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Hay Soul después de la muerte

Ardiente a la par que tierno, visceral pero también dulce, Otis Redding prendió en los años 60 la mecha del Soul más apasionado y sus canciones cobijaron la fulgurante trayectoria de un músico que fue uno de los intérpretes americanos más grandes y que además ayudó a reducir la brecha entre el Rock y el Soul. Sus seguidores abarcaron a blancos y negros y él creyó que esa música (el Soul) era el lenguaje universal que podía unirnos a todos.
Aunque nació en Dawson (Georgia), Redding creció en Macon, una pequeña ciudad que también fue cuna del pionero del rock Little Richard.
Redding comenzó a cantar en un coro baptista y, tras varios intentos fallidos por hacerse un hueco en el mundo musical, tuvo su oportunidad en 1962 en Memphis, cuando en un descanso de una sesión de The Pinetoppers tomó el micrófono para grabar un par de canciones, una de las cuales fue su primer gran éxito, «These Arms of Mine».
Su disco debut fue «Pain In My Heart» (1964) y a partir de entonces pasó a ser una de las caras principales del sello Stax de Memphis, la referencia del soul sureño, gracias a álbumes que se erigirían en clásicos del género como «The Soul Album», «The Otis Redding Dictionary of Soul» y, tal vez su obra maestra, «Otis Blue».
La carrera de Redding, frenética y sin respiro, se basó en su habilidad para combinar baladas irresistibles, como «I’ve Been Loving You Too Long» o «Try A Little Tenderness», con canciones enérgicas y cargadas de pólvora para el directo, como «Security» o «Respect», que se convertiría en un himno para el movimiento en defensa de los derechos civiles.
Gracias a su portentosa presencia y su enorme voz también fue capaz de hacer suyas canciones ajenas y de elaborar versiones altamente inflamables de «Shake», de su admirado Sam Cooke, o de dejar con la boca abierta a The Rolling Stones con su incendiaria reinterpretación de «Satisfaction».
Redding, que fue clave en la modernización del rhythm and blues y su transición al soul, pudo traspasar además las barreras de la época y formó parte del festival hippie de Monterey de 1967, donde el público mayoritariamente blanco había acudido a ver a artistas rockeros como Janis Joplin, The Jimi Hendrix Experience o The Who.
Su trágico final llegó con un accidente el 10 de diciembre de 1967, cuando el avión en el que viajaba con miembros de la banda The Bar-Kays se precipitó en Wisconsin (Estados Unidos).
Redding murió con 26 años en el pico de su carrera y su talento creativo, y se cuenta que a su funeral en Macon acudieron 5.000 personas, entre las cuales estaban artistas como James Brown o Aretha Franklin.
Irónicamente, Redding había grabado poco antes de morir una canción que le acercaba a un estilo que él denominaba como soul-folk y que, bajo el título «(Sittin’ On) The Dock Of The Bay», sería de manera póstuma su único número 1 en las listas y el canto del cisne por el que casi cinco décadas después se le sigue recordando.
Ortografía del Soul para todos los públicos

Los lectores y los amantes de la música soul están de suerte. El mercado editorial ha lanzado esta temporada algunos libros para comprender las claves de este estilo musical que puso a bailar a medio mundo y que, todavía hoy, sigue moviendo a la otra parte del planeta.
Por orden de aparición hay que destacar el libro «Espíritus en la Oscuridad. Un viaje a la era soul» (66rpm), de Andreu Cunill, un enciclopédico volumen cargado de sonidos abandonados, joyas de la América profunda y, como dice en el prólogo el cantante y compositor Swamp Dogg, un trabajo lleno de pinceladas mágicas de «los músicos más olvidados del mundo».
El documento está planteado casi como un mapa del tesoro que recorre Estados Unidos con brújula, cantimplora rellena de bourbon y buenas vibraciones. «Tenía muy claro que tenía que ser un viaje; la música afroamericana es una trashumancia del ritmo que surge en África y viaja a América por la fuerza. Y una vez allí se traslada por el caudal del río Misisipi desde Nueva Orleans hasta Chicago y desde Nueva York a Los Ángeles», dice un apasionado Cunill.
La investigación se divide en capítulos por zonas geográficas donde se repasan a los autores, discográficas y espíritu de la época. A continuación, Cunill selecciona -y disecciona- una serie de discos y autores desconocidos para el gran público que quedaron sepultados por la gran explosión del soul en los sesenta.
«No me gusta hablar de cara B. Para mí, son aquellos artistas que tuvieron menos suerte. La parte del negocio siempre fue dura con la creatividad. Algunos supieron vencer y otros acabaron derrotados; pero si nos ceñimos a la calidad musical, hay muchos más vencedores», añade.
Coincidente en el tiempo, pero diferente en el concepto, también ha aparecido en las librerías «Soul y Rhythm&Blues Historia, cultura, artistas y álbumes fundamentales» (Ma Non Tropo), de Manuel López Poy.
El autor, reconocido experto del mundo del Blues, se adentra con ánimo pedagógico en la expresión musical afroamericana que, tildada en su origen como Race Records (discos raciales), revolucionó la cultura popular del siglo XX. La guía, que arranca con los grandes pioneros -Sam Cooke, Ray Charles y James Brown-, incluye una necesaria selección de los 50 álbumes fundamentales del soul.
Otro autor que se ha lanzado al frondoso universo de la música negra es David Moreu. Con el libro «From de Whisper to a Scream. Una historia oral del Soul» (66RPM), utiliza el género periodístico de la entrevista para presentar a 37 artistas que, de una forma u otra, marcaron el devenir de este sonido, surgido del cruce entre «Rhythm&Blues», el góspel y el deseo de olvidar al «Tío Tom».
En este otro viaje, las personas marcan el mapa geográfico. «El soul se desplegó -cuenta Moreau- en tres ciudades norteamericanas: Memphis, Nueva Orleans y Detroit. De la primera, entrevisté, entre otros, a Booker T. Jones (uno de los músicos más relevantes de Stax Records); de la segunda, elijo a Allen Toussaint porque destacó como músico, compositor y productor de grandes himnos de la época».
«Por último, de Detroit elegiría la entrevista con Otis Williams, de The Temptations, la banda más popular del sello Motown,», destaca Moreau que incluye sus encuentros con el Reverendo Kyles y con Zelma Redding (esposa del gran Otis) como conversaciones emotivas con personajes que no son músicos.
Tanto en «Una historia oral del Soul» como en la Guía de López Roy aparecen los nuevos artistas que, con etiqueta Neo Soul (Amy Winehouse, Jill Scott, Alice Russell o Kylie Auldist, entre otros), mantienen la llama del alma en el siglo XXI. Cunill, por su parte, delimita el mapa al inicio de los sesenta hasta el cambio de rumbo de 1979.
Todos coinciden, en cambio, en la carga política que supuso esta forma musical en la defensa de los derechos civiles de la población de color en Estados Unidos. «Es la única vez en la historia de la música popular que la música hace tanto por un pueblo y le devuelve el orgullo», considera Cunill.
«La relación entre el soul y la lucha de la comunidad afroamericana por su derechos fue algo que no se planteó, fue espontáneo y de ahí su magia, la gente necesitaba esperanza y esta música les proporcionó eso», comenta.
El empuje social que tuvo esta música liberadora fue más allá de la asunción de derechos de una comunidad discriminada. Su fuerza estaba en un ritmo que todavía permanece y que hace mover -con descaro y sensualidad- a todos aquellos que creen en el poder de la música.
Como dijo el histórico crítico de música pop de los setenta, el inefable Nik Cohn, para definir la aparición de este estilo: «El ritmo no cambió, ni el tema, pero se hizo más profundo, más apasionado. Todos sudaban. Eso era el soul».
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