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El denunciante triturado por el olvido

La publicación en 1973 de ‘Archipiélago Gulag’, la obra de Alexander Solzhenitsin en la cual el escritor ruso destapó al mundo las atrocidades de los campos de concentración soviéticos, impactó en Occidente, aunque fue criticada por defensores de la URSS.
Cuando en 1970 obtuvo el Premio Nobel de Literatura, Solzhenitsin era ya una figura de la disidencia cuya obra circulaba de forma clandestina en la entonces Unión Soviética.
Pero la publicación de su obra más imponente, ‘Archipiélago Gulag’, primero en una edición rusa en 1973 en París y al año siguiente en francés, alcanzó un impacto notable. «Fue un choque. Sabíamos todo eso, conocíamos relatos de disidentes pero nunca habíamos tenido ese inmenso fresco, ese análisis sistemático del sistema, fue conmovedor», recuerda la historiadora Helene Carrere d’Encausse.
El relato de Solzhenitsin no era el primero en su género, pero por primera vez, la narración épica del escritor alcanzaba a un público masivo. «En 1973, Occidente no estaba del todo maduro para algo semejante», destacó Carrere d’Encausse. En Estados Unidos, donde por entonces la URSS era claramente un adversario, la obra de Solzhenitsin fue inmediatamente vista como «un arma de guerra contra la URSS».
«En Europa, fue más complicado, más polémico. Tuvo un éxito inmenso y al mismo tiempo, generó un debate sobre el tema ¿es eso cierto? Sobre todo porque cuando apareció ‘Archipiélago Gulag’, el sistema soviético era sólido y libraba una guerra sin cuartel» contra Solzhenitsin, explicó la historiadora.
Helene Carrere d’Encausse se acuerda de haber participado en programas de televisión en los cuales «estimados intelectuales decían que no estaba bien decir cosas como ésas durante campañas electorales en Francia». «En algunos casos fue reducido a un elemento de lucha derecha-izquierda, cuando en realidad no tenía ninguna relación», afirmó.
El 12 de febrero de 1974, las autoridades soviéticas respondieron al éxito internacional de la obra de Solzhenitsin con la expulsión de la URSS del escritor.
Erradicado de su suelo nativo, de su historia, de su cultura, y no asimilado a la «forma de vida americana», Solzhenitsyn se desintegró tanto como figura literaria como política. Su ego sobredimensionado sufrió una gran desilusión cuando regresó a la Rusia soviética pensando que sería recibido como un héroe y una especie de guía espiritual y santón del alma rusa y se encontró con la más fría y absoluta indiferencia hacia su persona. El régimen restauracionista le dio mucha publicidad, incluso un ciclo unipersonal en la televisión pública, que finalmente fue levantado debido a la baja audiencia y a la falta de interés. Solzhenitsyn, en su decadencia, había perdido contacto con las realidades soviéticas y post-soviéticas y tenía una imagen totalmente distorsionada del «glorioso» pasado progromista de los zares destruido por la Revolución «liderada por judíos», y ninguna perspectiva para el futuro. Sólo por razones pragmáticas, el régimen de Putin le brindó honores en razón de su nacionalismo, que podría ser usado en la construcción del Gran Poder y la ideología de la Gran Rusia promovida por los gobernantes del Kremlin.
En Francia, el periodista Jean Daniel, figura de la izquierda intelectual francesa, defendió desde la expulsión de la URSS la causa de Solzhenitsin. «Algunas veces entre amigos, había reticencias. Desde un punto de vista literario, como el escritor Max Pol Fouchet que no le veía ningún talento. Pero había escritores cercanos al Partido Comunista de los que se decía que si no le encontraban ningún talento era por otras razones que no eran literarias», recuerda.
«Había una reserva muy grande, un malestar. Era una época en la cual entre la ‘inteligentsia’ de izquierda, la hegemonía comunista era todavía bastante grande», recuerda Daniel, número uno de la revista francesa Nouvel Observateur. «Para la gente que no podía asociar la palabra socialismo con deportación, que consideraban que había un escándalo semántico, era insoportable», agrega.
Más cuando la expulsión de la URSS de Solzhenitsin fue acompañada, según el escritor y ex diplomático soviético Vladimir Federovsky, por una campaña de deterioro organizada por el jefe del KGB de entonces, Yuri Andropov, quien «propagó minuciosamente las tesis de que (Solzhenitsin) era nacionalista, defensor zarista y antisemita», recordó. «Como decía Andropov, hay que utilizar a los idiotas útiles. Es decir, a los intelectuales occidentales para usar palabras de Lenin», concluyó.