que además de ser más receptivos a estímulos visuales relacionados con rostros humanos y emociones, presentan también un umbral más bajo a muchos estímulos físicos como luces intensas o sonidos fuertes, activándose incluso las estructuras cerebrales relacionadas con el dolor. Algo curioso, no hay duda.
No es lo que te pasa, sino lo que piensas

¿Alguna vez pensamos con qué facilidad sufrimos? ¿Cuánta vida se nos escapa sufriendo?¿Cuánta energía desperdiciamos? ¿Cuántas ilusiones y esperanzas tiramos? ¿Cuántas alegrías ahogamos?
Hablar de la inutilidad del sufrimiento puede parecer a algunas personas una provocación. Afortunadamente, cuando explicamos las claves en las que la psicología positiva del siglo XXI basa sus postulados, pasamos del rechazo inicial a la aceptación plena.
La realidad es que, sin darnos cuenta, repetimos conductas, rutinas, costumbres, hábitos…. Formas de actuar que, inexorablemente, nos hacen sentirnos mal, pero que se nos antojan imposibles de evitar.
Qué recursos nos ofrece la Psicología para evitar el sufrimiento inútil
Entre otros, destaca la Terapia Racional Emotiva, que sostiene que “las personas crean y destruyen sus propias emociones”.
Vamos a intentar ayudar, en la medida de lo posible, a ver la vida con más realismo, con más ánimo, con más ilusión, con el convencimiento de que podemos controlar nuestra propia vida y de que lo podemos hacer sin requerir ningún cambio milagroso a nuestro alrededor.
Para ello veremos que lo importante no es “lo que nos pasa”, lo crucial es lo que pensamos en cada momento. El pensamiento es previo a la emoción, y ese pensamiento es el que nos hace sentirnos bien o mal. Este hecho explica por qué las personas que han vivido o presenciado un mismo hecho experimentan emociones muy diferentes ante él: unas pueden sentirse desgraciadas, otras afortunadas, otras indiferentes…
¿Cómo actuar en situaciones límite?
Es lógico que algunas personas piensen que es imposible no sufrir ante determinados hechos: muerte de un ser querido, enfermedades graves, accidentes, “situaciones límite”, catástrofes naturales… Y, por supuesto, ¡tienen razón!, pero ¡no nos equivoquemos!; una cosa es el sentimiento absolutamente natural, espontáneo y humano que experimentamos ante situaciones dramáticas, y otra muy distinta es el pozo en el que caemos cuando parece que solo hay un camino: el de bloquearnos, sumergirnos y dar vueltas ininterrumpidamente a unos hechos que ya no tienen marcha atrás.
No buscamos el endurecimiento de las personas–¡todo lo contrario!–, pero la sensibilidad no consiste en sufrir y sufrir, sin posibilidad de superar el sufrimiento, o dejar de luchar ante los acontecimientos hostiles o difíciles, ni hundirse ante la adversidad o “tirar la toalla” en los momentos en que parece no haber esperanza.
La sensibilidad engrandece al ser humano, y acompaña a las personas auténticamente privilegiadas.
Reiteramos que lo importante en nuestra vida son los pensamientos, no los acontecimientos, pero¿cómo podemos controlar lo que pensamos?
Cómo conseguimos el control de nuestros pensamientos
Siendo conscientes de nuestros pensamientos automáticos y cambiándolos por otros más objetivos y realistas.
A nuestro cerebro le podemos enseñar y le podemos entrenar para que descubra los pensamientos racionales y los diferencie de los pensamientos automáticos y muchas veces irracionales.
Otro punto esencial será desarrollar de nuevo la capacidad para ilusionarnos.
Definamos nuestras ilusiones
¿Nos hemos preguntado qué les falta a las personas que se sienten infelices o agotadas, a las que nos dicen que ya no pueden más?¿Qué nos falta cuando nos sentimos impotentes y sin esperanzas?: Nos faltan ilusiones

Principales errores a evitar
- Sufrir inútilmente.
- Darle vueltas a un hecho que ya ha pasado.
- No aceptar lo inevitable.
- Complicarnos la vida inútilmente.
- Expresar todo lo que pensamos.
- Creer que siempre estamos en posesión de la verdad. Quien siempre cree estar en posesión de la verdad demuestra una ignorancia suprema, y una arrogancia intolerable.
- Echar la culpa de lo que nos pasa a quienes nos rodean.
- Querer arreglar las cosas efectuando cambios drásticos en nuestra vida.
- Vivir las contrariedades y los imprevistos como tragedias.
- Pensar que “lo nuestro” no tiene solución.
- Dejarnos contagiar por el pesimismo reinante.
- Agotarnos física y mentalmente. Pretender llegar a todos los sitios.
- No ser conscientes de nuestros límites.
Reglas de oro
- Creer en nosotros mismos.
- Intentar “sentirnos bien” cada día.
- Ser conscientes de que la felicidad está en nuestras manos.
- Seguir confiando en nosotros en los momentos difíciles y convertir las crisis en nuevas oportunidades.
- Coger distancia para ser objetivos y aprender a observar y actuar de forma racional.
- Convertir cada día en un nuevo aprendizaje.
- Ante la irritación, autocontrol.
- No insistir en los errores de siempre.
- Aprender a ser realistas. Conocer nuestras posibilidades y nuestras debilidades.
- Premiarnos de vez en cuando, y siempre que nos encontremos en baja forma.
- Aceptar que no somos dioses. (No podemos arreglarlo o controlarlo todo).
- Utilizar el sentido común.
- Fomentar el sentido del humor.
- Asumir que estamos aquí para aprender a ser felices, no para sufrir.
El inseparable copiloto emocional

Las emociones básicas juegan un papel protagonista a lo largo de nuestra vida. Son los conductos a través de los cuáles manifestamos la situación en la que se encuentra nuestro estado anímico. Nuria Javaloyes, psicóloga y psicooncóloga del Hospital Quirón de Torrevieja, explica cuáles son las funciones y cómo se manifiesta cada uno de estos sentimientos.
Amor
- Función. Gracias al amor creamos nuestros vínculos afectivos desde el nacimiento, necesarios para el crecimiento emocional sano. También, gracias a esta emoción, elegimos a nuestra pareja para formar una familia.
- Localización en el cuerpo. Este sentimiento no se localiza solamente, como solemos imaginar, en el corazón. Al estar enamorado nuestro cuerpo se convierte en un escaparate en el que se muestran los cambios químicos que se producen a nivel interno.
Alguno de estos cambios son: mayor nivel de endorfinas, reducción en los niveles de cortisol, incremento de la producción de dopamina, ocitocina y norepirefina, aumento de los niveles de estrógenos y liberación de malatonina.
- Canal de expresión. Gracias al incremento de la producción de dopamina, ocitocina y norepirefrinal, nos vamos a sentir mucho más felices y a gusto con nosotros mismo y vamos a valorar más las pequeñas cosas de la vida.
- Los beneficios para la salud son múltiples: se produce una mejora en nuestras defensas, disminuyen los niveles de estrés, desciende el riesgo de enfermedades cardiovasculares, rejuvenece nuestra piel, nos da vitalidad, nos hace estar más guapos y aumenta nuestra autoestima.
Rabia
Si no manifestamos rabia, tiende a acumularse. Por lo general, “las mujeres tienen más problemas para exteriorizarla que los hombres, ya que en el caso del sexo femenino está peor visto manifestar este tipo de emociones”, afirma Javaloyes.
- Función. Este sentimiento nos ayuda a adaptarnos y a proteger lo que es nuestro.
- Localización en el cuerpo. La rabia se suele acumular en la tripa o en el pecho. En muchas ocasiones también en brazos y piernas ya que “nos ayuda a ir contra quien nos genera esta emoción o quien nos hace daño”, explica.
- Canal de expresión. Según explica la especialista, “muchas veces pagamos nuestra ira contenida con quien más confianza tengo y con quien menos se lo merece”. Antes de proceder a esto recomienda hacer deporte como boxeo, zumba o body combat ya que nos ayudará a que el nivel de rabia disminuya y a ser más asertivo con los demás.
Alegría
- Función. Esta emoción nos ayuda a ser más creativos y a la vez tiene mucho que ver con la existencia de la especie humana.
- Localización en el cuerpo. Se trata de una activación general en todo el cuerpo que provoca que no podamos estar quietos.
- Canal de expresión. Los más pequeños, al no estar socializados, son grandes amigos de cómo expresar la alegría en estado puro. Es decir, “cuando un niño está contento se pone a bailar o reír sin importarle lo que piensen los que están a su alrededor”, señala la psicóloga.
“Parece que se nos permite más estar contentos que tristes, por eso, expresar y compartir la alegría no suele generar ningún problema, al contrario que la tristeza que supone una preocupación en los que nos rodean”, afirma.

Tristeza
- Función. Es la emoción que nos ayuda a reparar las pérdidas. La tristeza está constantemente presente en nuestra vida, a medida que vamos creciendo vamos perdiendo parte de nuestra vida y los cambios se suceden de manera progresiva en el transcurso de nuestra existencia. Es un sentimiento necesario para vivir y para poder afrontar aquello que nos viene de frente.
- Localización en el cuerpo. La ubicamos en el pecho o en el corazón y en ocasiones tenemos la sensación de respirar con dificultad.
- Canal de expresión. Este sentimiento lo podemos manifestar a través del llanto. Cuando estamos en este estado tendemos a escribir o a realizar actividades que nos ayudan a desahogarnos.
Miedo
- Función. La principal función del miedo es la de la protección. Gracias al miedo sentimos que una situación es amenazante y el cuerpo instintivamente se pone a nuestro servicio.
- Localización en el cuerpo. Esta emoción por lo general tiende a paralizarnos. Los síntomas provocados por el miedo suelen ser taquicardias, sudoración, palpitación, boca seca, temblores… el cuerpo se pone a nuestro servicio cuando estamos expuestos al peligro.
- Canal de expresión. Se manifiesta mediante una actitud paralizante que provoca confusión o huida.
El miedo se mide en una escala de 0 a 10. La experta afirma que “todos tenemos miedos” y que, además, “es bueno sentir temor hacia ciertas cosas”. Aunque alerta de que padecer miedo de intensidad 10 puede llegar a convertirse en un grave problema ya que “a ese nivel estaríamos hablando de un ataque de pánico”, por lo que “mantenerlo de 4 a 6 es lo más adecuado”.
“Es primordial reconocer y exteriorizar estas cinco emociones, ya que gracias a estas dos premisas, aprenderemos a gestionarlas de manera adecuada”, concluye Javaloyes.
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