sociologia
Noches tórridas como aliento para la guadaña

Un análisis estadístico de los efectos de las noches de mucho calor sobre la mortalidad en el entorno de Barcelona revela que durante esos periodos nocturnos se producen más fallecimientos por causas naturales, respiratorias y cardiovasculares. El número de noches ‘tropicales’ ha aumentado en las últimas décadas en la capital catalana.
Los efectos de los días de calor sobre la mortalidad en las ciudades se suelen estudiar considerando las temperaturas máximas y, sobre todo, las mínimas durante esas jornadas. Ahora, el investigador Dominic Royé de la Universidad de Santiago de Compostela ha aplicado nuevos índices biometeorológicos para analizar mejor esa relación e identificar las noches en las que la población es más vulnerable al estrés térmico, que perjudica el bienestar y la salud.
El estudio, publicado en el International Journal of Biometeorology, se ha centrado en el entorno de Barcelona. El autor ha utilizado los datos horarios de temperatura registrados entre los años 2003 y 2013 para definir dos índices: uno que valora la intensidad (suma de las temperaturas que se alcanzan) y otro la duración (número de horas que superan 23ºC) del calor durante las noches.
“En general, en un sentido clásico, las noches tropicales son aquellas en las que su temperatura mínima no baja de los 20ºC, pero en este trabajo se establece un umbral relativo de 23ºC, lo que permite tener en cuenta la aclimatación de la población a las temperaturas de Barcelona”, comenta Royé a Sinc. Cuando se superan los 25ºC las noches pasan a denominarse tórridas, como algunas registradas a finales de julio de este año y en agosto de 2017, además de las que se esperan durante la ola de calor de esta semana.
Por otra parte, el investigador ha recopilado la información oficial facilitada por el Departamento de Salud de la Generalitat de Cataluña sobre las tasas de mortalidad en Barcelona, Badalona y L’Hospitalet de Llobregat durante el periodo 2003-2013. Los fallecimientos se clasificaron en tres categorías: por causas naturales (todas las patologías salvo accidentes), enfermedades cardiovasculares y respiratorias.
Después se aplicó un modelo estadístico para saber si existe una vinculación entre estos datos y los dos índices. “Las asociaciones para las variables de exposición al calor y la mortalidad muestran una relación con valores altos y medios que persisten significativamente hasta uno o dos días después del episodio”, subraya.
En concreto, se observó que la mortalidad por causas naturales aumenta un 1,1% por cada 10% de la noche en la que se superan los 23ºC, y hasta un 9,2% en las raras ocasiones en las que no se baja de esa temperatura en toda la noche.
Los efectos de las altas temperaturas nocturnas sobre la mortalidad por causas cardiovasculares son parecidos, pero en el caso de los fallecimientos debidos a problemas respiratorios son todavía más altos.
Aunque para el análisis se han utilizado datos del periodo 2003-2013, el investigador considera que los resultados de años posteriores no deben ser muy diferentes: “En principio, se puede suponer que los riesgos siguen igual; aunque en el futuro, con el cambio climático y el incremento de las temperaturas, estos y el estrés térmico también aumentarán, si sigue la tendencia de aumento de noches tropicales en Barcelona”.
El autor reconoce que no se pueden extrapolar directamente los resultados de la capital catalana a otras ciudades, ya que varían las condiciones climáticas y poblacionales, “pero no hay duda de que en muchas áreas urbanas también existen riesgos por noches cálidas”.
Personas y distritos más vulnerables
En la actualidad, Royé participa en un estudio internacional para comparar lo que ocurre en otras ciudades europeas, como Madrid. Además, recuerda que el riesgo de mortalidad por calor no es igual para toda la población: “Personas mayores, niños y pacientes con enfermedades crónicas, así como individuos con un nivel socioeconómico bajo, son los grupos más vulnerables”.
“También hay que tener en cuenta el efecto de isla de calor dentro de las ciudades, sobre todo en el centro –destaca el experto–. Este efecto se observa justamente durante la noche debido a que las zonas urbanas, con elementos artificiales como el hormigón y el asfalto, no enfrían tan rápidamente como el entorno rural. Por eso en la ciudades se eleva la frecuencia de noches cálidas y por tanto, el estrés térmico entre sus vecinos”.
Royé y otros investigadores de la Universidad de Compostela también han aplicado las técnicas estadísticas para analizar por primera vez en España los efectos del calor y el frio en la venta de medicamentos para enfermedades respiratorias.
Este otro estudio, realizado con datos de A Coruña y publicado en la revista Pharmacoepidemiology and Drug Safety, confirma que el riesgo de consumir estos fármacos se reduce en verano y aumenta durante los meses más fríos, aportando información que puede ayudar a anticipar posibles epidemias.
El gol es una droga

«La actividad cerebral de un hincha de fútbol cuando su equipo marca un gol o gana un partido sigue el mismo patrón que la que se encuentra en una adicción a las drogas, a la comida o al sexo». Esto es lo que afirma el doctor en Ciencias Médicas e investigador del laboratorio de Neurociencia Social de la Universidad del Desarrollo (UDD) chilena, Francisco Zamorano.
Según un estudio elaborado por varios centros científicos y de investigación chilenos, cuando un fanático del fútbol ve a su equipo, el placer que le genera responde a una actividad cerebral en su cabeza que sigue un patrón muy similar al que se observa en el cerebro de un adicto.
Esta es una de las conclusiones que se desprenden de una investigación que todavía sigue en curso. Para obtener estos datos, la UDD y la Clínica Alemana de Santiago han utilizado resonancias magnéticas y han estudiado qué zonas del cerebro se activan cuando los hinchas viven una victoria o una derrota de su equipo.
Para provocar las reacciones de la gente, los investigadores utilizaron imágenes cedidas por ‘Canal de Fútbol (CDF) Chile’. Esta recopilación contenía imágenes de diferentes partidos del fútbol chileno, entre los que destacan los encuentros de Colo Colo y Universidad de Chile, que son los clubes con más seguidores del país.
Una veintena de voluntarios, cuyo único requisito era ser amantes del fútbol, fueron quienes se sometieron a una resonancia magnética mientras observaban las imágenes.
«Es notorio cómo se van activando zonas que tienen que ver con las emociones y, en particular, cuando tu equipo se enfrenta al máximo rival», explica Zamorano. El estudio muestra además que las reacciones a los goles, ya sean a favor o en contra, se ubican en la zona más primitiva del cerebro llamada núcleo accumbens, una estructura que forma parte del sistema que controla el placer y la recompensa en el cuerpo humano.
Cuando un partido es contra el máximo rival, las reacciones en el cerebro son diferentes a si se trata de un partido con un rival «neutro». Según asegura Zamorano, al exponer a los voluntarios a imágenes de partidos en los que hay una gran rivalidad, la actividad en la región frontal del cerebro se «apaga», lo mismo que sucede cuando se consumen alcohol o drogas. Esto podría explicar las reacciones violentas e irracionales que en muchas ocasiones se producen durante un encuentro de fútbol, algo que se agrava todavía más si sumamos la excitación del momento o el consumo de alcohol.
El objetivo ahora es continuar con la investigación y sumar más voluntarios. Además, también se va a intentar profundizar en la actividad hormonal durante este tipo de eventos.
La investigación ha revelado que, cuando el equipo del que uno es hincha pierde se libera una hormona llamada cortisol, que produce estrés; por el contrario, cuando el resultado es positivo lo que se libera es testosterona.
El estudio de estos procesos hormonales aunado a los resultados de la investigación de la actividad cerebral podría servir para «predecir una serie de patrones de conducta», añade Zamorano.
Los no contactados de América

Se conoce como pueblos no contactados a las civilizaciones que han adoptado vivir en un aislamiento voluntario, es decir, rechazando cualquier tipo de contacto con el mundo exterior.
No desean conocer otras personas y tampoco permiten la inserción política, religiosa y de grupos de extracción de recursos naturales.
Muchos de estos pueblos aislados han sufrido verdaderas masacres, genocidios y epidemias que han dejado en la memoria colectiva la urgencia del aislamiento para estar a salvo, de forma que evitan el contacto con personas ajenas a sus comunidades.
Estos civilizaciones aisladas se habitan comúnmente en la región amazónica de Ecuador, Perú, Bolivia y Brasil; sin embargo, se encuentran en peligro de extinción por la constante invasión foránea en sus tierras.
Ecuador
En lo más profundo de la selva del país iberoamericano podemos encontrar a los Huaorani, Tagaeri y Taromenane, pueblos indígenas en aislamiento voluntario.
Estas civilizaciones no hablan la misma lengua, pero sí dialectos similares, con palabras reconocidas pero que no permiten entenderse entre si.
Sin embargo, los Huaoranis han permitido el contacto con el mundo occidental, aprender de sus costumbres, medicinas, leyes y exploración faunística; pero los Tagaeri y Taromenane no, y tampoco es posible acercarse a sus tierras. La última persona que hizo un intento de contacto en 1987 terminó brutalmente asesinado con lanzas.
La política del Estado ecuatoriano ha sido muy clara: no al contacto. No obstante, el territorio ancestral de estas personas se ha visto afectado por la constante invasión de empresas petrolíferas. Una de sus zonas de hábitat es la reserva ecológica Yasuni ITT, la cual no será explorada ni explotada tras la reciente victoria del ‘Sí’ en la consulta popular 2018.
Perú
Se estima que existen alrededor de 15 civilizaciones aisladas en el país andino, los cuales viven en las regiones más remotas e inaccesibles de la selva amazónica. Los más conocidos son los Cacataibos, los Isconahuas, los Mashco-piros, los Mastanahuas, los Marunahuas, los Nantis y los Yoras.
Todas estas tribus aisladas por voluntad propia están rodeados de amenazas que afectan a sus tierras, a su modo de vida y últimamente a su existencia, ya que no son inmunes a las enfermedades de occidente. Una simple gripe puede ser considerada como pandemia para todos los integrantes de la comunidad.
En las pocas veces que se les ha encontrado han dejado claro que no desean tener ningún apoyo de gobiernos sectoriales ni invasión en sus tierras, sin embargo corren las mismas amenazas que los pueblos no contactados en Ecuador, pierden su espacio territorial por la presencia de empresas petroleras que según el Gobierno peruano, abarcan casi el 70 por ciento de la amazonía andina.
Brasil
La amazonía del país sudamericano es el hogar de más pueblos indígenas no contactados que ningún otro lugar en el mundo. Según la Fundación Nacional del Indio (FUNAI) se estima que existen alrededor de 200 grupos indígenas conocidos que viven en contacto estable con la sociedad brasileña y pueden tener mas de 40 grupos aislados de los cuales se posee apenas información, solo se conocen huellas, rumores o alguna historia.
Estas agrupaciones indígenas han decidido no mantener contacto con ningún otro pueblo indígena o con foráneos debido a los constantes luchas territoriales o invasión de la selva.
En Brasil existen tierras indígenas legalizadas (TI) exclusivamente para el hábitat de grupos aislados y no contactados. Estas zonas son: TI Alto Tarauacá (Acre), TI Hi Marima (Amazonas), TI Massaco (Rondonia), TI Rio Muqui y Rio Pardo y, finalmente, TI Riozinho do Alto Envira.
Bolivia
Los pueblos no contactados del país andino son:
⇒Los Ayoreo.- Ubicados en el Gran Chaco, limite entre Bolivia y Paraguay.Constituyen un pueblo de cazadores y recolectores de la familia Zamuco.
⇒Los Yurakaré.- Constituyen un pueblo indígena conformado por 3.000 personas.
⇒Los Pacahuara.- Están en el norte de Pando y existen Pacahuaras contactados y no contactados. Los primeros conforman una familia de 10 personas; los segundos constituyen alrededor de 50 individuos.
⇒Los Araona.- Esta civilización está conformada por alrededor de 90 personas y viven al norte del Departamento de La Paz.
El cerebro pide acción para no olvidar

Ingerir menos calorías, dormir la siesta, caminar a diario, mantenerse bien hidratado, seguir la dieta mediterránea y estudiar las cosas antes de comer, son algunas estrategias naturales para conservar la retentiva, a pesar del paso de los años.
El ejercicio físico de forma regular, explorar nuevas actividades en vez de anclarse en la rutina, completar crucigramas y otros pasatiempos que requieran actividad mental, atender diversas informaciones, como pueden ser las noticias o el parte meteorológico de la televisión, o la publicidad de una revista, para intentar recordar sus datos unos minutos después y preservar la memoria.
Son algunas de las recomendaciones y gimnasias convencionales destinadas a oxigenar el cerebro y mantener activas las neuronas, para así preservar y mejorar la retentiva. Además de estas “recetas clásicas”, las últimas investigaciones desvelan otras formas inéditas para ayudar a que nuestra memoria se mantenga más próxima a la de un elefante y alejada de la de un pez.
Mantener una hidratación adecuada es un factor decisivo para memorizar y recordar, ya que perder más de un dos por ciento de agua corporal basta para disminuir la capacidad de memoria a corto plazo, según una revisión de estudios científicos, dirigida por la doctora Ana Adan, de la Universidad de Barcelona (noreste de España), y publicada en ‘Journal of the American College of Nutrition’.
Según explica la doctora Adan en su estudio, algunas de las tareas en las que se aplica la memoria inmediata son hacer listas de dígitos o palabras, mientras que la memoria a corto plazo o de trabajo se emplea para trabajos de aritmética, razonamiento y comprensión.
Por muy leve que sea la deshidratación, implica un desequilibrio del medio interno que puede repercutir negativamente en la capacidad cognitiva e interferir en la correcta realización de actividades laborales o académicas que requieran la utilización de habilidades mentales concretas, según esta psicóloga experta en Psicobiología.
Según la doctora Adan “los cambios en la cantidad de sales y electrolitos corporales producidos por la deshidratación pueden alterar la actividad cerebral y el correcto funcionamiento de diversos sistemas de neurotransmisión, que intervienen en el procesamiento cognitivo favoreciendo la pérdida de concentración y menor rendimiento”.
Para mantener un estado de hidratación óptimo, Adan recomienda consumir aproximadamente entre 2 y 2,5 litros de líquido al día, de los que entre un 20 y 25 por ciento tiene que proceder de alimentos, y entre un 75 y 80 por ciento de las bebidas.
Otro estudio de la Universidad de Pittsburgh (EE.UU.) sugiere que caminar al menos 9,5 kilómetros a la semana podría ayudar a preservar el tamaño del cerebro, que disminuye en la edad avanzada y, por consiguiente, a atajar los problemas de memoria, que dicha reducción cerebral puede acarrear en la gente mayor.
En la investigación, dirigida por el investigador Kirk I. Erickson y publicada en la revista ‘Neurology’, participaron 299 personas sanas que registraron la distancia que caminaban en una semana, durante nueve años. Al finalizar dicho lapso fueron sometidas a escáneres craneales para medir el tamaño de sus cerebros.
El estudio descubrió que las personas que caminaban entre 9,5 y 14,5 kilómetros semanales tenían un mayor volumen de materia gris comparado con quienes no caminaban tanto.
Después de cuatro años más, los participantes fueron evaluados nuevamente y se comprobó que el 40 por ciento de ellos había desarrollado algún grado de deterioro cognitivo o demencia, pero aquellos que caminaban más kilómetros veían reducido su riesgo de desarrollar problemas de memoria a la mitad.
Al llegar a una cierta edad las conexiones neuronales se van debilitando provocando que “ciertas partes del cerebro se vayan desconectando y produzcan la aparición de ciertos tipos de demencia que, a veces, conllevan una pérdida de memoria”, según la neuropsicóloga Gema Mejuto.
Entre los olvidos más frecuentes se encuentran los del tipo ‘lo tengo en la punta de lengua’, que ocurren cuando “no nos salen” las palabras más comunes, nos olvidamos los nombres de personas, tenemos dificultad para aprender una nueva habilidad o no recodamos lo que acabamos de decir.
Además de mantener relaciones sociales, para mejorar la memoria la doctora Mejuto destaca los beneficios que aporta al cerebro la dieta mediterránea basada en el pescado azul, en las frutas y en las verduras.
Asimismo, una dieta baja en calorías puede mejorar la memoria en las personas mayores de edad, según se desprende de un trabajo de investigadores germanos, dirigidos por la doctora
Agnes Floel.
Los científicos de la Universidad de Münster (Renania, Alemania) seleccionaron a 50 personas con un promedio de edad de 60 años, los dividieron en tres grupos y a los integrantes de uno de dichos grupos les redujeron el consumo de calorías en cerca de 30 por ciento.
Al cabo de tres meses de comenzada la dieta, sometieron a todos los participantes a una prueba de memorización, constatando que los pertenecientes al grupo de consumo restringido de calorías mostraron un aumento en sus niveles de memoria verbal, comparados con los otros dos grupos, que no tuvieron limitaciones alimenticias.
Por otra parte, expertos del Centro para la Investigación del Cerebro y el Comportamiento de la Universidad de Haifa, en Israel, han encontrado que echar una siesta a media tarde ayuda a mejorar la fijación de los recuerdos y la destreza mental.
Los investigadores han estudiado la habilidad de una serie de personas para repetir una secuencia de movimientos con los dedos. Los participantes fueron divididos en dos grupos, uno de los cuales pudo dormir durante una hora y media tras aprender la secuencia, en tanto que los demás permanecían despiertos.
Los expertos de Haifa descubrieron que aquellos que habían echado una cabezadita vespertina mejoraron significativamente su habilidad para repetir el ejercicio, lo que para Avi Karni, responsable del estudio, demuestra que disfrutar de “una siesta diurna acelera y mejora la destreza del cerebro”.
Pasar hambre durante unas horas puede mejorar el resultado de la memoria, según otra investigación realizada por un grupo de científicos japoneses y expertos del Instituto Metropolitano de Ciencias Médicas de Tokio.
Las pruebas, realizadas con dos grupos de moscas de la fruta, uno sin alimentar y otro debidamente alimentado, han demostrado que el hambre despierta una hormona que reduce el azúcar en el organismo y activa una proteína en el cerebro capaz de mejorar la memoria, según la cadena NHK.
El estudio también ha revelado que en los casos en los que las moscas pasaron hasta 20 horas sin comer el resultado es inverso y se produce una reducción de la memoria.
Según el equipo japonés, los resultados pueden ser extrapolados a los seres humanos ya que cuentan con esa misma proteína en el cerebro y apuntan a que las personas podrían recordar las cosas mejor si las estudiaran antes de las comidas.