sexo
Extraños animales sexuales

El ser humano es el animal con la vida sexual más estrafalaria. Tanto, que le ha ayudado en el desarrollo de nuestra cultura. Con esta tesis de partida, el antropólogo Jared Diamond contesta preguntas que ni nos habíamos planteado en el que es su libro más accesible.
Jared Diamond (EE UU, 1937) comenzó estudiando el funcionamiento de la vesícula biliar. Su curiosidad lo llevó a aventurarse en áreas como la ornitología, antropología, ecología, geografía y biología evolutiva. De este popurrí surge una de las mentes más brillantes e interesantes de nuestro tiempo, ganador del Premio Pulitzer por su libro Armas, gérmenes y acero, publicado en 1997.
Ese mismo año Diamond publicaba también ¿Por qué es divertido el sexo?, un libro que puede parecer menor en comparación con su hermano en ambición y extensión. No se dejen engañar. Diamond explica la evolución de la sexualidad humana con su pasión y humor característicos y desde un punto de partida que pocos lectores se habrán planteado antes: aunque a nosotros no nos lo parezca, somos el animal con la vida sexual más extravagante. Y, en parte, por eso hemos llegado hasta aquí.
¿Por qué los hombres no dan el pecho a sus bebés, cuando tienen pezones funcionales? Si no los usan, ¿por qué tienen pezones? Ya puestos, ¿para qué sirven los hombres? ¿Por qué el ser humano tiene un pene gigantesco en comparación con el de otros primates? ¿Por qué tenemos sexo en privado y no en público?
Son algunas de las preguntas a las que Diamond responde en su libro más ameno, que sirve como una estupenda introducción a la filosofía de un autor que, sin resultar denso, tiende a obras enciclopédicas y poco ‘veraniegas’. Los lectores que quieran introducirse en el fascinante trabajo de Diamond no encontrarán un mejor punto de partida, con la salvedad del también breve –aunque más complejo– Sociedades comparadas.
Diamond nunca da puntada sin hilo. ¿Por qué es divertido el sexo? es mucho más que el clásico compendio de curiosidades científicas. El investigador defiende que entender cómo ha evolucionado la sexualidad humana sirve también para comprender otros de nuestros rasgos característicos, como la cultura, la capacidad de hablar, la relación entre padre e hijo y hasta el dominio de herramientas.
“Los paleontólogos atribuyen normalmente la evolución de estos rasgos a nuestra adquisición de cerebros más grandes, así como a la de la postura erecta. Yo mantengo la teoría de que nuestra estrafalaria sexualidad fue asimismo esencial para su evolución”, sostiene Diamond en el prefacio del libro.
Durante el camino en el que Diamond nos convencerá –o no– de esa idea, descubriremos que los hombres son capaces de lactar, que el pene en erección de nuestros ancestros medía unos 4 centímetros y que las mujeres ‘ocultaron’ su ovulación a sus parejas para proteger a sus crías del infanticidio, y con ello abrieron las puertas al sexo recreativo, la monogamia y los cuidados familiares.
La vida sexual de los primates
La monogamia no se da en ningún primate social que viva en grupos, a excepción, según defiende el discurso convencional, del homo sapiens. Además compartimos otro rasgo común bastante significativo con chimpancés y bonobos, el bajo diformismo sexual entre macho y hembras, del que se deduce que la competencia sexual entre machos tuvo que ser bastante escasa, ya sea por el establecimiento del sistema monógamo o por un sistema de apareamiento multimacho-multihembra. Por otro lado, también es interesante apuntar que normalmente las especies más inteligentes de simios, son aquellas que tienen una alta sociabilidad.
En cuanto a la duración media de la cópula, el homo sapiens es el primate que más tiempo emplea, entre 4 y 7 minutos, le sigue el gorila con sesenta segundos, el bonobo sólo emplea quince segundos mientras el chimpancé lograr la eyaculación en tan sólo siete segundos.
Pero si la evolución es una constante competición ¿dónde se produce esta competencia entre las especies de múltiples apareamientos? Pues en el interior de la vagina de las hembras, ya que los machos que produzcan más y mejores espermatozoides tienen más posibilidades de dejar descendientes. Esto ha debido favorecer un aumento del tamaño relativo de los testículos y del tamaño del espermatozoide.
Y es que el pene sigue siendo un verdadero misterio, se han buscado muchas explicaciones del porqué de su tamaño y su forma. Una de las explicaciones más difundidas es que su forma y tamaño son perfectas para retirar el semen de otros machos tras eyacular. Se trataría de una adaptación anatómica para una época en la que las hembras copulaban con varios hombres con pocas horas o días de diferencia. Esto explicaría también el por qué de la existencia del glande: otra de las características anatómicas que nos distingue de los primates.
En cuanto a nuestros testículos, recordar que sólo las especies más promiscuas, es decir, humanos, chimpances y bonobos, tenemos escroto externo. El resto de especies de primates, con alguna excepción, tienen testículos interiores. Es evidente que tener los testículos exteriores es una solución evolutiva muy costosa, sobretodo por el mayor riesgo de vulnerabilidad que padecemos al tener los testículos al descubierto.¿pero qué ventaja nos aporta? Al mantener los testículos unos grados por debajo de la temperatura interior del cuerpo, permite que se acumulen espermatozoides fríos y que éstos se conserven durante más tiempo en buen estado.
Por otro lado, nuestros testículos son más pequeños que los de chimpancé y bonobos, pero mucho más grande respecto a gorilas y orangutanes. ¿Dónde nos deja esto? En una encrucijada donde detractores y partidarios de la monogamia y/o poligamia del homo sapiens encuentran argumentos a favor o en contra de sus teorías. Aunque, como desgraciadamente, los testículos son un tejido blando y no dejan registro fósil, no podemos saber, como han ido evolucionando nuestros testículos y si la tradicional monogamia ha traído un descenso del tamaño de éstos en pocos miles de años.
Para seguir repasando las características sexuales de los primates es importante trazar algunas apuntes sobre el orgasmo femenino. Recordar que el clítoris es el único órgano del cuerpo cuya única función es proporciona placer, a partir de este dato, podemos preguntarnos porqué la evolución ha dotado a muchas hembras de mamífero de este órgano tan peculiar, parece claro que su fin está enfocado a facilitar la receptividad de las hembras y a que éstas busquen repetir las relaciones sexuales, fomentando la competencia espermática.
Además no podemos obviar que el orgasmo femenino es un rasgo compartido por otras especies de primates, y además casualmente parece ser que las especies más orgásmicas resultan ser además las más promiscuas, como es el caso de macacos, bonobos y chimpacés.
Redención y muerte tras el despiporre

«Lovelace», la película protagonizada por Amanda Seyfred en 2013, devolvió al centro del interés mediático a Linda Susan Boreman, nacida en Nueva York en 1949 y muerta a causa de un accidente automovilístico Los Ángeles en 2002, a los 53 años.
Su trágica desaparición aumentó la leyenda que rodeó su figura tras convertirse en un estandarte de la revolución sexual en los Estados Unidos, tras «Garganta profunda», el primer filme pornográfico hardcore de la historia, sacudiera las buenas conciencias en los 70.
Eran los tiempos del Watergate, cuando la sociedad estadounidense entendió que un Presidente también podía mentir, una pérdida de inocencia que de todos modos no impidió la dimisión de Richard Nixon en 1974. Aunque los pobladores de la nación más poderosa del mundo, inmersos en la Guerra Fría y en el boicot olímpico, no estaba para sustos, recibieron de buen grado el filme de Gerard Damiano protagonizado por Linda Lovelace (nombre artístico de la Boreman) y Harry Reems (1947-2013).
No sólo el filme se convirtió en el más popular en la historia del cine porno, ocupando por ejemplo la portada de la revista Time, sino que también resultó el más rentable, con 47 mil dólares de inversión contra 600 millones recaudados. Los actores, que recibieron una magra paga por su trabajo, nunca pudieron superar el estigma de la película y poco más hicieron luego de su participación en Garganta profunda, también la forma que los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein bautizaron a su investigación sobre el caso Watergate.
Cuando hizo el filme, Linda Lovelace tenía 21 años, una película de porno aficionado en su haber y el deseo de convertirse en una estrella de cine convencional, un sueño que jamás pudo cumplir. Por su trabajo en «Garganta profunda» cobró 1250 dólares, una brizna en el mar de oro que hizo millonarios a los productores del filme.
Fue la autobiografía «Ordeal» lo que le dio a la atractiva mujer una fama extraordinaria. Allí no sólo contaba las técnicas de felación utilizadas empleadas en la película que todavía es referencia del género, sino también los abusos de que había sido objeto por parte de su primer marido, Chuck Traynor, quien muchas veces la obligaba a punta de pistola a filmar ciertas escenas, acusaciones que nunca fueron demostradas. De hecho, Traynor (1937-2002), fue una importante figura en la industria del porno, contra la que Linda luchó toda su vida haciendo causa común con los grupos feministas.
Linda Susan Boreman nació en Nueva York el 10 de enero de 1949 y aunque fue famosa, más lo hizo por el lado oscuro de la celebridad y su desempeño en el mundo de la pornografía, una actividad que le dejó secuelas graves de salud –tumores a causa de las inyecciones de siliconas, por ejemplo- y no pocos problemas emocionales y psicológicos.
En 1970 contrajo hepatitis a causa de una transfusión sanguínea y en 1987 salvó su vida con un trasplante de hígado. En 1974 se casó con Larry Marchiano, padre de sus dos hijos y de quien se divorció en 1996. En 1980 publicó «Ordeal,» la feroz autobiografía en donde pudo verse que su vida era de todo menos armoniosa.
También compartió numerosas veces sus vivencias en foros y escribió un nuevo libro llamado Out of Bondage (1986). El 22 de abril del 2002 Linda Lovelace falleció a causa de las heridas ocasionadas por un accidente automovilístico que la había dejado en coma 19 días antes.
En 1979, el abogado Victor Yannacone indicó que los profesionales que intervinieron en ‘Garganta profunda’ golpearon y abusaron sexualmente de su cliente, a la que forzaron a realizar todo aquello que imponía el guión por ellos ideado. El letrado, que pidió el control de los asuntos financieros de su defendida, aseguraba que Linda Lovelace fue asaltada reiteradamente. La denuncia fue sorprendente, porque hasta el momento se había asumido que Linda Loveláce .intervino de grado en la popular y denostada película, en la que el título hace referencia a los supuestos poderes sexuales de la garganta, de la actriz. Linda Lovelace, además, escribió un libro sobre esta experiencia: ‘Inside Linda Lovelace’, que en España fue publicado en 1977 por la Editorial Cupsa (filial de Planeta), con el título ‘Dentro’.
La película se popularizó sobre todo a raíz de los juicios realizados contra los distribuidores en varios países, donde se consideró que la pornografía contenida en el filme superaba los límites hasta el momento aceptados. En Gran Bretaña, elj uicio fue en 1976, contra el libro escrito por Linda Lovelace. Un jurado formado por personas menores de cuarenta años no lo consideraron pernicioso para la moral pública.
En ese libro, Linda Lovelace no mostraba arrepentimiento alguno acerca de las actividades que tuvo que realizar en el filme ni da muestras de que no hubiese disfrutado llevándolas a cabo. Al contrario, en un apartado filosófico, de ‘Dentro’, la señorita Lovelace aseguraba que para que la educación de los niños fuera más completa, ella eliminaría de la televisión todos aquellos programas en los que estuviera presente la violencia y emitiría sólo aquéllos relativos al sexo. En el libro, Linda Lovelace ratificaba el que parecía ser el invento principal de su personaje: la garganta; en la garganta profunda se hallan los órganos sexuales femeninos. Los jueces británicos que se enfrentaron procesalmente al libro, aseguraron que esta convicción podía conducir a las mujeres a la asfixia.
En el libro ‘Ordeal’ (1980) contaba cómo pasó de ser Linda Susan Boreman, la hija de un policía criada en Yonkers (Nueva York) y educada en varios colegios católicos, cuya máxima ambición era ordenarse monja, a convertirse en Linda Lovelace, la primera gran estrella del cine para adultos, gracias a la película ‘Garganta profunda’ (1972). Pero también la importancia que tuvo en el proceso Chuck Traynor, marido y manager, que, siempre según Lovelace, la forzó a rodar la película punta de pistola y la prostituyó hasta que logró separarse de él.
Después rodaría una olvidable segunda entrega de ‘Garganta profunda’ (‘Deep throat II’, 1974) y la comedia erótica ‘Linda Lovelace’. Candidata a presidente (Claudio Guzmán, 1974), que explotaba su fama como estrella X, para abandonar el cine y regresar a la vida pública alineada con el movimiento feminista radical y como furibunda activista antiporno, hasta el punto de declarar ante la Comisión del Congreso de los Estados Unidos que investigaba el mundo de la pornografía por orden del presidente Ronald Reagan. «Cuando ven la película, están viendo cómo soy violada», llegó a afirmar. Su éxito fue efímero y se benefició de la acogida favorable de ‘Garganta profunda’ por parte de la comunidad intelectual, que consideraba el porno una forma de libre manifestación artística y se oponía a la persecución censora que sufrió una cinta que no llegaría a España hasta 1984, coincidiendo con la puesta en marcha de las primeras salas X.
Zarandajas pecaminosas en el románico

El sexo, la masturbación, el adulterio y la homosexualidad en la Edad Media es analizada a través del libro «Arte y sexualidad en los siglos del románico», que reúne textos de siete investigadores en torno a imágenes románicas con fuerte carga sexual.
La obra editada por la Fundación Santa María la Real ahonda en la comprensión de estas piezas desde el punto de vista religioso y el acercamiento a la sociedad medieval.
Las esculturas románicas representan a hombres que muestran su pene erecto, mujeres que enseñan su vagina, parejas besándose o «muchos ejemplos de las escenas obscenas» que aún encontramos en arelos y pilas bautismales.
La publicación abre con el ensayo de Iñaki Bazán que aborda el concepto de sexualidad transgesora con especial atención con el adulterio, castigado en el plano moral, a través del pecado, y la justicia, como un delito.
Estas teorías buscan avanzar en el conocimiento de una temática tan sorprendente como cautivadora, por lo que no supone un punto final.
Miguel C. Vivancos aborda la sistematización de las penas y castigos para perdonar los pecados siguiendo libros penitenciales de algunos monasterios. En este escrito se muestra que el «aborto o infanticidio» no eran considerados pecados sexuales, sino se equiparaban al «homicidio» y se castigaban con penas de muerte, reducidas después a excomunión perpetua o diez años de penitencia.
Por otro lado, la homosexualidad masculina era considerada más grave que el adulterio, el incesto, la fornicación, el bestialismo, la masturbación o el lesbianismo.
Paloma Moral se dedica en su ensayo la relación entre la medicina y la religión. En la Edad Media esta materia sirvió para ahondar los problemas que podía ocasionar la castidad. Los clérigos no podían masturbarse, mientras las religiosas sí podían siempre que la practicaran con su propia mano o con un consolador de fabricación especial.
El texto de Alicia Migueléz aborda cómo el lenguaje gestual plasmado en las piezas contribuye a la Historia de las Emociones; Miren Eukene Martínez se adentra en la figura de la mujer como símbolo de la lujuria.
Este pensamiento misógino cristalizó a finales del siglo XI y que tuvo como impulsores a monjes y clérigos que hicieron de la naturaleza femenina un «sinónimo de tentación, sexo y pecado», indica Pedro Luis Huerta.
Ee el penúltimo trabajo del libro, Agustín Gómez estudio las escenas de la concepción, gestación, alumbramiento y lactancia. Se aborda desde la perspectiva divina, a través de la virgen María, y el pecado en alusión al realismo de escenas procaces o grotescas.
José Luis Hernando cierra la obra con un texto que interpreta las representaciones obscenas y su valor apotropaico, es decir, para nautralizar las fuerzas del mal.
Carrera por el intercambio de flujos

La ciencia lo desmiente: los polos opuestos no se atraen, sostiene Daniel Gilbert, un profesor de Harvard que aduce estudios científicos para afirmar que nos sentimos atraídos por individuos que son similares a nosotros, pero «es la apariencia física la determinante para la atracción romántica». «La genética nos diseña para que seamos atractivos» afirma con rotundidad Gilbert en su conferencia sobre ‘La ciencia de la atracción romántica’.
La genética es el área que explica cómo se transmite la herencia de generación en generación a través de los seres humanos, a los que Gilbert denomina «vehículos temporales», inventados por el ADN «para transportarlo y hacer que -las instrucciones genéticas de la vida- permanezcan en el tiempo». Nuestra genética, redondea este profesor y psicólogo, se encarga de que cumplamos el requisito necesario para realizar este traspaso de ADN, que no es otro que las relaciones sexuales.
Sin embargo, somos «selectivos» a la hora de elegir con quién tendremos relaciones sexuales y más aún con quién tendríamos descendencia. Según algunos estudios, las mujeres son más selectivas que los hombres, algo que depende de costes de distinta índole; por un lado, físico, pues mientras la cantidad de esperma que puede producir un hombre es ilimitada, las mujeres solo cuentan con 300 óvulos a lo largo de toda su vida.
Gilbert también habla de riesgo de enfermedades sexuales, mayor en el caso de las mujeres y del «coste reputacional», ya que, tradicionalmente, la promiscuidad se juzga mucho más duramente en ellas que en los hombres.
En cuanto a la importancia de la apariencia, la cultura es clave a la hora de juzgarla, pues el ideal de belleza – esencialmente femenino – determinará lo que en cada sociedad tengamos asignado como bello. Si bien estos ideales de belleza han cambiado a lo largo del tiempo, algo que se ha mantenido siempre como una referencia de la belleza es la proporción.
Aun asín Gilbert sostiene que la naturaleza nos ha diseñado para que resultemos atractivos al sexo opuesto: los estrógenos hacen que las mujeres sean más curvilíneas y atractivas a los ojos masculinos, mientras que la testosterona hace que los hombres sean más fuertes y den una sensación de protección.
Pero no todo se dirime en el terreno de la apariencia. Tenemos más sentidos que marcan si alguien nos resulta atractivo o no, como el olor o las sensaciones al besar, y también hay factores que dependen de las hormonas, como las voces graves. La geografía también es un factor que determina a nuestras parejas, pues según Gilbert aunque pensemos que las elegimos, realmente ya nos han sido asignadas por accidentes geográficos.
La proximidad física condiciona cual va a ser la «pequeña porción de población mundial» que vamos a conocer a lo largo de nuestras vidas y saber las posibilidades que tenemos de «juntarnos» con alguien por su cercanía puede hacer que nos guste más o menos.
El profesor de Harvard sostiene que no hay nada misterioso en la atracción, «entendemos perfectamente cómo funciona y de dónde viene; es la voz de nuestros genes». «Aunque estemos marcados por nuestros genes, no somos sus prisioneros, la naturaleza nos ha hecho inteligentes para que, aunque los genes nos pongan en una dirección, nosotros podamos elegir si cogemos otra», ha finalizado Gilbert.
Colaboradores contra machos alfa en la batalla por el sexo

La reproducción sexual, es decir, la que implica a dos individuos debería desaparecer, según los criterios de la biología evolutiva darwinista. Comparada con la reproducción asexual en la que todos los individuos producen descendientes, la reproducción por apareamiento, en la que se producen machos que no contribuyen a la producción de las crías, sino que emplean buena parte de su energía en competir por las hembras, presenta una eficacia del 50 por ciento.
Aplicando la Teoría de la Evolución y teniendo en cuenta que la reproducción sexual es la mitad de eficiente que la asexual ¿cómo puede haberse mantenido?, ¿por qué, descendiendo de organismos unicelulares, la mayoría de los organismos vivos abandonó la reproducción asexual, más eficiente y menos costosa?
Esas dos preguntas han ocupado a la comunidad científica durante décadas. Graham Bell, biólogo y profesor de la Universidad McGill de Canadá, bautizó en 1982 la cuestión como “El rey de los problemas de la biología evolutiva”.
La repuesta es ofrecida por Juan Carranza, investigador de la Universidad de Córdoba, y Vicente Polo, de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Un biólogo y un físico, respectivamente, que han propuesto la introducción de un tercer elemento para encontrar una explicación y en la que sugieren que los machos que cooperan con las hembras en la crianza han podido ser cruciales para que no haya desaparecido el sexo al inicio de su evolución.
Como si se tratase del juego de piedra, papel o tijera, Carranza y Polo han “jugado» con las variables genéticas de tres tipos de individuos: los sexuales competitivos (tipo costoso, según la terminología de Carranza y Polo), los asexuales –es decir, los dos tipos comparados durante décadas– y los sexuales no competitivos (tipo no costoso), aquellos individuos macho que colaboran en la crianza –basta pensar en las aves macho que ayuda a alimentar a sus polluelos–.
La conclusión es que los individuos sexuales de tipo no costoso pueden ser más productivos que los asexuales, si bien los de tipo costoso, empleados en competir por las hembras acaban por predominar en la población sexual, lo que permite a los eficaces asexuales invadir y corregir su presencia, dejando hueco a los de tipo no costoso y estableciendo así una dinámica en el que la piedra (tipo costoso) gana a la tijera (no costoso), ésta al papel (asexuales) y el papel a la piedra.
Juan Carranza explica que los machos que no ayudan a las hembras son especialistas en competir con otros machos para ganar hembras, de modo que pueden extender rápidamente su ADN, pero hacen a la población menos eficiente ya que no contribuyen en producir descendientes.
En esas circunstancias, la investigación sugiere que las hembras asexuales (partenogenéticas) al inicio de la evolución podrían haberse extendido mucho más que las sexuales. La asexualidad, la producción de clones, presenta limitaciones en un plazo medio que pueden ser mejoradas por el sexo.
Si el sexo llega en modo de machos que colaboran en la crianza de modo que las hembras pueden producir casi el doble de crías de las que producirían sin la ayuda de los machos, entonces ese modo de sexo puede ser más ventajoso que la asexualidad.
Una vez que predomina el sexo con machos colaboradores es muy probable que los machos más competitivos invadan la situación ya que ganarían fácilmente a los colaboradores, menos competitivos que ellos, volviendo a comenzar el ciclo. Para Carranza, “lo interesante es que en esta dinámica de ciclos el sexo no se extingue y aporta el tiempo evolutivo y las oportunidades para la aparición de linajes con reproducción sexual obligada como tantos existentes hoy día en la Tierra”.
El planteamiento de Carranza y Polo ha resultado absolutamente innovador y es el resultado de 20 años de trabajo desarrollado por Carranza en la Universidad de Extremadura, primero, y la Universidad de Córdoba, después, y de la colaboración entre dos disciplinas como la biología y las matemáticas.
Comidas que incitan a la pasión

El amor, la fecundidad y la energía primaveral son las tres condiciones que hacen de la griega Afrodita, la diosa del amor, la lujuria, el sexo y la belleza. Afrodisíaca es aquella sustancia que estimula o potencia el apetito sexual.
Desde tiempos memorables existen incontables recetas acerca de productos “milagrosos” que facilitaron la tarea del sexo para convertirlo en placer. Alimentos que, por sus propiedades y efectos en el cuerpo humano, se comercializan con la premisa de abrir esa apetencia.
Como la Venus romana (o la prehistórica Venus de Willendorf), Afrodita era la divinidad que encarnaba el amor, los colores y energía de la primavera, y la fertilidad. De este modo, el mito que traspasó la lingüística logró que entendiéramos como afrodisíacos aquellos productos, alimentos o sustancias que estimulan nuestro apetito sexual.
Principalmente, las propiedades y sus efectos en el cuerpo humano sirvieron como un remedio psicológico sano en gastronomías más que como un desinhibidor o impulsor de la capacidad sexual. No hay dote culinario que logre lo que la naturaleza no consigue. Aunque sí que facilitan la tarea, los beneficios medicinales que poseen algunas de las sustancias denominadas ‘afrodisiacas’.
La mitología culinaria es tan amplia como la astrología o el horóscopo. De esta manera, se pueden distinguir -por un lado- los alimentos que por su composición favorecen la tensión y el deseo previos al amor. Y por otro, aquellos que por su aparente exotismo sugieren propuestas creativas sobre la mesa. Combinaciones divertidas que se asemejan sospechosamente con los elementos del deseo carnal.
El ajo es uno de los alimentos más minimizados en la gastronomía mundial aunque en las últimas décadas se prestó especial atención a sus cuantiosos beneficios sobre el cuerpo humano. En la Grecia y Roma clásicas se le atribuían poderosas cualidades vigorizantes y, por ende, sexuales.
Originario de Asia, el ajo tiene cualidades de expectorante, antibiótico y antiséptico, además de revelarse como uno de los mejores amigos del corazón.
Es uno de los afrodisíacos por excelencia porque su consumo provoca la dilatación de los vasos sanguíneos y esto genera que la sangre fluya mejor. En la práctica sexual, la erección del pene y el clítoris dependen de la circulación sanguínea.
De similar modo, el apio es una de las hortalizas que más favorecen la labor del aparato circulatorio por lo que siempre se indicó como remedio en platos afrodisíacos. Si bien no se aconseja su consumo en exceso, sazonar ensaladas con su gusto y utilizarlo en sopas de verduras (apio, puerro, calabaza, batata) es lo más habitual.
Al estudio de las distintas verduras y plantas en función del deseo sexual se le denomina fitoterapia y contempla aquellas que, gracias a sus componentes, funcionan como estimulantes cardíacos o cerebrales. Aquí es donde nace la raíz del apetito.
En algunos casos, se dice que esas verduras aumentan la producción de estrógenos (la hormona sexual femenina) para paliar los efectos de la menopausia y así obtener una mejor práctica sexual. El perejil puede ser un potente aromático que contrarreste el mal aliento del ajo, un diurético para eliminar exceso de líquidos y uno de los mejores condimentos para hacer una buena digestión.
Sin embargo y más allá de la materia prima milenaria, existen una serie de productos y alimentos que por su imaginería y simbolismo se encuentran en los platos afrodisíacos más exquisitos.
Este es el caso de algunos mariscos como las ostras, almejas, mejillones y demás bivalvos que, por su parecido carnoso con los genitales femeninos, despiertan la imaginación del comensal. Algo así ocurría entre los chinos con respecto al aspecto sensual de los melocotones y sus jugos.
Del mismo modo, crustáceos del tipo del buey de mar, la centolla, el bogavante o la langosta no sólo se asociaron con el poderío económico sino que las actividades de morder, chupar y comerlos tuvieron una amplia significación erótica llevada hasta el fetichismo en nuestra sociedad contemporánea. Aunque el afrodisíaco rey sigue siendo el caviar.
El chocolate, las fresas, la canela o las almendras tienen su propia iconografía en el ámbito del erotismo. Uno de los postres más románticos y celebrados es el de las fresas con nata. La mixtura de colores intensos conjuga la estética afrodisíaca aunque sean las fresas con chocolate las consideradas como estimulantes de primera clase.
El chocolate revitaliza el sistema nervioso central ya que contiene una sustancia denominada teobromina que actúa como estimulante (el chocolate negro lo contiene diez veces más que el chocolate de leche común) mejorando la respiración y mejorando la circulación sanguínea. La canela tiene una larga tradición repostera como afrodisíaco que combina esta corteza desecada –en rama o polvo- con postres lácteos o pastelería.
En cuanto a las almendras, sus referencias en la literatura árabe clásica son numerosas pero más sorprendente es el uso de su aceite que, mezclado con la afrodisíaca jalea, era utilizado por Cleopatra en sus baños.
Con esta solución rejuvenecía su aspecto y conseguía cautivar a Julio César y posteriormente, a Marco Antonio. Un tipo de uso, de aplicación directa sobre la piel, muy distinto a los citados.
El placer no tiene forma

El cerebro es la zona erógena por excelencia, pero no la única. El cuerpo humano pone a nuestra disposición un conjunto de enclaves altamente receptivos al placer en los que, con frecuencia, no reparamos.
Un hecho que el barómetro “Los jóvenes españoles y el sexo” de Control pone de manifiesto. Según este estudio, en el que participaron jóvenes de entre 18 y 35 años, “el 64% reconoce no tener ni idea o tener mucho camino por descubrir” en lo que a zonas erógenas se refiere.
Para remediar estas lagunas en el terreno sexual, la empresa de preservativos y la psicóloga y sexóloga Nayara Malnero han diseñado este mapa que identifica las áreas más sensibles de hombres y mujeres.
A la hora de identificar estas áreas, el estudio apunta que el 80% de los encuestados se decanta por los genitales, seguidos del cuello (73%) y el pecho, especialmente en el cuerpo femenino.
Mientras que otros puntos altamente sensibles figuran como “desconocidos”, entre ellos, el cuero cabelludo, las piernas y las manos, que solo fueron consideradas como zona erógena por el 8% de los entrevistados.
La sexóloga sostiene que este desconocimiento se debe a la falta de educación sexual y al hecho de que la sociedad actual está centrada en el coito y la genitalidad. Asimismo, “la mayoría de los jóvenes no dedica tiempo a explorar su cuerpos de otra manera o a tener relaciones sexuales que no lleven al orgasmo inmediato”, afirma Malnero.
El elemento clave: la comunicación
Este estudio refleja la dificultad para identificar los puntos sensibles entre los más jóvenes pero “me atrevería a decir que en los no tan jóvenes” también se da, apunta. Según los resultados del barómetro, solo un 18% de los encuestados afirmó conocer “perfectamente” las zonas erógenas de su pareja, mientras que el 82% restante afirmó tener dudas.
La especialista sostiene que a menudo se comete “el error fatal” de pensar que si mi pareja me quiere, “sabe lo que me gusta y lo que tiene que hacer, sin nosotros pedir”. Malnero atribuye esta actitud a un extendido mito del amor romántico que nada tiene de real. Cuando se trata de dar placer hay que tener en cuenta que:
No existe una fórmula que funcione con todo el mundo. No obstante, “si nos acercamos a zonas de mayor sensibilidad como los genitales”, es menos habitual que a alguien no le guste, explica.
Del mismo modo, las formas de estimulación que nos hacen disfrutar varían, “cada persona es un mundo y eso es lo que hay que descubrir”.
Los puntos erógenos preferidos pueden cambiar con el tiempo. Se pueden descubrir algunas zonas de las que nunca te habías percatado o que hayas otras que te dejen de gustar.
Malnero advierte que este mapa se presenta como una guía para estimular y conocer las zonas erógenas pero puede no coincida con las preferencias de algunas personas, matiza la sexóloga, quien hace hincapié en que “lo importante es la comunicación, el saber pedir y preguntar, y conocerse a uno mismo”.
La masturbación juega un papel importante en este sentido, “si tú no sabes cómo te gusta ser estimulado es muy fácil querer cumplir los cánones”, concluye.
Moscas, orgasmos y alcohol

Los humanos y las moscas tenemos en común rasgos sorprendentes. Ya se sabía que la Drosophila o mosca de la fruta ‘ahoga sus penas’ en alcohol cuando se ve privada de sexo. Ahora, un estudio internacional ha demostrado que también compartimos con estos insectos el placer de la eyaculación.
La importancia del hallazgo, publicado en Current Biology, radica en que todavía no se conocía qué parte del apareamiento es gratificante para las moscas. Algunas opciones eran la etapa de cortejo, las feromonas de la hembra o la liberación de esperma.
“Hemos demostrado que las moscas macho disfrutan el último paso de la cópula –la liberación de esperma y líquido seminal– al que sigue el aumento del nivel del neuropéptido F (NPF). Este incremento sucede incluso ante la ausencia de una hembra y puede prevenir que el macho busque el placer en sustitutivos como el alcohol”, explica a Sinc la investigadora Shir Zer-Krispil, de la universidad de Bar-Illan (Israel).
Para explorar el sistema de recompensas en el cerebro asociadas con la eyaculación, los científicos utilizaron herramientas optogenéticas que permiten controlar la actividad de las neuronas utilizando luz con una longitud de onda adecuada.
Con luz roja, los investigadores pudieron activar las neuronas que manifiestan el neuropéptido llamado corazonin (CRZ). Según estudios anteriores, este pequeño péptido controla el ganglio abdominal en los machos, que es responsable de la liberación de esperma.
Aunque en el estudio también se utilizaron moscas hembra, las neuronas CRZ solo intervienen en la eyaculación del macho. Se necesitan nuevos estudios para conocer el sistema de recompensas femenino y las neuronas que intervienen en él.
Una de las pruebas de la investigación consistió en colocar moscas macho en un escenario con un extremo iluminado por luz roja y el otro extremo en oscuridad para observar sus preferencias. Los insectos se inclinaron por la luz roja, que activaba las neuronas CRZ relacionadas con la expulsión del esperma. Esto demuestra que la eyaculación por sí misma es una experiencia placentera.
En otra de las pruebas se entrenó a las moscas para asociar la luz roja con un aroma concreto. Cuando se presentaban a las moscas dos aromas distintos, elegían aquel que les recordaba a la luz roja y su experiencia pasada de eyaculación.
Tras varios días de activación repetida de las neuronas CRZ, los machos vírgenes tenían altos niveles del NPF, similar al nivel de los machos que se aparean. Cuando a estos machos se les daba a elegir entre líquidos con y sin alcohol, preferían los no alcohólicos. Por contraste, las moscas no expuestas a la luz roja preferían el líquido con alcohol.
Los principios mediante los que la mente procesa las recompensas se conservan hasta el extremo en todos los animales. Son la maquinaria básica que ayuda a los animales a sobrevivir”, afirma Galit Shohat-Ophir, investigadora líder del estudio en la universidad de Bar-Illan.
La adicción a las drogas
“La mente procesa las recompensas naturales del mismo modo que las inducidas por las drogas de abuso”, explica Shohat-Ophir. “Esto permite utilizar organismos simples para estudiar la relación entre las recompensas naturales y las proporcionadas por las drogas, así como los mecanismos que hay detrás de la drogadicción”, añade.
Los científicos investigan ahora cómo llega al cerebro la información sobre la eyaculación para saber más sobre los riesgos de desarrollar una adicción.
Cómo reinventar las ‘sexperiencias’

“La inapetencia sexual se define como el bajo nivel de interés sexual, que se manifiesta en la dificultad para iniciar o responder al deseo de actividad sexual en la pareja”, explica la psicóloga de adultos Nira Pérez, del centro Isep Clínic, en España.
Según Pérez, “es común la idea de que no existe solución o que el deseo ya volverá, dejando pasar los días sin que la situación mejore, pero dejar pasar el tiempo u ocultar el problema puede dar lugar a costumbres que provoquen la desaparición total de las relaciones sexuales”.
“El primer paso, una vez detectada esa falta de deseo, es descartar una causa orgánica; es conveniente consultar un médico, aunque la mayoría de las veces se trata de causas psicológicas, por lo que la terapia sexual o de pareja resulta ser lo más efectivo en estos casos”, añade.
A veces, más que haber poco interés sexual, simplemente puede existir una discrepancia en los niveles de interés sexual entre los dos miembros de la pareja: “Una de las partes puede creer que presenta un bajo deseo cuando, en realidad, puede suceder que su pareja tenga un deseo sexual aumentado”, sostiene la psicóloga española.
Aunque hay ocasiones en las que es necesario recibir psicoterapia para solventar problemas relacionados con la autoestima, alguna experiencia sexual traumática, problemas de la imagen corporal u otras dificultades que puedan estar influyendo. La psicóloga Pérez da 10 claves para “recuperar las ganas”.
1. Reserve tiempo para la intimidad no sexual
“El éxito de una relación requiere tiempo, energía, cuidados y atención, y una de las causas de fracaso en pareja es el poco tiempo que pasan juntos, lo que puede crear dificultad para el diálogo o la resolución de problemas”, señala Pérez.
Por ello “es conveniente tener alguna cita con la pareja fuera de casa y buscar media hora diaria para dialogar a solas de algún tema que preocupe, si lo hubiera, o para contarse lo del día”, señala, advirtiendo que “la falta de comunicación se puede convertir en falta de intimidad”.
2. Redirija su atención hacia lo sexual
Para Pérez, “el ritmo del día a día deja poco espacio para la sexualidad”, por lo que recomienda a cada uno de los miembros de la pareja que “traten de escuchar sus deseos y busquen cinco minutos al día para pensar y fantasear con posibles encuentros sexuales”.
3. Pensamientos eróticos
“Es probable que en algunos momentos del día asalten nuestra mente pensamientos eróticos fuera del contexto del encuentro sexual en la pareja”, explica Pérez. “En vez de evitarlos, trate de prestarles atención para rescatarlos luego, compartirlos con su pareja”, sugiere.
Un libro, una película o cualquier estímulo que se aleje de lo rutinario es útil como apoyo o de los pensamientos eróticos
4. Sensaciones de excitación
Según Pérez, nuestro cuerpo “responde a la excitación sexual desde antes de llegar al orgasmo, por lo que hay que ‘hacerle caso’ y disfrutar de esas sensaciones que preceden al clímax, tratando de buscarlas en diferentes situaciones, aunque no sea posible llevar a cabo una relación sexual completa”
5. Esté pendiente de caricias que estimulen los sentidos
“Es frecuente que las relaciones sexuales se vuelvan rutinarias, enfocadas a la penetración, olvidando las caricias y estimulos que pueden producirse fuera de este momento concreto”, explica la psicóloga. Para remediar esta situación, dedique tiempo a las caricias que precedan al acto sexual, “orientando a nuestra pareja sobre las que nos agradan”.
6. Potencie la fantasía
“Un libro, una película o cualquier estímulo que se aleje de lo rutinario es útil como apoyo o de los pensamientos eróticos que sirvan como base para practicarlos posteriormente”, señala Pérez, y recomienda hablar con nuestra pareja sobre estas fantasía y nuestro deseo de llevarlas a cabo en conjunto.
7. Juegos de seducción
“Jugar en pareja es una manera de reavivar la pasión”, y “tener una cita con la pareja como si no se conocieran de nada y hablar de sus gustos sexuales, simulando que es la primera vez que intercambian esta información” es una buena manera de ‘volver a conocerse’, sugiere.
“Adoptar un rol que no es el nuestro habitual, fantasear imaginándonos que estamos en lugares donde nos gustaría estar, o enviar a nuestra pareja algún mensaje subido de tono fuera del contexto sexual, son prácticas que pueden volver a encender la llama”, dice la psicóloga.
8. Relajación para reducir estrés y ansiedad
Pérez aconseja crear un ambiente relajado con luz tenue, velas, temperatura agradable y música relajante de fondo, masajear el cuerpo de nuestra pareja y viceversa, de manera suave, con el fin de disfrutar de un estado agradable, sin que el único objetivo de estas prácticas sea la excitación sexual.
“Jueguen a relajar su cuerpo por grupos musculares, comentando las sensaciones de relajación que se van produciendo y siendo conscientes de la respiración, para conseguir un control de los estados de ansiedad”, recomienda Pérez.
9. Conozca los deseos
“Con el transcurso de la relación no dedicamos tiempo a pensar en nuestros nuevos deseos, y menos aún en observar los de la pareja”, asegura. “Los deseos sexuales cambian y evolucionan con el tiempo, por ello deberíamos ‘actualizar’ nuestros deseos con el otro miembro de la pareja cada cierto tiempo, para así seguir complaciéndonos mutuamente”.
10. Discrepancias sexuales
“Si hay discordancias en el nivel de deseo, es clave asegurarse de que el problema en el terreno sexual es un inconveniente aislado y no es la consecuencia de una mala relación de pareja”, señala Nira Pérez. “Para resolver diferencias, ambos deben adquirir un compromiso para mejorar su calidad de pareja de manera integral y no sexualmente en particular”.
“No siempre el que tiene menor deseo es el que tiene el problema, pues existen múltiples factores, como el estrés laboral, los problemas económicos, los trastornos de salud o una mala relación de pareja, que pueden justificar ese descenso de deseo sin que haya que convertirlo en algo ‘patológico’ ”, explica..
El chip del sexo

El doctor en Nanotecnología, ingeniero en Electrónica y experto en Computación, Sergi Santos, que ha sido el primero en poner inteligencia artificial a una muñeca sexual realista que ha creado controversia, defiende que su innovación «no deshumaniza a las mujeres».
A Santos le apasiona el humanismo, la psicología y la ciencia, y comenta que siempre le había interesado «hacer un cerebro», pero para conseguirlo necesitaba un cuerpo y lo halló en las muñecas sexuales realistas fabricadas en China.
«El mercado del sexo mueve mucho dinero y encontré que estas muñecas tenían un cuerpo perfecto, en el que hay arte y tecnología», explica.
Incorporó un aparato con algoritmos de inteligencia artificial en una de ellas, un prototipo al que ha bautizado como Samantha, una muñeca hecha de material elastómero termoplástico que tiene tres modos: el familiar, el romántico y el sexual; y le instaló unos sensores para que «sea inteligente y sepa responder a cómo la estás tratando».
La empresa creada por Santos sólo vende muñecas femeninas, pero Santos afirma que es debido a su peso: «tenemos que desarrollar la tecnología un poco más para que el peso sea tratable», aunque «hacer hombres no es problema».
El nanotecnólogo añade que está convencido de que a las mujeres les encantaría tener uno, «aunque quizás no lo admitan. Mi madre misma me preguntó por qué no le construía un Brad Pitt».
Santos explica que no quiere que la gente «se avergüence de tener una muñeca sexual que hable, entienda y sienta», que su creación «no es solo sexual» y que mientras se interactúa con ella en modo familiar «nunca dirá nada grosero».
«Antes, la gente compraba muñecas pero se escondía porque eran solo para practicar sexo, y tú veías una persona con una muñeca y podrías pensar que era un desquiciado mental. Espero que a partir de ahora la gente vea que no es eso», confía.
El científico recomienda que con Samantha, que se puede comprar por entre 1.500 y 8.000 euros, según cómo se personalice, «tienes que hacer lo que harías con una mujer normal: se va excitando y llega al punto sexual y orgásmico».
Pero por mucho que Samantha, a la que se le puede incorporar calefacción, simule una mujer, no deja de ser una muñeca, y el sexo con muñecas o robots ha suscitado algunas críticas sociales, aunque el inventor prefiere hablar de que ha hecho «algo disruptivo».
Una de las críticas es que el uso de un robot puede contribuir a aumentar la explotación a las personas, pero Santos defiende que «si tú eres agresivo y tratas mal a objetos y a la gente, a Samantha la tratarás igual, depende de cómo sea el individuo».
«No creo que esté abusando de Samantha, yo creo que estamos interactuando», subraya el científico.
Existe una ‘Campaña en Contra de los Robots Sexuales’ que afirma que las muñecas sexuales deshumanizan a las mujeres y las convierte en meros objetos porque se establece una relación que únicamente reconoce los deseos y necesidades de una persona.
Sin embargo, el científico opina lo contrario, porque «una muñeca se puede fabricar a la carta y una vez puedas poseer el cuerpo que quieras, la gente prestará más atención a la personalidad de las mujeres porque el cuerpo va a ser algo accesible, y la mujer real ya no será un cuerpo sino una persona».
Por ese motivo, Santos está convencido de que no ha hecho nada reprochable y señala que «desde hace años ha habido sexo, incluso con animales. Yo no soy un agresor sexual ni nada raro, soy una persona normal con una sexualidad normal, pero los humanos tenemos esta necesidad y satisfacerla con una muñeca está bien».
El investigador está convencido que en el futuro Samantha va a evolucionar y se convertirá en un «asistente robot», que puede recordarte cosas cotidianas o ayudarte si has perdido las llaves, aunque él se ha centrado en aplicar la inteligencia artificial en una muñeca sexual porque se puede hacer «por unos miles de euros».
Tras su creación, Santos, que es ingeniero en Electrónica por la UPC y doctor en Nanotecnología por la Universidad de Leeds (Reino Unido), afirma que otras empresas «verán que hay interés por parte de la gente e implementarán más capacidades a la muñeca».
«Espero haber contribuido a hacer un pequeño paso histórico para que el ser humano empiece a pensar que no es único en el mundo, que todos tenemos lugar en el universo y que no hay ningún problema en compartir tu sexualidad con un hombre, una mujer, tu mano o una muñeca», concluye el ingeniero.