robert crumb

La irreverencia hace ‘miau’

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A Crumb no le hizo ninguna gracia la mofa que se hacía del pasotismo contracultural y las pretensiones pseudo revolucionarias de Fritz, convertido en un activista civil insensato, causante de una masacre en Harlem por una arenga antirracista realizada en pleno tripi y la voladura de una central eléctrica. El disgusto de Crumb fue tal que decidió asesinar a Fritz y no volver a dibujarlo. En el último capítulo, una mujer avestruz lo mata con un picahielo, adelantándose veinte años a Catherin Tramell en «Instinto básico» (1992)
A Crumb no le hizo ninguna gracia la mofa que se hacía del pasotismo contracultural y las pretensiones pseudo revolucionarias de Fritz, convertido en un activista civil insensato, causante de una masacre en Harlem por una arenga antirracista realizada en pleno tripi y la voladura de una central eléctrica. El disgusto de Crumb fue tal que decidió asesinar a Fritz y no volver a dibujarlo. En el último capítulo, una mujer avestruz lo mata con un picahielo, adelantándose veinte años a Catherin Tramell en «Instinto básico» (1992)

Fritz the Cat (El Gato Caliente), el primer largometraje de animación calificado «X», escandalizó en su estreno, fue una especie de respuesta a la ternura de Disney y presentaba un gato contestatario que abandona sus estudios para dedicarse al amor libre, a las drogas, a matar policías y provocar disturbios. Ralph Bakshi, que definió a Fritz como un ser falso integral, tenía como propósito denunciar el progresismo hipócrita de aquellos que se rebelan contra el sistema sin ofrecer alternativas y con el único objetivo de drogarse y copular. Técnicamente el film aportó a la animación el movimiento múltiple de los personajes en la pantalla, la utilización de fotografías para representar el fondo de la imagen y el uso de sonidos reales.

El Gato Fritz de Robert Crumb es algo así como la respuesta a esas preguntas: estética de animales antropomorfos y harto más realistas que los de Disney, con una feroz crítica a la pechoña sociedad norteamericana de los años 60 y 70. Sólo basta recordar que hacia 1965, fecha de la primera aparición del felino, Kennedy ya llevaba dos años muerto y un gran número de jóvenes eran enviados a la guerra de Vietnam, además de la fuerte tensión que existía entre Estados Unidos y Rusia en la denominada Guerra Fría.

De hecho Fritz, llamado Fred antes de ser formalmente publicado, aparecería en una de sus aventuras como un agente especial de la CIA torturado por militares chinos. Por otra parte, la denominada generación Beat, en esencia integrada por escritores ansiosos de buscar nuevos horizontes creativos después de la Segunda Guerra Mundial, criticó e influyó con fuerza en la sociedad de la época, lo que se cristalizó en el movimiento hippie con su mensaje de paz, amor libre y experiencias con drogas.

Por esa misma razón no es raro toparse en las páginas de el Gato Fritz con litros de alcohol, gran cantidad de drogas, uno que otro llamado a la anarquía y la rebelión, y un protagonista que intenta follarse a cualquiera que se pase por delante, incluida su hermana. Todo esto condujo a Fritz a dos situaciones puntuales: la censura y el cine.

El responsable de tal atentado a la moral y las buenas costumbres es el reconocido maestro del cómic underground estadounidense, Robert Crumb, autor, entre otros, de Mr. Natural, American Splendor –junto al guionista Harvey Pekar- y de una inspirada versión del Génesis, además de una que otra adaptación de relatos de Charles Bukowski.

Hay algunos críticos que consideran a Crumb, quien también es músico de blues y hasta ha editado discos con su banda Cheap Suit Serenaders, el autor de cómics vivo más importante del mundo, incluso por sobre Stan Lee.

La primera aparición oficial de el gato Fritz ocurrió en el n° 22 de la revista Help!, de enero de 1965, dirigida en ese entonces por el nombrado Pekar, con la historia “Fritz comes Strong”. Tal fue el impacto de la aparición de Fritz, que la revista española Star se vio enfrentada a un cierre temporal por haber publicado sus historias en ese lado del Mundo durante el gobierno de Francisco Franco.

En Estados Unidos la cosa era diametralmente opuesta, debido a que Ralph Bashki, un reconocido talento de la animación, consiguió los derechos para dirigir una película con el personaje, aunque lo logró de una manera no muy decente: recurrió a la primera esposa de Crumb, con quien el dibujante llevaba varios años separado, y ésta no dudó en dar todas las libertades posibles para la realización del film. Este resultó un éxito, si bien hay variaciones notables con respecto a la historia original, y Robert Crumb se convirtió en un acérrimo detractor de la cinta, por lo que decidió matar al personaje en la última aparición oficial del gato en cómic, en 1972, el mismo año en el que se estrenó la cinta.

En la historia, una celosa avestruz asesina al gato Fritz enterrándole un picahielos en la nuca, después de que éste apareciera en un programa de TV hablando acerca de su éxito en Hollywood (es memorable la viñeta en la que un par de personajes lo invitan a una fiesta con… ¡Mick Jaguar!). Esto no detuvo a Bashki, quien luego produciría una secuela de la cinta llamada “The nine lives of Fritz the Cat”, dirigida por Robert Taylor, la que resultó un fracaso monetario y de crítica. Crumb nunca revivió al personaje, pues sentía que gran parte del espíritu que lo inspiró a crear a Fritz fue transgredido con aquella primera aparición en el cine.

Un gato ‘underground’

A juicio del periodista Fernando Samaniego, «cuando el movimiento de la nueva cultura o contracultura de los años sesenta recibe certificados de defunción, los lectores españoles pueden conocer la última aventura del gato Fritz, asesinado por su creador Robert Crumb en The peoples’s comics (1972)». Por tanto, continúa, «el retraso de cinco años juega un papel irónico. Crumb se aburre de su personaje, el más conocido del comic underground norteamericano, en el momento de su aceptación como superestrella, consumido por una sociedad que ya no se ve reflejada en sus peripecias. La última aventura coincide con la circulación de las obras de nuestros dibujantes de comic que, tras su primera mirada extasiada a los autores norteamericanos, realizan ideas y dibujos de su propio ambiente.La revista Star acaba de publicar un número especial con aventuras inéditas, en nuestro país, del célebre gato Fritz, un elemento que se pasea por todo el articulado de la, ley de Peligrosidad Social».

En apariencia, el Fritz cinematográfico resulta ser un friqui tan inmoral y despolitizado como el de Crumb, que solo pretende zafarse de los estudios, ponerse ciego («stoned»), apalancarse en cualquier cuchitril y zumbarse a cuantas zorritas y perritas callejeras le salgan al paso. Lo de flirtear con el lado peligroso, burlar la ley, enfrentarse a la policía, personificada en unos cerdos represores, y destruir la «maquinaria burguesa» y el odioso «sistema» mediante acciones terroristas eran las tópicas poses anti «establishment» de los friquis contraculturales de los años 60
En apariencia, el Fritz cinematográfico resulta ser un friqui tan inmoral y despolitizado como el de Crumb, que solo pretende zafarse de los estudios, ponerse ciego («stoned»), apalancarse en cualquier cuchitril y zumbarse a cuantas zorritas y perritas callejeras le salgan al paso. Lo de flirtear con el lado peligroso, burlar la ley, enfrentarse a la policía, personificada en unos cerdos represores, y destruir la «maquinaria burguesa» y el odioso «sistema» mediante acciones terroristas eran las tópicas poses anti «establishment» de los friquis contraculturales de los años 60

Otros personajes de Crumb se habían colado en varios números, dentro del delicado equilibrio entre los temas propuestos y los vigilantes de la sanidad moral. Fritz se colocó en la portada del número trece, perseguido por varios pigs-policías. En el interior, algunos momentos de la vida normal de este joven felino, universitario, sofisticado y moderno. Escenas de cama o de bosque, algo de yerba, media ,noche de orgía, contactos con anarquistas, adjetivos al sistema capitalista, atentados a la moral pública, lucha contra la represión. Todo ello con un dibujo que huye de lo artístico y un vocabulario abierto a la expresión más cotidiana. Aquellos animales no habían salido del equipo de Walt Disney. La revista aumentó lectores y Fritz fue secuestrado por la ira paterna.

Samaniego recuerda que «el comic underground de EEUU tiene su historia en humoristas pioneros como Wilson, Hayes, Shelton, Monoro, Skurski, Rodríguez Spain, Moscoso, cuyos dibujos han circulado en los últimos años, en revistas y antologías con el mismo retraso de los demás autores que se empeñaron en mostrar la realidad norteamericana».

«Robert Crumb (1943), protagonista, a veces, de sus propias historias, quiere trasladar la otra sociedad yanqui y utiliza para ello el mismo vehículo de los tebeos que ofrecen imperialismo y héroes», añade Samaniego, quien entiende que «es el tiempo de la protesta estudiantil, la defensa de los derechos civiles, la oposición a la guerra del Vietnam, la experimentación con alucinógenos, la formación de comunas, la influencia de las filosofías orientales, la música como expresión vital. La otra cultura se pone en marcha y una generación tiene vibraciones», explica Samaniego.

Los personajes de Crumb surgen del Greenwich Village o del Haight-Ashbury, sienten el asco de la gran ciudad, son los sujetos a reprimir-exterminar porque no participan del modo de vida norteamericano. Cualquiera de ellos (Mr. Natural, Joe Blow, Bo Bo Bolinski, Angelfood McSpade, Bigfbot) llevan la perturbadora idea de que hay que gozar de la vida y rechazar todas las imposiciones.

El gato Fritz, en sus inquietantes aventuras, se convirtió pronto en el más demoledor crítico de una sociedad que adquiría en los animales, su historia verdadera y sin disfraces. Lo corrosivo y lo entrañable difundieron el éxito hasta llegar al cine. En 1972, Krantz y Bashki realizan una película de dibujos animados. Poco después, el superstar Fritz, instalado en Hollywood en la antigua mansión del perro Pluto, hace declaraciones de divo: «Creo que esos chicos tienen razón en algunas cosas de las que dicen. Algunas de sus quejas sobre nuestra sociedad son auténticas. Claro que, buena parte de lo que llaman contracultura es pura falta de madurez.» Viejo y cínico, bajo el peso de la popularidad, desprecia a sus antiguas amantes. Andrea, la avestruz, le clava un picahielo. Así termina Fritz. En 1959, Crumb repartía su primera aventura por los barrios de San Francisco.

La escapada onanista de Joe Matt

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"Como suele ocurrir con todos las actividades potencialmente adictivas y compulsivas, sospecho que la tendencia al exceso se debe en gran parte a trastornos y problemas emocionales. Siempre he sentido una gran insatisfacción con el mundo y conmigo mismo, un temor constante a la muerte y una gran frustración a la hora de comunicarme con los demás", asegura Matt.
«Como suele ocurrir con todos las actividades potencialmente adictivas y compulsivas, sospecho que la tendencia al exceso se debe en gran parte a trastornos y problemas emocionales. Siempre he sentido una gran insatisfacción con el mundo y conmigo mismo, un temor constante a la muerte y una gran frustración a la hora de comunicarme con los demás», asegura Matt

Siente la misma fascinación por el trabajo que un gato por el agua, pero cuando Joe Matt se sienta en la mesa es capaz de crear obras tan adictivas como Consumido , un cómic donde el dibujante refleja su enfermiza pasión por el onanismo y su evidente incapacidad para las relaciones sociales.

«Quería hacer una crónica sobre mi vínculo con la pornografía y reflejar una época desperdiciada de mi vida, en la que lo único que hacía era mirar, copiar y editar esta clase de películas. Ese era el objetivo, captar mis enloquecedores atracones de pornografía y masturbación», explica Matt (Philadelphia, Estados Unidos, 1963).

Consumido (Fulgencio Pimentel) incluye los números del 11 al 14 de Peepshow, el ‘comic-book’ que el artista ha venido publicando desde 1992 y que ya conocía dos recopilaciones anteriores: Pobre cabrón y Buen tiempo. «La idea era hacer diez capítulos para el nuevo libro, pero al final lo resolví en cuatro porque estaba harto y no veía el momento de terminar», confiesa.

«Además, necesitaba que se publicase cuanto antes para poder sobrevivir económicamente, aunque estemos hablando de una cantidad miserable de dinero», añade.

Admite que no le gusta hacer cómics. «Es un trabajo lento, tedioso y extremadamente desagradable, sobre todo por mi tendencia compulsiva al perfeccionismo. Preferiría estar haciendo cualquier otra cosa, pero se me da muy mal buscar trabajo», explica.

Considerado como uno de los grandes autores contemporáneos del cómic autobiográfico, Matt se dibuja a sí mismo como un tipo mezquino y despreciable, un hombre inseguro y acomplejado que se masturba veinte veces diarias con las películas que le compra a su camello pornográfico.

Y mejor no hablar de su incapacidad para entablar relaciones sanas con otras personas, porque el personaje de las viñetas solo se lleva bien con sus dos legendarios compinches (los dibujantes canadienses Seth y Chester Brown) y las mujeres representan para él un arcano indescifrable.

«Como suele ocurrir con todos las actividades potencialmente adictivas y compulsivas, sospecho que la tendencia al exceso se debe en gran parte a trastornos y problemas emocionales. Siempre he sentido una gran insatisfacción con el mundo y conmigo mismo, un temor constante a la muerte y una gran frustración a la hora de comunicarme con los demás», asegura Matt.

«A todo eso se suma una sensación de aleatoriedad, injusticia, desorden y falta de sentido del universo. Los deseos no se cumplen, las metas y los logros parecen abrumadores y fuera de mi alcance, y todas las preguntas más importantes en la vida se quedan sin respuesta. El tiempo vuela, las chicas suelen rechazarme y, mientras tanto, yo me hago más viejo y calvo», apostilla el dibujante.

En más de una ocasión, el artista ha señalado su educación católica como el origen de todos sus males. «Cada vez es un recuerdo más lejano, como si me hubiera criado en una secta o hubiera sufrido algún tipo de abuso. Con el tiempo, mi percepción de aquellas enseñanzas se vuelve más y más absurda», apunta.

Arte y belleza desde el ojo de Crumb

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Esta recopilación de 20 años de trabajos de Art & Beauty Magazine, es un espejo en el que Crumb nos invita a mirarnos para reflexionar cómo hemos avanzado (o retrocedido) como sociedad
Esta recopilación de 20 años de trabajos de Art & Beauty Magazine, es un espejo en el que Crumb nos invita a mirarnos para reflexionar cómo hemos avanzado (o retrocedido) como sociedad

En los años sesenta, Robert Crumb (Filadelfia, de Pensilvania, 30 de agosto de 1943) fue uno de los fundadores del cómic underground y la figura más destacada de dicho movimiento, con personajes míticos como el gato Fritz o Mr. Natural.

Cincuenta años después este historietista, ilustrador y músico estadounidense es uno de los pocos dibujantes cuya obra puede verse, junto a Van Gogh o Picasso, en los museos más importantes del mundo, como el MOMA de Nueva York o el de Arte Contemporáneo de París.

Una obra de marcado carácter autobiográfico y autoparódico que nunca pasa de moda, y en la que el artísta ha volcado sus obsesiones como sus famosas mujeres poderosas y de curvas generosas. Un genio que ha hecho de la sinceridad y la falta de pudor una de sus señas de identidad.

Entre su producción destacan los dibujos que Crumb ha realizado durante 20 años (1996-2016) para los tres números de la revista Art & Beauty Magazine y que ahora llegan a España en un único volumen publicado por Ediciones La Cúpula.

El primer número de Art & Beauty Magazine, que apareció en 1996, era una parodia de la historia del arte que, a la vez, reivindicaba su legado. Y en la que volvía a dinamitar los cánones de belleza femenina, que la sociedad nos intenta imponer.

Un libro que también incluía numerosas citas de artistas o pensadores, relacionadas con el arte y los cánones de belleza, desde Leonardo DaVinci a Auguste Rodin, pasando por Renoir, Van Gogh, Nietzsche, Picasso, Proust, Courbet, Ingres, Rodin, De Kooning o Einstein.

Una propuesta que volvía a demostrar la audacia que Crumb ha manifestado durante toda su carrera artística, en la que nunca ha seguido las modas, consiguiendo su propio y original universo.

La segunda parte, que llegó en 2003 para «certificar lo audaz de la propuesta», plasma a través de su dibujo de trazo corto imágenes de la vida diaria o históricas, como una Serena Williams jugando a tenis o dos mujeres de la raza zulú posando en 1900.

En 2016 vio la luz la tercera y última entrega de esta revista con un material que también está compuesto por los dibujos que Crumb (Filadelfia, Estados Unidos, 1943) hizo a partir de fotografías como la de un concierto de Lady Gaga o la actriz y bailarina Coco Austin durante una sesión de gimnasio.

Y es que además de un gran artista, Crumb también ha sido uno de los mejores cronista de los cambios que ha experimentado la sociedad en este último medio siglo.

Pero ante todo, esta recopilación de 20 años de trabajos de Art & Beauty Magazine, es un espejo en el que Crumb nos invita a mirarnos para reflexionar cómo hemos avanzado (o retrocedido) como sociedad. Porque la belleza de estas imágenes y los agudos comentarios de Crumb, que las acompañan, nos descubren lo mejor y lo peor del ser humano.

Y es que estas páginas atesoran la mirada ácida y paródica de uno de los artistas más grandes de las últimas décadas.

Los malditos que Crumb trajo del infierno

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Crumb rescató en su libro a  grandes pioneros de la música popular y antecesores del Rocl and Roll
Crumb rescató en su libro a grandes pioneros de la música popular y antecesores del Rock and Roll

La música amansa a las fieras, pero el blues, el jazz y el country de los músicos estadounidenses olvidados de los años veinte y treinta no consiguieron este efecto con el rey del cómic «underground» Robert Crumb, sino que lo convirtieron en un niño obsesionado por convertir esa etapa en un álbum de cromos.

Inspirándose en la tradición de los cromos de hace más de un siglo, Crumb (Filadelfia, EE.UU., 1943) dibujó hace treinta años uno por uno a los músicos de ese período musical americano, pequeñas obras de arte que publica en español la editorial Nórdica con el título «Héroes del Blues, Jazz y el Country de Robert Crumb».

Una especie de álbum de cromos que empezó a ilustrar en formato retrato con la idea de incluirlos más tarde junto a cada LP que publicaba la casa discográfica neoyorquina Yazoo Records, propiedad de Nick Perls, amigo del ilustrador y del cineasta Terry Zwigoff, quien relata cómo la obra se convirtió en libro después de que estos dibujos fueran objeto de deseo de coleccionistas.

«Nick Perls -cuenta Zwigoff- fue quien le propuso reunir los cromos en una caja única de treinta piezas. Eso eliminaba el elemento de intercambio, pero le daba un artículo más para vender, en lugar de un complemento extra que regalar con sus insignificantes ventas de vinilos».

Estas cajas «fueron un éxito» y a lo largo de los años se reimprimieron varias veces, tanto es así que al final los derechos pasaron de Perls a otros editores y, tras su muerte, el material gráfico de los cromos, según relata Zwigoff, se vendió a un director de cine cuyo nombre no se ha hecho público.

«Héroes del Blues, Jazz y el Country de Robert Crumb», que para la editorial es una obra «tanto para amantes de Crumb como para amantes de la música», es un pequeño diccionario donde redescubrir a grandes de la música como Jimmie Rodgers o la Carter Family.

Pero también se incluyen otras bandas más pequeñas y desconocidas con las que Crumb «disfrutaba más», como «Mumford Bean and His Itawambians».

Aunque en muchas de estas imágenes se ve claramente el trazo corto e irregular de Crumb, en otras se ve una faceta más dulcificada y armoniosa rellena de colores potentes como las voces de los músicos que enamoraron al autor.

Y así, como explican desde Nórdica, los lectores también podrán saber lo que le «gustaba» al autor de obras cumbre del cómic como «Melodías animadas» o «Realmente patéticos».

Por muy «evocador» que sea este material gráfico, apunta en el prólogo Zwigoff, el CD que se regala con el libro es «la única forma» de entender lo que inspiró a Crumb a llevar a cabo este álbum convertido en obra de culto.

En esta recopilación de 21 temas se podrán escuchar las grabaciones originales de Charley Patton, Dock Boggs y Jerry Roll Morton o Carter Family, entre otros.

Melodías que se pueden disfrutar mientras se consulta esta guía musical que, en palabras del cineasta estadounidense, se convierte así en un «buen comienzo» para meterse en la mente de este icono de la cultura alternativa.

Un genio irreverente de la viñeta que, aunque sigue empuñando su pincel, lleva tiempo sin conceder entrevistas.