tanatopraxia
Las claves del arte de las vísceras

En los siglos pasados, cuando no existían tantas donaciones de cadáveres a las facultades de Medicina y tampoco estaban avanzadas las técnicas de conservación, los estudiantes de Medicina realizaban escasas prácticas reales de anatomía, es decir, de disección de cadáveres. Sin embargo, los profesores contaban con esculturas hiperrealistas, elaboradas principalmente con cera, que les permitían mostrar a sus alumnos la estructura y la disposición de las distintas partes del cuerpo humano.
El Museo Anatómico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid (UVa) cuenta con la colección más amplia de España de piezas de estas características procedentes del taller parisino Vasseur-Tramond, unas tallas elaboradas a partir de una técnica denominada ceroplástica, con la que se trataba de reproducir de la forma más fielmente posible una disección real, con el objetivo de que perdurase en el tiempo.
“El origen de estas imitaciones de cera del cuerpo humano se encuentra en la época del Renacimiento (siglo XV), principalmente en Italia, aunque no fue hasta el siglo siguiente cuando el interés por la Anatomía llevó a los artesanos a construir modelos anatómicos humanos, de animales y de plantas», detalla Juan Francisco Pastor, director del Museo de Anatomía de la UVa, quien añade que la ceroplástica alcanzó su apogeo en el siglo XVIII en Italia. Ya a mediados del siglo XIX, París se convirtió en el principal centro de fabricación.
Talleres como el de Vasseur-Tramond comenzaron a vender estas ceras a facultades de Medicina y escuelas de cirugía europeas alrededor de 1880. En el caso de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid, fue el ilustre Salvino Sierra, director del Instituto Anatómico Sierra –germen del actual Museo de Anatomía–, quien adquirió a principios del siglo XX la colección completa, de la cual hoy se conservan unas 114 piezas.
“Se han perdido bastantes piezas y otras están muy deterioradas, porque se han utilizado mucho en la enseñanza. No obstante, hoy el valor artístico de estas piezas supera al didáctico, y por ello estamos restaurándolas poco a poco, ya que su recuperación es muy costosa», señala el profesor Pastor.
El “misterio» de los métodos utilizados
Pero, ¿qué métodos utilizaban los artesanos para construir estas piezas hiperrealistas? Cada escultor tenía sus propias técnicas, que guardaba bajo un estricto secreto profesional, por lo que no existe documentación al respecto.
“Sabemos que intervenían, por un lado, el anatómico que realizaba la disección y, por otro, el escultor anatómico, pero cada uno tenía su propia forma de hacerlo y por ello existía un gran secretismo. Lo que conocemos es que tenían que trabajar apresuradamente, ya que no existían los métodos de conservación actuales y los cadáveres no tardaban en descomponerse, de modo que extraían unos moldes y, sobre una parte ósea real, empezaban a aplicar la cera», apunta Pastor
El director del Museo de Anatomía de la UVa, junto con otros investigadores del departamento de Anatomía y Radiología de la Universidad de Valladolid, del Servicio de Radiodiagnóstico del Hospital Clínico Universitario y de la Universidad de las Artes de Londres (Reino Unido), ha logrado desvelar por primera vez algunos de los métodos y materiales utilizados en estos modelos anatómicos.
En un estudio publicado en la revista Journal of Anatomy, los investigadores han analizado una de las piezas más valiosas del Museo de Anatomía de la UVa, en concreto un modelo de cabeza, cuello y parte superior del tórax de una mujer adulta, mediante tomografía computarizada multicorte (TCMC) –que permite realizar una reconstrucción tridimensional de la pieza y llevar a cabo diversas medidas, como la densidad de los tejidos– y rayos X por medio de microscopía electrónica de barrido ambiental.
El trabajo desvela que la arteria carótida y sus ramas tenían una densidad uniformemente alta, compatible con la utilización de algún elemento metálico en su composición. Gracias a la microscopía, los investigadores determinaron que se trataba de sulfuro de mercurio mezclado con alguna sustancia orgánica, posiblemente grasa.
“Fue toda una sorpresa. El anatómico y el artesano inyectaron este compuesto directamente en los vasos sanguíneos del cuerpo diseccionado. Después esperaron a que se solidificara para realizar cortes en varios puntos y sumergir el árbol vascular en un líquido corrosivo para eliminar los restos de la arteria original y que solo quedara el interior, que se transportaba a la pieza de cera», detalla el profesor Pastor.
Los científicos analizaron además otros aspectos de la pieza, como el pelo, también natural, así como los soportes y dispositivos utilizados para sujetar las distintas capas del modelo. Una información que contribuirá sin duda a la restauración y conservación de estas pequeñas obras de arte.
Muertos en el salón de belleza

La técnica de devolver el aspecto natural a los cadáveres y retrasar su descomposición, incluso quitarles las marcas traumáticas de un accidente, es una práctica en auge. La tanatopraxia mejora el aspecto del cuerpo y también lo desinfecta por dentro y por fuera, evitando la putrefacción, un factor clave para funerales prolongados o circunstancias en las que los cementerios están abarrotados y hay demoras para los entierros.
El proceso puede ir desde el maquillaje y la hidratación de la piel del rostro -la tanatoestética- hasta intervenciones complejas de reconstrucción para borrar las huellas de accidentes o los cortes de los forenses en las autopsias.
Esta técnica quita el ‘color a muerto’ y parece como si estuviera dormido. Esto es importante para la familia de quien ha fallecido pues no es lo mismo despedirse de un familiar que de un cadáver.
Según los expertos, esta práctica está poco difundida en muchos países por desconocimiento y por ciertos tabúes frente al fenómeno de la muerte.
Daniel Larovere, tanatopráctico y comercializador de camillas especiales para realizar estas intervenciones, apunta a la cualificación de quienes aplican esta técnica como el factor diferencial que determinará el rumbo futuro de la tanatopraxia.
«Hay buenos expertos, que hacen incisiones mínimas, y otros que, en cambio, hacen una carnicería», se queja.
Para Larovere, uno de los mayores referentes mundiales en la materia es el francés Jean Monceau, que intervino en los cadáveres de la princesa Lady Di, de la actriz Bette Davis y del modisto Guy Laroche.
La tanatopraxia tiene sus orígenes más remotos en el antiguo Egipto y empezó a ser utilizada con mayor asiduidad durante la Guerra de Secesión en los Estados Unidos (1861-1865) para preservar por más tiempo los cadáveres de los muertos en combates.
Inicialmente se usaba arsénico, pero resultaba muy peligroso para los tanatoprácticos, por lo que luego comenzó a utilizarse formol. Hoy se utiliza una combinación de químicos para estabilizar la materia corpórea y evitar la putrefacción por un mínimo de quince días y hasta por un máximo de 45 días.
El proceso, que puede demandar unas dos horas de trabajo, se inicia con la profilaxis externa del cuerpo y sigue con la introducción de líquidos conservantes a través de las arterias -unos ocho litros para un cuerpo de 75 kilos-. A medida que se introducen estos líquidos, se extrae la sangre. En algunos casos también se extraen los gases encerrados en diversos órganos.
Una clave es conocer de qué ha fallecido la persona pues, por ejemplo, si murió de hepatitis B y se le inyectan ciertos químicos, se puede producir un contraste de colores y el cuerpo vira al verde.
En casos de muertes traumáticas o de cortes por autopsias, se requiere primero cerrar las heridas y los cortes que presente el cadáver para luego iniciar la inyección de líquidos conservantes.
Quienes realizan esta práctica deben adquirir conocimientos de anatomía, biología y química porque, si se da un paso equivocado, no es posible revertirlo.
Fue Víctor Hugo quien alguna vez postuló en un poema que «la belleza y la muerte son dos cosas profundas, con tal parte de sombra y de azul que diríanse dos hermanas terribles a la par que fecundas, con el mismo secreto, con idéntico enigma».
Devolver algo de belleza a un cadáver está lejos de tener pretensiones poéticas, pero al menos intenta dar a los vivos un poco de consolación.