racismo
Antídotos contra la nueva cara del fascismo

El filósofo holandés Rob Riemen, fundador del Nexus Instituut, considera necesario «llamar al fascismo por su nombre» y propone los valores de un «humanismo europeo» como arma para combatirlo, según explica.
Riemen, autor del ensayo, «Para combatir esta era. Consideraciones urgentes sobre fascismo y humanismo» (editado en catalán por Arcadia y en castellano por Taurus), considera «ridículo y estúpido» decir que esta ideología «es algo del pasado» o usar palabras alternativas para referirse a ella como «populismo o extrema derecha».
El filósofo subraya, igualmente, que algunos pensadores del siglo XX, como Albert Camus y Thomas Mann, ya advirtieron de la permanencia del fascismo más allá del final de la II Guerra Mundial.
«Puedes compararlo con el cuerpo humano: la sociedad es un cuerpo político y si no lo cuidas puede enfermar», afirma el autor, y añade, evocando a «La peste», de Camus, que se trata de «una especie de virus» que se expande y evoluciona: «el fascismo no volverá con uniformes negros y esvásticas», dice.
Para Riemen, el espíritu de la «democracia real» desborda las instituciones y consiste en «hacer justicia a la dignidad de cada ser humano» y «elevar a los ciudadanos» mediante un gobierno y una sociedad centrados en la educación, las artes y las humanidades.
«Esto viene acompañado de la responsabilidad de usar nuestra propia libertad para vivir una vida mejor nosotros mismos y para cultivar los valores espirituales y morales», explica.
Sin embargo, el filósofo denuncia que en la «democracia de masas actual» predominan los «valores comerciales: eficiencia, productividad y beneficios», y «las personas ya no cultivan sus propias mentes».
Si «fomentas el odio y el miedo continuamente y juegas a señalar a otros como culpables, sean migrantes o judíos», cuando la sociedad se ve «golpeada por la crisis económica que hace sentir inseguras a las personas», la violencia acaba surgiendo, afirma.
Como solución, Riemen apela a la tradición del «humanismo europeo» y a la teoría política de la socialdemocracia que, por un lado, «acepta que es necesaria una especie de economía capitalista y de intercambio comercial» y, por otro, considera que la «máxima prioridad del gobierno es cuidar a la gente, a los más vulnerables».
Se trata de buscar los «valores universales de justicia, belleza y bondad» que atraviesan fronteras y nacionalidades y pueden encontrarse, bajo distintas formas, «en la cultura japonesa, china o aborigen».
«Nuestra auténtica identidad es lo que tenemos en común y nos hace ciudadanos del mundo: todos podemos crear belleza, todos podemos y debemos hacer justicia» afirma y se desmarca así de cualquier forma de «eurocentrismo».
El filósofo recupera el concepto de «verdad metafísica», que no puede ser definida por la ciencia y la tecnología, y reivindica la importancia de las artes «para expresar nuestro yo interior: nuestros miedos, nuestras frustraciones y esperanzas».
Riemen lamenta la respuesta negativa de las «elites políticas e intelectuales» a su anterior ensayo, «Nobleza de espíritu» (Taurus, 2017), y considera que «forman parte del problema» dado que «no tienen interés por un cambio profundo en nuestra sociedad».
«El fascismo va de abajo hacia arriba, así que la lucha contra él ha de ir en la misma dirección», afirma.
El filósofo, nacido en una familia humilde, reconoce que es difícil convencer a una población empobrecida y con necesidades materiales sobre la importancia de los valores espirituales.
En este sentido, considera que «una sociedad completamente capitalista, sin justicia social, nunca podrá cultivar el espíritu de la democracia».
‘Revival’ de la noche de las capuchas locas

Las siniestras historias del Ku Klux Klan forman parte del legado de la intolerancia, pero el odio racial que enarbolaban no solo no ha desaparecido de los pequeños pueblos del sur de Estados Unidos sino que, por el contrario, se ha “expandido” a los latinos, asegura Kristin Gore, autora de “La dulce Jiminy“.
Kristin Gore, hija del exvicepresidente de Estados Unidos y Premio Nobel de la Paz Al Gore, conoce bien el poder desde dentro, y, tras retratar de forma humorística los intrincados recovecos de la Casa Blanca y sus habitantes en sus dos primeras novelas, se adentra en un pequeño pueblo del Mississippi en su tercera obra.
“La dulce Jiminy”, editada en castellano por Suma, pone un toque de humanidad y de esperanza en un futuro más justo frente al espíritu reaccionario que aún sobrevive en esas zonas y que se vuelve hostil ante las personas que, como la protagonista del libro, pretenden cambiar décadas de complicidad, amenazas y ocultamiento.
Gore cuenta la historia de Jiminy, una desencantada joven que, a los 25 años, abandona sus estudios de Derecho y se refugia en casa de su abuela en Mississippi. Descubrir a los autores de un antiguo doble crimen sin resolver, la muerte del marido y la hija de la mujer de raza negra que trabaja en casa de su abuela, es el revulsivo que la transformará en una intrépida luchadora contra las injusticias raciales.
“Hace unos seis años empecé a ver artículos de historias reales de antiguos miembros del Ku Klux Klan, que tienen ahora entre 80 y 90 años, que les están llevando a juicio para que paguen por los crímenes que cometieron hace cincuenta años. Y tuve la necesidad de investigar más”, explica la autora, para añadir que su intención inicial no era escribir una novela.
Se dirigió a los estados del sur para entrevistarse con las personas que habían padecido ataques racistas y escuchar sus historias, “tan desgarradoras como sorprendentes”.
Pero lo más sorprendente, asegura Kristin Gore, es que sigue pasando. “Hay historias que ocurrieron hace cuatro o cinco años nada más. Chavales negros me contaban que en el jardín de su casa habían plantado una cruz y la habían quemado, simplemente porque estaba saliendo con una chica blanca”, dice.
Además del racismo contra las personas de raza negra, la novela refleja también otra realidad actual, el rechazo que existe contra los latinoamericanos.
“Desde los últimos diez años ha habido un cambio en el racismo, ya no es tanto entre blancos y negros, sino que como han recibido una gran ola de inmigrantes latinos, son a los que están pasando ese odio racial que había contra los negros en los sesenta. El racismo se ha expandido”, advierte.
Una situación que puede agravarse aún más con la crisis económica, ya que “hay muchas actitudes de base racistas que encuentran en cualquier otro aspecto su combustible para exacerbarse”, recalca la escritora que asegura que por ello son necesarios “líderes tanto políticos como culturales que ayuden a que no se entre en esta dinámica que alimente más odio”.
Para Kristin Gore, el ex presidente de Estados Unidos, Barack Obama, hizo cosas muy buenas en este sentido porque fue “un personaje-transformación”.
La hija de Al Gore, también guionista de cine y de programas televisivos como Saturday Night Live, admite la influencia de la política en su producción literaria y recuerda que sus dos primeras novelas reflejaron ese mundo, pero en un tono de comedia.
En el año 2000 estaba muy desilusionada y “La colina de Sammy” y “Sammy y la Casa Blanca” le sirvieron para encontrar una “conexión positiva con la política” y para recordar que conoció a personas “que se dedicaron a una causa para intentar cambiar el mundo de la mejor manera posible”, explica Gore, que confiesa sentirse muy orgullosa de su padre.
Kristin Gore prepara una nueva novela cuya trama ha eludido desvelar. Lo que no sabe es si en el futuro resucitará a Sammy, que la llevó a estar en la lista de los libros más vendidos de The New York Times.