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Implantes cerebrales para ganar la eternidad

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Los científicos no pueden predecir cuál será el grado de conciencia de un cerebro transplantado, cómo será su inteligencia, su comprensión, y qué es lo que sentirá al darse cuenta de que es un cerebro humano transplantado en un robot
Los científicos no pueden predecir cuál será el grado de conciencia de un cerebro transplantado, cómo será su inteligencia, su comprensión, y qué es lo que sentirá al darse cuenta de que es un cerebro humano transplantado en un robot

Tres de los más prestigiosos neurocientíficos del mundo investigan sobre la posibilidad de implantar un cerebro humano en un robot. Los científicos Theodore Berger, de la Universidad de Carolina del Sur, Mikhail Lebedev, de la Universidad de Duke, y Alexander Kaplan de la Universidad de Moscú, creen rotundamente que sí será posible a corto-medio plazo.

Los tres científicos ven muy factible transplantar un cerebro humano en un robot, debido a que dicho órgano es el último que deja de funcionar tras haberse producido la muerte. Dado que durante el proceso de la muerte el cerebro “sobrevive” brevemente sin necesitar a otros órganos, Berger, Lebedev y Kaplan creen que es muy posible poder preservar indefinitiamente un cerebro en funcionamiento una vez sea transplantado a un robot o a una máquina. Además, el cerebro cuenta con la ventaja de que sus células envejecen muy lentamente en comparación con cualquier otro órgano del cuerpo humano, así que en caso de lograr el transplante, su “longevidad” dependería de la resistencia de la máquina, tal y como sucede con el cuerpo humano.

Para que esto pueda lograrse, sería necesario que el cerebro se nutriera de algún tipo de sustituto biológico de la sangre, con un sustrato hormonal, bioquímico y energético adecuado, lo cual es factible. También sería necesario un interface multicanal que permitiera un intercambio de información bidireccional entre el cerebro y una computadora, además de conectarlo a prótesis neuronales y órgamos humanos desarrollados en laboratorio a partir de células madre. Ellos piensan que todo ello será posible en no demasiado tiempo.

También piensan que será posible preservar completamente el cerebro vivo en una cámara de conservación sin que éste se vea afectado por ello. Sin embargo, lo que los científicos no pueden predecir, porque no hay posibilidad de saberlo al no existir precedentes de un proceso similar, es cuál será el grado de conciencia de un cerebro transplantado, cómo será su inteligencia, su comprensión, y qué es lo que sentirá al darse cuenta de que es un cerebro humano transplantado en un robot.

Tampoco pueden imaginar por ahora cuáles serían las implicaciones éticas que un transplante de este tipo podría llevar consigo, y si una operación de este tipo podría ser conveniente tanto para “el cerebro” de la persona que falleció, como para sus seres queridos. Los investigadores se limitan a contemplar únicamente los aspectos científicos para finalmente afirmar que en un futuro muy próximo será posible efectuar este tipo de transplante con la tecnología y los avances científicos que se están produciendo.

«Deep Learning», una revolución sin consciencia

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Aunque el “deep learning” empieza a aplicarse en el arte como una herramienta más para la creación -por ejemplo para descubrir nuevas combinaciones musicales-, las máquinas aún necesitan la información creada por los humanos para trabajar
Aunque el “deep learning” empieza a aplicarse en el arte como una herramienta más para la creación -por ejemplo para descubrir nuevas combinaciones musicales-, las máquinas aún necesitan la información creada por los humanos para trabajar

El avance de la inteligencia artificial ha llegado a dotar a las máquinas de cualidades propias del ser humano, como la intuición y la improvisación, y ha logrado que superen al hombre en tareas concretas, pero la probabilidad de que tengan consciencia de sí mismas es una quimera.

“No entendemos muy bien cómo funciona la consciencia, apenas sabemos nada de ese proceso humano. Probablemente nunca seamos capaces de construir máquinas que tengan consciencia de sí mismas”, explica el neurocientífico Greg Corrado, impulsor de Google Brain, el proyecto de inteligencia artificial de Google.

Tras sesenta años de investigación y una década de grandes avances en inteligencia artificial, “ya hay computadoras capaces de entender cosas muy básicas del mundo y de la comunicación humana”, máquinas que realizan tareas con precisión y eficacia. Las más prestigiosas universidades y compañías tecnológicas trabajan en ella.

Tan revolucionario como internet

Su impacto, según los expertos, va a ser tan revolucionario como el de internet. Sin embargo, aunque estas máquinas capaces de aprender por sí solas empiezan a mostrar rasgos propios de la inteligencia humana, están a años luz de poseer cualidades tan inherentes y determinantes del hombre como el sentido común, la consciencia o las capacidades social y creativa.

Sistemas que ya escriben poemas inéditos a partir de su conocimiento de los clásicos de la literatura universal, que ganan al juego “go” al campeón del mundo, que pueden entender el lenguaje natural o detectar qué tipo de objetos aparecen en una fotografía. En tareas muy concretas, son mejores que el ser humano.

El investigador de Google destaca los avances cosechados en el “deep learning“, esto es, sistemas que aprenden por sí mismos a partir del ejemplo y son capaces de lograr la consecución de una tarea.

Es el caso, por ejemplo, de un sistema que, tras ver grandes cantidades de fotos de gatos, puede deducir cuáles son las características definitorias de ese animal y saber cuándo aparece uno en una imagen que nunca ha visto.

Los sistemas computacionales de percepción -capaces de “ver”, “escuchar” y “entender” el mundo físico- experimentan grandes logros.

“Es la primera ciencia que ha sido capaz de crear máquinas que son, en cierta medida, intuitivas”, confirma Corrado. Son capaces de detectar patrones sin disponer de toda la información necesaria.

Redes neuronales artificiales

En el campo del “deep learning” se trabaja en redes neuronales artificiales, que son sistemas que se inspiran en el entramado neuronal para procesar la información.

Corrado explica que los sistemas de inteligencia artificial han conseguido también tener cierto grado de improvisación. Así, AlphaGo, la máquina que batió al campeón del mundo de go, ganó gracias a movimientos “sorprendentes e improvisados” tras hacer interpolación y extrapolación de los datos de que disponía. El investigador aclara, sin embargo, que no se trata de creatividad.

Aunque el “deep learning” empieza a aplicarse en el arte como una herramienta más para la creación -por ejemplo para descubrir nuevas combinaciones musicales-, las máquinas aún necesitan la información creada por los humanos para trabajar.

¿Creará la inteligencia artificial por sí sola, sin la intervención humana? “No sabemos cómo funcionan la imaginación ni el proceso del conocimiento (…). Los artistas están muy influenciados por su contexto social y su afán comunicativo y eso no existe en las máquinas. Lo que éstas puedan crear va a ser algo muy distinto de lo que consideramos bellas artes”, afina.

Sin atisbo de amenaza

Incrédulo ante la singularidad -que las máquinas superen la complejidad de la mente humana-, Corrado no ve ningún atisbo de amenaza en el uso de la inteligencia artificial y difiere de esa corriente de científicos y tecnólogos -liderados por Stephen Hawking y Elon Musk- que exige que se vigile su desarrollo para evitar malos usos y una actividad descontrolada.

“Creo que los miedos vienen de la idea de que, de alguna manera, este tipo de sistemas van a ampliar su poder sin control y eso no lo contemplo siquiera como una posibilidad remota. Técnicamente es imposible. Los ingenieros tienen un chascarrillo que dice que preocuparse por la seguridad de la inteligencia artificial es como hacerlo por la superpoblación en Marte”, subraya.

Aun así, es partidario de que exista siempre en la sociedad un debate sobre los fines de la tecnología.

Replicantes humanos al acecho

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Los robots del presente son de apariencia embaucadoramente humana
Los robots del presente son de apariencia embaucadoramente humana

Los androides, o autómatas con la figura y el funcionamiento de seres humanos han dado el salto desde las novelas, series y películas de ficción, a los laboratorios y centros de investigación, y no tardarán demasiado en compartir espacios y situaciones con las personas a cuya imagen y semejanza están fabricados.

De hecho, esta máquinas ya están en contacto habitual con el público en establecimientos como el Henn na Hotel, situado en el parque Huis Ten Bosch, en Sasebo (Japón), donde una recepcionista androide de rasgos asiáticos y pestañas parpadeantes atiende a los visitantes que se expresan en japonés, y que pronto estará acompañada de otros robots que se comunicarán con las personas en chino y coreano. Pero ¿cómo reaccionan las personas ante estas máquinas?

Psicología de convivencia

Los geminoides son unos androides controlados a distancia y desarrollados en Japón, por los laboratorios del doctor Hiroshi Ishiguro del Advanced Telecommunications Research Institute, ATR,(www.atr.jp) y la Universidad de Osaka, y que se caracterizan por su gran similitud en tamaño, aspecto y movimientos con las personas.

La denominación ‘geminoide’ se ha generalizado para designar réplicas de seres humanos operadas a control remoto, que han sido desarrollas por destacados diseñadores de robots, además del pionero Ishiguro.

Entre los geminoides más avanzados desarrollados por el doctor Ishiguro y su equipo, figuran los propotipos Geminoid HI-2 y Geminoid HI-4, que tienen la apariencia del propio Ishiguro, y los androides femeninos Erica y la serie Geminoid F.

Con estos geminoides se procura perfeccionar la interacción de los humanos y lograr que sus movimientos y comportamientos tengan la máxima naturalidad, según el ATR.

En 2014, los investigadores Mari Velonaki y David Silvera-Tawil, del Instituto Nacional para las Artes Experimentales, NIEA, (www.niea.unsw.edu.au) de la Universidad de Nueva Gales del Sur, UNSW, en Australia, efectuaron con centros de investigación japoneses, el primer estudio de lo que podría denominarse “psicología de la convivencia con androides“.

Los especialistas del NIEA midieron y compararon la confianza, percepción y actitudes de las personas respecto de los geminoides, en Australia y Japón.

Los robots geminoides, réplicas de los seres humanos, generan más confianza en los occidentales, que muestran una mayor simpatía hacia ellos y les consideran más inteligentes, en comparación con los asiáticos, según el Instituto Nacional para las Artes Experimentales (NIEA) de Australia

En esa investigación, en la que un grupo de participantes de Tokio y otro de Sidney interactuaron y dialogaron con un Geminoid F y siguieron las instrucciones que les daba esa máquina, se comprobó que los australianos confían más que los nipones en estos robots, mostrando una mayor simpatía hacia ellos y atribuyéndoles una mayor inteligencia, según la UNSW.

Ambas culturas, la asiática y la occidental, tuvieron una percepción elevada de la seguridad de los robots y no los consideraron capaces de hacerles ningún daño, pero los occidentales los percibieron como un poco menos seguros en comparación con los asiáticos, de acuerdo a ese estudio.

Otra investigación más reciente del NIEA se enfocó en contestar otra pregunta: ¿cuáles son los sentimientos de alguien que se encuentra frente a dos individuos, uno humano y su réplica robótica, sin poder diferenciarlos uno de otro a simple vista?.

En esta investigación dirigida por el investigador mexicano radicado en Australia,doctor Silvera-Tawil, acompañador del investigador Michael Garbutt del NIEA, se comprobó que las personas pueden experimentar sentimientos de ansiedad, nerviosismo e incluso de miedo.

El investigador mexicano David Silvera-Tawil, del NIEA, ha comprobado que cuando se mezcla a la gente con robots geminoides, las personas que los observan pueden experimentan sentimientos de ansiedad, nerviosismo e incluso de miedo

Humanos y máquinas ¿quién es quién?

Para la primera parte del estudio se sentó a un robot femenino denominado ‘Actroid F‘, junto a una mujer de carne y hueso, ambas con la misma vestimenta, y se solicitó al participante que las observaba que distinguiera, en un máximo de cinco segundos, si las dos “personas” sentadas en el cuarto de experimentación eran humanos o androides.

El Doctor Hiroshi Ishiguro junto a su creación, el robot HI-4
El Doctor Hiroshi Ishiguro junto a su creación, el robot HI-4

La siguiente parte del experimento se efectuó esta vez colocando a dos mujeres, una junto a la otra, con cierto parecido, y se comprobó que alrededor del 50 por ciento de los observadores respondieron que no podían confirmar en el mismo lapso cuál era un robot y quien era una persona, pese a que en este caso no había androides presentes, según Silvera-Tawil.

Actroid F está desarrollado por el profesor Yoshio Matsumoto en el National Institute of Advanced Industrial Science and Technology, AIST, (unit.aist.go.jp), de Tokio, y es una versión modificada del Geminoid F que, al igual que el de Ishiguro, es de tamaño real, tiene expresiones faciales, dialoga con las personas y expresa emociones, pero es un robot más sencillo, ligero, barato y que necesita menos energía para moverse.

La Universidad Tecnológica de Nanyang, NTU, en Singapur, ha presentado el robot humanoide Nadine, que se desempeña como recepcionista y es sorprendentemente parecida a los seres humanos, no solo en su apariencia, muy realista, sino además en sus habilidades sociales

Nadine, que ha sido desarrollada bajo la dirección de la experta Nadia Thalmann a quien se parece considerablemente, es amable y puede dar la bienvenida a los recién llegados a la NTU, además de recordar a las personas que ha conocido, sus nombres y las conversaciones que ha mantenido con ellas.

Este androide no solo sonríe al saludar, mira a los ojos de su interlocutor cuando le habla y puede darle la mano, sino que además tiene su propia personalidad, estado de ánimo y emociones, ya que puede estar feliz o triste, dependiendo de la conversación que mantenga, según la NTU.

“A medida que los países enfrentan los desafíos de una población envejecida, los robots sociales como Nadine podrían convertirse en acompañantes para los niños y ancianos en el hogar, entre otras funciones”, según la profesora Thalmann, directora del Instituto de Innovación para los Medios de la NTU.

La NTU desarrolla otro robot de telepresencia denominado EDGAR, que puede ser controlado a distancia desde cualquier punto de mundo, y proyecta en su cara el rostro y las expresiones faciales de su usuario remoto, reproduciendo en la parte superior de su cuerpo los gestos y movimientos del torso de su operador.