ramones
Punk en el muro de sonido

La grabación en 1979 del disco más vendido del grupo Ramones, «End of the Century», bajo la producción del volátil y visceral Phil Spector, fue resultado de un explosivo proceso no exento de mitos y cuya historia sube al escenario del Broadway Playhouse de Chicago.
«Me gustó la idea de esta banda, que solía pasar unas dos semanas en grabar un álbum, trabajando con el productor más exigente de todos los tiempos, que suele pasar dos semanas en una sola canción», explica el actor John Ross Bowie, escritor de la obra «Four Chords and a Gun» («Cuatro acordes y un arma»).
La puesta retrata los entretelones de la grabación del quinto disco de estudio de la banda e íconos del movimiento punk en EE.UU., un proceso que involucró manipulación, luchas violentas y un amargo triángulo amoroso, en un montaje que, aunque incluye un minirecital de 20 minutos con canciones de los Ramones, no es un musical al uso.
«Four Chords and a Gun» se centra en un momento y lugar muy específico, el cual ofrece un terreno fértil para el drama y muestra «cuánto trabajo supone una obra de arte», recalca el dramaturgo.
John Ross Bowie es conocido por encarnar a Barry Kripke, un personaje recurrente en la serie «The Bing Bang Theory», un hito de la televisión y protagonizada por personajes en los márgenes, «que habrían estado en la periferia de otros programas» pero que en el show se declaraban a sí mismos «nerds».
En los Ramones, señala, hay también algo «muy dulce y simplista».
«Están estos cuatro tipos duros, con su postura de delincuente juvenil, cuando en realidad el único delincuente genuino era (el guitarrista) Johnny. Los otros eran un poco dulces», unos jóvenes de Queens que solo querían vivir su juventud y «destilarla en su sentido más puro», explica Bowie.
Los Ramones eran conocidos por su estética cruda, mientras que Spector se hizo famoso por su técnica llamada «muro de sonido», exuberante y densa. Aun así, ambas partes conectaron.
«A pesar de las variadas diferencias en el enfoque sonoro, todo se reduce a la composición. La artesanía que lleva una canción pop de dos minutos y medio», explica Bowie.
«Una de las cosas que hizo a Los Ramones innovadores y revolucionarios, paradójicamente, fue el pie que mantuvieron en el pasado. Llevaban el rock and roll a una pureza que había desaparecido en los años 1970. Creo que Phil Spector vio eso», señala el dramaturgo.
El carácter volátil de Spector convirtió las sesiones de grabación en un infierno y es conocido el rumor de que el productor llegó a apuntar con un arma al guitarrista Johnny Ramone para que tocara un acorde, una amenaza que se rumora repitió con otros artistas como John Lennon, Leonard Cohen y la cantante del grupo Blondie, Debbie Harry.
«Como muchos abusadores, (Phil Spector) es increíblemente encantador. Adula a las personas que está tratando de aislar, para que pueda tratarlas como quiera en otros momentos», explica Bowie. «Es un comportamiento abusivo clásico», agrega.
Las historias de las tendencias del famoso productor, que en la actualidad cumple una condena por el asesinato de la actriz Lana Clarkson en 2003, han proliferado en los medios y sin ir más lejos su exesposa, la cantante Ronnie Spector, ha hablado con franqueza sobre el aislamiento y abusos que sufrió durante su matrimonio.
La obra examina además las tensas dinámicas entre sus integrantes. Mientras grababan «End of the Century», el cantante Joey Ramone pasó un periodo vulnerable ya que su novia, Linda Daniele, lo dejó y luego se casó con Johnny Ramone.
Mientras que detrás de la figura de Spector está la reflexión en torno a grandes artistas que afrontan acusaciones por abuso.
«Es difícil decir esto sin que parezca que estoy excusando lo que es un comportamiento absolutamente, cien por cien abusivo, pero me encanta ese álbum,» admite Bowie, quien resalta del disco las letras sinceras y directas.
«Hay algo increíblemente accesible sobre tres o cuatro acordes muy fuertes», admite el autor, y un fan confeso del grupo.
Los años gañanes del punk

De la misma manera que se apunta al 23 de abril de 1976 como el día de la explosión punk con la llegada a las tiendas del disco debut de los Ramones, se puede perfectamente considerar el 6 de agosto de 1996 como el momento exacto en el que todo acabó cuando Joey, Johnny, Marky y CJ apagaron sus amplificadores y solo un leve zumbido quedó fluyendo en el vacío Hollywood Palace de L.A.
Se había acabado, sin más, después de 22 agotadores años de entrega total con un total de 2.263 conciertos, según las propias notas del obsesivo y marcial guitarrista Johnny Ramone (fallecido en 2004). Había llegado el momento por diversos motivos: la banda estaba quemada tras dos décadas de batalla contra el mundo, las relaciones entre ellos no eran buenas, el vocalista Joey estaba ya enfermo (falleció en 2001) y Johnny tenía «suficiente dinero para vivir sin trabajar».
«La actuación fue la número 2.263. Estaba feliz de retirarme y de haber conseguido lo que hacía tantos años me había propuesto: tener dinero suficiente para vivir sin trabajar. Y pude vivir de los derechos de autor prácticamente sin tocar mis ahorros. Llegamos a ser más famosos tras nuestro retiro de lo que jamás pude imaginar», apunta el guitarrista en su autobiografía ‘Commando’.
Así que allí se plantó el cuarteto después de una exitosa y lucrativa gira por estadios sudamericanos en la que constataron que al fin eran reconocidos y disfrutaban del éxito. Quizás internamente, aunque no lo supieran realmente, eso también les llevó a parar la maquinaria, pues después de tanto tiempo siendo los bichos raros, habían conseguido ser iconos vivientes del punk rock y disfrutar de su merecido estatus.
Sencillamente sucedió, eso también, que hay que ser muy honesto con uno mismo para saber cuando algo se ha acabado. Y si ha habido un grupo que pueda presumir de honestidad, esos son los Ramones. «Tal vez debería haber una edad de jubilación forzosa en el rock y seguramente yo ya la había superado a los 47 cuando me retiré», reflexiona Johnny en ‘Commando’ antes de añadir: «Nunca en los noventa vi un grupo que me hiciera pensar que eran mejores que nosotros, y eso que tocábamos con buenas bandas».
Llegados a ese punto, el concierto de despedida se programó para el 6 de agosto de 1996 en el Hollywood Palace y contó con un puñado de amigos cercanos de la banda como Eddie Vedder de Pearl Jam, Chris Cornell y Ben Shepherd de Soundgarden, Lemmy de Motörhead (fallecido en 2015) y Tim Armstrong y Lars Frederiksen de Rancid. También invitaron al bajista original, Dee Dee (fallecido en 2002), que se olvidó la letra del tema ‘Love Kills’. Todo quedó registrado para la posteridad en el directo muy apropiadamente titulado ‘We’re Outta Here!’
«El concierto se filmó, lo que ya fue un problema por la presión que imponía para que subieran al escenario a tocar con nosotros algunos de nuestros invitados. Así que tuve que preocuparme de todo. Así que terminó como siempre, conmigo haciendo un montón de cosas», escribe de nuevo Johnny Ramone en sus memorias, en las que como puede apreciarse no pierde su habitual mano dura.
Una vez la música dejó de atronar y el público abandonó el lugar, los músicos hicieron lo mismo sin aspavientos, sin dramas… sin decirse ni adiós. Lo cuenta el baterista Marky en su propia autobiografía: «En el camerino no hubo adioses ni palmadas en la espalda. Estábamos a lo nuestro. Había demasiado que decir y ningún motivo para intentarlo. Me pareció que terminar con un buen concierto, sólido y profesional, era algo muy Ramones. Tocar para un aforo intermedio era muy Ramones. Hacer lo que nos gustaba entre amigos, sin ponernos dramáticos ni cursis, era muy Ramones».
Todos los integrantes del grupo hablaron sobre sus sentimientos años después en el libro ‘En la carretera con los Ramones’, concebido por Monte A. Melnick, quien fuera su road manager, asistente y prácticamente niñera. «Eso fue todo. Se había acabado. No me despedí de nadie. Quería salir de allí. Me largué, me compré un helado, volví al hotel y me puse a ver la tele», recuerda Marky.
En ese mismo libro, Johnny asegura que «es muy extraño saber que nunca vas a sentir de nuevo lo que es tocar en un escenario». «Pero es preferible dejarlo antes que subir y no ser capaz de hacerlo en el nivel que los fans esperan», destaca el guitarrista, quien agrega: «Y eso fue todo. Toqué y me las piré. No sentí mucho. Llevaba 22 años haciéndolo. De haber quedado algo más por hacer, lo habría hecho».
Por su parte, Joey reconoce en el libro de Melnick que tuvo «emociones encontradas al respecto» del fin del grupo, pues «aquello era lo que había estado haciendo durante más de veinte años», mientras que el bajista CJ señala que «el modo en que acabó, largándose todo el mundo al final de la noche, fue bastante apropiado». «Yo ni siquiera me despedí de nadie», rememora.
De nuevo toma la palabra Johnny en su autobiografía: «Tras el último acorde de la versión de ‘Any way you want it’ de Dave Clark Five, y de marcharme del Palace aquella noche, no acababa de creerme que se había acabado. No estaba seguro de que no volviéramos a tocar de nuevo pero no les dije nada a los muchachos y me fui, como había sido siempre en mi vida».
«Trataba de no sentir nada y la ira que siempre llevaba conmigo se había vuelto un afinado tono de diapasón muy próximo a la calma. Estaba listo para el resto de mi vida, aunque lógicamente sí tenía cierto sentimiento de pérdida, aunque entonces no quisiera admitirlo», añade el guitarrista, quien admite también que de alguna manera pensaba que la historia de Ramones no había acabado definitivamente.
Desvela también Johnny, por si alguien tenía alguna duda, que las rencillas internas también tuvieron que ver con el fin de la banda. «Pensaba que a los fans no les haría ninguna gracia saber que los de su banda favorita se despreciaban entre sí. Quieren creer que somos amigos, pero eso es solo cara a la galería», subraya en ‘Commando’.
En cualquier caso, tras esta última actuación en el Hollywood Palace les hicieron una gran oferta para volver a Sudamérica para dar algunos conciertos de despedida por más dinero del que jamás habrían imaginado, con lo que la opción de seguir un poco más estuvo realmente sobre la mesa. Pero Joey dijo que estaba cansado y se generó la disputa final. «Si no tocamos ahora, no vuelvo a tocar nunca más», sentenció Johnny. Y así fue. Así de ‘ramoniano’ fue el desenlace.
Memorias del último superviviente
Los Ramones pusieron fin a más de tres décadas de carrera en 1996. «Nos retiramos en el momento adecuado», afirma el baterista Marky Ramone, para quien, no obstante, años más tarde se daban las condiciones para una nueva reunión.
«Habíamos llegado a la cima y era un buen momento para terminar. De esa forma, Joey podría recibir tratamiento médico, pero creo que, si hubiésemos dejado pasar 4 o 5 años de retiro, podríamos habernos reunido de nuevo», opina el músico sobre una época en la que el punk, estilo que prácticamente acuñaron ellos, volvió a estar de moda gracias a bandas jóvenes como Green Day.
Lo dice en una entrevista con motivo de la publicación de sus primeras memorias, Punk rock blitzkrieg (Libros Cúpula).
Tardó cinco años en escribir estas páginas que arrancan en su infancia, fascinado en primer lugar por los músicos que escuchaba en su transistor RCA 3RH10, antes de descubrir en televisión a los Beatles en su mítica actuación en el show de Ed Sullivan en 1964.
«Me impresionaron, eran muy animados. Me gustaba especialmente Ringo, que era como un personaje de dibujos. Me influyó mucho», recuerda.
Marc Bell, auténtico nombre de Marky Ramone, empezó tocando con Richard Hell & The Voidoids y conoció a los Ramones de su paso por el no menos famoso local de Nueva York CBGB. Cuando comenzaron los problemas con el entonces baterista, Tommy Erdélyi, fue este mismo quien le recomendó para sustituirle en 1978 en la grabación de Road to Ruin.
«Yo tocaba mucho más duro que Tommy, pero quería mantener la intensidad original», ha explicado quien terminó grabando ocho álbumes en total, hasta ¡Adiós amigos! (1995), muchos más que su predecesor, y que asegura haberse sentido parte de la banda «desde el mismo momento en el que entró al estudio».
Parte de la mitología e historia real que les rodea tiene que ver con tumultos, adicciones, desencuentros…, pero el cuarteto que decidió compartir apellido artístico llegó a ser una familia feliz, como cantarían en uno de sus temas («We’re a Happy Family»).
«En este negocio, es normal encontrar diferencias de opiniones, animadversiones y peleas, pero se hacen las paces y se continúa. Por ejemplo, fuimos muy felices cuando nos dimos cuenta de la influencia que había tenido nuestra música en bandas de todo el mundo», asegura el músico de 59 años.
Una de las riñas tuvo como motivo la cancelación de un concierto en 1981, porque Bell, que ya entonces tenía problemas con el alcohol, no llegó a tiempo tras pasar una noche de fiesta. A causa de su dependencia dejó el grupo en 1982 y, ya recuperado, retornó en 1987.
«No fue duro tener que recordar esos tiempos, sino olvidarlos», dice sin poder evitar una carcajada, ahora que todo quedó atrás. «Hice lo que tenía que hacer y paré. Si no lo hubiese hecho, podría estar muerto», considera.
Al final ha resultado ser el único Ramone superviviente de los miembros más emblemáticos y, aunque no fue uno de los fundadores, su aporte fue reconocido cuando en 2002 fue incluido junto a Dee Dee, Joey, C.J. y el propio Tommy en el Salón de la Fama del Rock and Roll.
«Toda banda, no importa cuál, aspira al éxito comercial, porque supone llegar a más gente. Cuando oigo que un grupo dice que no quieren vender discos, no me lo creo».