ramon y cajal
La Ciencia Ficción del ‘Doctor Bacteria’

Santiago Ramón y Cajal era un apasionado de la arqueología, la astronomía, la literatura o el ajedrez, una faceta humanística que no siempre ha sido reflejada por los medios que han representado su figura. Un estudio en el que participa la Universidad Complutense de Madrid analiza su imagen en la literatura, el cine y la televisión, tras revisar decenas de obras sobre la vida del científico.
“El cine y la televisión muestran una imagen bastante fiel de Santiago Ramón y Cajal, aunque la película Salto a la gloria (1959) tiene afán de mostrarlo como héroe nacional, omitiendo, por ejemplo, que el Premio Nobel que obtuvo el científico en 1906 fue compartido con el científico italiano Camilo Golgi”, indica Jesús María Carrillo, catedrático en el departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico I de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
En un estudio publicado en la Revista de Neurología, Carrillo y Susana Collado-Vázquez, investigadora del departamento de Fisioterapia, Terapia Ocupacional, Rehabilitación y Medicina Física la Universidad Rey Juan Carlos, han analizado decenas de artículos y fuentes documentales para saber cómo se ha representado la figura de Ramón y Cajal (1852-1934) en la literatura, el cine y la televisión.
“La serie Ramón y Cajal: Historia de una voluntad dirigida por José María Forqué y los documentales se ajustan bastante a la realidad”, destaca Collado-Vázquez. De hecho, en la serie, cuyo actor protagonista fue Adolfo Marsillach, se emplearon objetos reales que habían pertenecido al científico. Además, el guion recogía tanto su vida científica y académica como la más humanística y cotidiana.
El estudio señala que a Ramón y Cajal le interesaban la arqueología, la astronomía, el ajedrez, la literatura, la filosofía o el hipnotismo, facetas que no se resaltan en la película Salto a la gloria. “Cajal es mostrado como un genio despistado, con algunas excentricidades y entregado al 100% a sus investigaciones”, afirman los autores.
La investigación también muestra una cara menos conocida del científico como era su afición por la literatura de ficción y su incipiente carrera como escritor de este género.
El histólogo escribió novelas y relatos de ciencia ficción, como «La vida en el año 6000», aunque muy pocos llegaron a publicarse. Su estilo se asemejaba al empleado por Julio Verne o H. G. Wells, ya que combinaba el rigor científico con elementos fantásticos. Describe un mundo en el que se crea vida microbiana en el laboratorio, en el que los humanos han desarrollado modificaciones corporales según sus ocupaciones y donde está ya muy próxima la producción de seres humanos artificiales. Seres estos que serán sin prejuicios morales, sin ideas teológicas o históricas; seres perfectos capaces de cultivar la ciencia con éxito extraordinario, en palabras del propio Cajal.
Entre 1885 y 1886, cuando desempeñaba la cátedra de Anatomía en la Universidad de Valencia, escribió una serie de relatos cortos, doce en total. No los publicó entonces; probablemente esperó a que su reputación científica estuviese bien consolidada. En 1905 vieron la luz cinco de ellos en una edición limitada que circuló entre conocidos. Los publicó con el pseudónimo de Doctor Bacteria, nombre que ya había utilizado años antes en unas obras de divulgación que aparecieron en la revista La Clínica de Zaragoza.
A secreto agravio, secreta venganza; El fabricante de honradez; La casa maldita; El pesimista corregido y El hombre natural y el hombre artificial son los títulos de esos cinco relatos reunidos bajo el título general de Cuentos de Vacaciones. Narraciones pseudocientíficas. El primero de ellos, homónimo con la obra de Calderón de la Barca, refleja la influencia que sobre Cajal ejercieron los clásicos, aunque su argumento lo acerca más a El médico de su honra, del mismo autor.
Más que relatos de ciencia ficción se trata de narraciones con una trama protagonizada por científicos o un trasfondo en el que fenómenos aparentemente sobrenaturales acaban explicándose desde una perspectiva puramente racional.
“Un libro que le impactó de manera especial fue Robinson Crusoe (1719), de Daniel Defoe, por el espíritu de superación, el esfuerzo, la posibilidad de descubrir un paisaje virgen y la lucha de un hombre por vencer a la naturaleza”, señalan los investigadores.
“Algunas de sus obras de ficción científica se perdieron, otras no llegaron a publicarse y las que lo hicieron formaron parte de una edición de escasa tirada, por lo que la labor pedagógica que pretendía el científico quedó reducida a casi nada”, apunta Carrillo.
El estudio también analiza los cómics y libros que se han publicado sobre la figura del científico, dirigidos sobre todo a niños y jóvenes. “Logran acercar su figura y despiertan en ellos la ilusión por el conocimiento. Son una primera aproximación a la figura de este pionero de la neurociencia”, sostiene Collado-Vázquez.
A la caza del galeno

El arte de la caricatura y el carácter de la medicina se unen en “150 años de caricaturas médicas en España”, libro que reúne a los mejores médicos y caricaturistas españoles del último siglo y medio. Ahora podemos ver, gracias a esta investigación, las caras trazadas de Gregorio Marañón, Ramón y Cajal, Manuel Díaz-Rubio o Pío Baroja, entre otros.
Según el diccionario de la lengua española la caricatura es aquel dibujo satírico en que se deforman las facciones y el aspecto de alguien. Sin embargo, una caricatura es mucho más. Es arte e ingenio.
La caricatura se ha convertido en elemento esencial entre las hojas de los periódicos. Pueden ser elaboradas caricaturas con fondo y forma, o unos sencillos trazos que consiguen transmitirnos las más profundas percepciones del autor.
Mingote decía “La caricatura refleja la realidad, no así el retrato. El retrato puede estar falsificado”
Desde hace más de un siglo y medio la caricatura es por tanto un género valorado para el que se requieren unas condiciones psicológicas y artísticas especiales y que sólo reúnen los grandes como Forges, Peridis o el mismo Mingote.
Dicen que no todos los grandes dibujantes son buenos caricaturistas, pero que los buenos caricaturistas suelen ser grandes dibujantes.
Así se recoge en eeste libro de la Real Academia Nacional de Medicina (RANM) con el patrocinio de ASISA. Un trabajo de cuatro años de investigación con un resultado de más de 200 médicos caricaturizados.
Como cualquier aspecto de la vida y sociedad, los médicos también han formado y forman parte del elenco de personajes caricaturizados por los mejores. Y es porque la figura del médico ha sido muchas veces parte importante de la actualidad en diferentes momentos de la historia.
En España tenemos la herencia de grandes médicos como Ramón y Cajal o Gregorio Marañón, a quienes todos conocemos y también podemos reconocer caricaturizados a través del lápiz de artistas como Mingote, Bagaría, Tovar o Vitin.
Ramón y Cajal es médico y dibujante a la vez. Su pasión por el dibujo y la pintura es de sobra conocida, además de importante si se tiene en cuenta que era la forma que tenía de mostrar lo que veía en su inseparable microscopio.
Otro médico que aparece caricaturizado en el libro esconde una historia particular, además de su fundamental aportación a la ciencia. Se trata de Miguel Servet, que acabó quemado vivo junto a un ejemplar manuscrito y otro impreso de su trabajo más importante: Christianismi Restitutio, impreso clandestinamente en 1553. Pese a su trágico desenlace, para la historia de la ciencia su mayor contribución fue su formulación sobre la circulación pulmonar, la más importante rectificación que durante el siglo XVI se hizo a la fisiología galénica.
El gran dibujante de El País José María Pérez González “Peridis” agradece a los autores del libro su trabajo, “me habéis hecho el regalo de mi vida sin saberlo, porque yo era huérfano, no conocía a Bagaría, conocía a Cronos, a Ugalde, a Mingote, pero estos extraordinarios caricaturistas que tenéis en vuestro libro son los que a mí me faltaban para aprender el oficio”, pues el artista subraya que “en el libro he encontrado todo el código genético del siglo XIX y XX de los grandes caricaturistas españoles haciendo médicos”.
Según Peridis, este oficio trata de cazar. “La caricatura es una forma de cazar, y en esa cacería lo importante no es pillar una expresión, sino el carácter”
¿Y cómo se atrapa entre líneas el carácter? Pues para él “en el pequeño rictus que está entre la boca y el entrecejo: ahí está el gesto, y en el gesto está el carácter, y en el carácter está el alma”.