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Vinagre, negación y, pese a todo, genio

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La sexualidad de Thomas Bernhard ha suscitado sesudos estudios. En la época de su vida en que hubiera podido interesarse más por esas cosas, estaba demasiado enfermo. Y luego... siguió estando enfermo. Es muy probable que en toda la obra bernhardiana no haya más que un solo beso reflejado en sus texto
La sexualidad de Thomas Bernhard ha suscitado sesudos estudios. En la época de su vida en que hubiera podido interesarse más por esas cosas, estaba demasiado enfermo. Y luego… siguió estando enfermo. Es muy probable que en toda la obra bernhardiana no haya más que un solo beso reflejado en sus textos

El polémico escritor austríaco Thomas Bernhard (1931-1989) sigue flagelando conciencias después de su muerte con la publicación del inédito «Meine Preise» (Mis premios), un ajuste de cuentas íntimo de uno de los autores europeos más feroces de los últimos tiempos.

«Un premio sólo lo conceden los incompetentes», dejó escrito en su obra «El sobrino de Wittgenstein», un simple testimonio sobre su odio a los galardones, o mejor dicho, a la ceremonia, a la hipocresía y la arrogancia del mundo de la cultura.

Su fama de iracundo misántropo siempre le precedió, entonces: ¿Por qué aceptaba esos premios que tanto odiaba?. En el libro está la respuesta: por el dinero.

«Soy un avaricioso, no tengo carácter, yo mismo soy un cerdo», se lee en el hasta ahora inédito libro de 139 paginas escrito con la prosa lírica cortada a navaja de Bernhard, que ha tenido una influencia clara en escritores como Peter Handke y Elfriede Jelinek.

«Todo era repugnante, pero lo que más asco me daba de todo era yo mismo», escribe sobre su participación en esas escenificaciones «humillantes», por las que se odiaba aún más al ver que eran capaces de corromperle.

En el libro pasa revista con su habitual humor salvaje y descarnado a nueve de los muchos premios que obtuvo, el primero de ellos en 1964, el Julius-Campe, con cuyo dinero se compró un automóvil deportivo Triumph Herald que estrelló poco después en Croacia.

Otro de los episodios lo dedica a su primer premio en Austria, en 1968, el Premio Estatal de Literatura, en el que ofreció un discurso que causó tal escándalo -llamó al Estado un artificio, a los austríacos los definió como apáticos, hipócritas y estúpidos- que desde entonces se convirtió en el modelo de intelectual furibundo.

El libro no es el mejor del autor, según los críticos, pero ofrece una nueva visión personal de Bernhard, en la que se puede apreciar que además de lanzar pullas contra todos también tenía un claro sentido autocrítico.

Eso sí, lamenta su afición por el dinero, pero siempre lo justifica en la necesidad: un traje nuevo, unos arreglos caseros, unos caprichos.

Estos premios serían una forma de «ponerse a prueba» para escribir, de retarse ante la página en blanco, según explicó a los medios austríacos el jefe de manuscritos de la editorial Suhrkamp, que lanza la obra, Raimund Fellinger.

El librito permite ver a un Bernhard desconocido, como cuando cuenta su vida desesperada, al borde de la pobreza y con una tuberculosis crónica antes de que su fortuna cambiase con su primera novela en 1963, «Helada», que mostró su querencia por un lenguaje innovador y radical.

En los libros de Bernhard se suelen trazar situaciones aparentemente normales, cotidianas, aunque en ellas late un nido de tensiones que acaban por revelar un mundo sórdido en el que nada es lo que parece.

Esta mirada crítica de la realidad se ha expandido a numerosos escritores austríacos y también se puede rastrear en algunos de sus cineastas, como Michael Haneke y Ulrich Seidl.

Su relación crítica con Austria duró hasta su muerte, envuelta por el escándalo de su obra teatral Heldenplatz (La Plaza de los Héroes), encargada para el prestigioso Burgtheater vienés para conmemorar los 50 años de la anexión de Austria por el Tercer Reich.

Esa plaza es tristemente famosa porque en marzo de 1938, estaba abarrotada de austríacos que vitorearon al dictador nazi Adolf Hitler.

El estreno fue en noviembre de 1988 con un texto en el que acusó a los austríacos de ser igual de nazis que hacía medio siglo, levantando tal polvareda que le amargó los últimos tres meses de su vida y le llevó a prohibir en su testamento cualquier representación de sus textos en su país.

Una voluntad que no se cumplió ni con la representación del teatro ni con su obra: este inédito lo escribió Bernhard en 1980 y lo guardó en el cajón, casi como una reserva para cuando aflojase la creatividad.

«Estos relatos estaban destinados por Bernard para ser publicados, por lo que no nos sentimos obligados por el testamento», argumentó Raimund Fellinger.

En busca de la verdad

La recopilación de artículos, entrevistas y discursos ‘En busca de la verdad’ (Alianza Editorial), de Thomas Bernhard, muestra a un escritor austríaco misántropo y enemigo de su país de origen, si bien los textos también profundizan en las intimidades de el autor de ‘Extinción’.

La relación de Bernhard con Austria fue muy controvertida y así lo explica el propio novelista en estas páginas. «Siempre, donde uno tiene su casa, lo conoce todo muy íntimamente y se ama. Al mismo tiempo, sin embargo, se odia también…como a esa famosa peste que nadie conoce», señala Bernhard a un periodista al ser preguntado por Salszburgo.

Asimismo, sus declaraciones al respecto de las relaciones humanas dejan claro el desapego que sentía hacia otras personas. «El agradecimiento, como es bien sabido, es una estupidez» o «creo que todo el mundo debe recibir en la vida alguna patada» son ejemplos de la idea que tenía Bernhard de sus conciudadanos.

Además, las páginas de este trabajo recogen algunas polémicas de la época con el presidente de los Festivales de Teatro de Salszburgo (anunciando su renuncia a presentar más obras suyas) o una serie de respuestas irónicas tras ser galardonado con el Premio de Literatura de Bremen («No he leído un solo libro publicado desde 1975»).

Miguel Sáenz, traductor habitual en español de Bernhard, remarca ese carácter difícil del escritor austríaco, reflejado en esta recopilación. «Empatizar con Bernhard no es fácil, sobre todo para los austríacos, que lo conocen bien. Pero a él la empatía le tenía más o menos sin cuidado: iba a lo suyo», explica.

La depresión y el suicidio recorren esta obra donde Bernhard llega a afirmar que «hay estados en los que la vida le resulta a uno totalmente indiferente». E incluso hay espacio para sus reflexiones respecto al sexo, prácticamente inexistente en la biografía del novelista.

«La sexualidad de Thomas Bernhard ha suscitado sesudos estudios. Yo creo que hay que creerle a él. En la época de su vida en que hubiera podido interesarse más por esas cosas, estaba demasiado enfermo. Y luego… siguió estando enfermo», señala Sáenz.

De hecho, tal y como recuerda su traductor en España, es muy probable que en toda la obra bernhardiana no haya más que un solo beso reflejado en sus textos. «Yo sé donde está, pero dejo al bernhardiano fiel la tarea de encontrarlo», bromea Sáenz.

Los periodistas, junto con los directores de festivales, eran algunas de las dianas preferidas de Bernhard, algo que se refleja en ‘En busca de la verdad’. «No nos engañemos, aborrecía a los periodistas y despreciaba a los directores, ya que los consideraba en general como gente inculta y muy poco de fiar», asevera Sáenz.

En cualquier caso, a pesar de esta actitud, el traductor español considera que la obra de Bernhard ha trascendido y hoy en día resulta un autor «muy actual». «En Austria se ha convertido en el escritor nacional a pesar de las barbaridades que escribió sobre su país y en América Latina es objeto de culto por escritores que admiran su manera peculiar de ‘llamar al pan pan y al vino, vino'».

Sáenz reconoce que a pesar de la cantidad de obras traducidas de Bernhard todavía traducirlo «encierra sorpresas». «Sin embargo, mi identificación con él nunca es total. A veces lo sorprendo interpretando el papel que él mismo se adjudicaba alegremente», concluye.

Calígula, el poeta

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Calígula se encuentra en una permanente búsqueda de sus sueños pero mientras tanto, según el director, trata de aunar la realidades de su consciente y su subconsciente
Calígula se encuentra en una permanente búsqueda de sus sueños pero mientras tanto, según el director, trata de aunar la realidades de su consciente y su subconsciente

El Calígula del esloveno Tomaz Pandur no es simplemente un soldado que quiere conquistar el mundo, es un cazador de sueños que, en palabras de este director teatral, pretende invitar a la luna a su cama y descubrir qué ocurre cuando los sueños se hacen realidad.

«Calígula es un triste y solitario visionario del Imperio Romano. Pero la belleza de la historia reside en que él tenía un sueño, quería conquistar la luna. La pregunta que lanzo todo el tiempo es: ¿qué ocurre realmente cuando consigues tus sueños?», explica Pandur .

El montaje de Pandur trata de provocar que el público se pregunte a sí mismo si es capaz de comenzar de nuevo a soñar porque, según el esloveno, cada uno de nosotros poseemos una luz que nos hace capaces de conquistar esa luna.

«Saber qué ocurre cuando has conquistado tus sueños es la respuesta que todos tenemos que buscar dentro de nosotros mismos -dice-. (…) De todos modos espero que Calígula y esta representación nos ayuden a encontrar la respuesta».

Pandur insiste en que el personaje de Calígula está concebido como un tópico bastante complicado pero del que realmente no conocemos nada.

«Es uno de los grandes personajes, lo que ocurre es que realmente no sabemos nada porque la historia no ha comprobado nada sobre él. Así que lo que hacemos es preguntarnos por qué hace cosas como ésas, por qué se comporta así, y al final vemos que detrás de la historia se encuentra el retrato de un artista, de un poeta -precisa-. Está totalmente incomprendido por la sociedad y su tiempo».

Calígula se encuentra en una permanente búsqueda de sus sueños pero mientras tanto, según el director, trata de aunar la realidades de su consciente y su subconsciente.

Para trasladar ese concepto a la escena Pandur ha creado una fabulosa puesta en escena donde el agua y las luces hacen de coprotagonistas.

«Especialmente para Calígula el agua representa ese reflejo dinámico, ese reflejo que a veces nos asusta y otras veces nos persigue como una pesadilla. Cuando él se observa en el agua ve diferentes personalidades, ve cómo sus personalidades se multiplican. Por eso imagino el mundo del subconsciente a través del agua», explica.

El director, que también ha utilizado este recurso como un elemento esencial en otros de sus montajes, como en Hamlet, definió al agua como la fuente de la vida aunque subrayó que contiene muchísimos significados y uno de ellos es precisamente el del subconsciente.

«El agua es un arquetipo, es un perfecto espejo.(…). En Hamlet, por ejemplo, el agua consigue multiplicar por dos la representación, mostrando el consciente y el subconsciente», relata.

El esloveno, que suele apostar por personajes introspectivos como Hamlet o el propio Calígula, asegura que no sólo hay que ver el dolor dentro de ellos porque son esencialmente vitales, activos, de pensamiento ágil y sublime sensibilidad.

«Son personas que tienen visiones más grandes que la vida misma. Estamos hechos para ver el mundo en blanco y negro y el mundo, definitivamente, no es así. Es mucho más rico que todo eso por lo que hemos de indagar más profundo para encontrar la luz, porque siempre, siempre, se encuentra la luz entre la oscuridad», concluye.

Peter Ustinov, el artista total

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Peter Ustinov, en el papel de Nerón, en 'Quo Vadis'
Peter Ustinov, en el papel de Nerón, en ‘Quo Vadis’

El actor, guionista, director y novelista británico Peter Ustinov (1921-2004) fue ganador de dos Oscar por sus interpretaciones en ‘Espartaco’ y ‘Topkaki’. Era un apasionado del cine, la música, la pintura y la literatura.

Hijo del escritor y periodista Jona Ustinov y de la pintora Nadia Benois, matrimonio ruso que huyó de su país tras el triunfo de la Revolución, nació en Londres el 16 de abril de 1921.

Tras diplomarse en el Westminter School, se matriculó en el London Theatre Studio, y antes de terminar sus estudios de arte dramático ya actuaba en salas, principalmente imitando personajes conocidos.

Con 19 años debutó como actor en el Teatro Ambassador de la capital inglesa en ‘House of Secrets’, escrita por él mismo. Al mismo tiempo trabajó para prensa y radio.

Participó en la II Guerra Mundial

En 1942 se incorporó a filas en el Ejército del Reino Unido, donde coincide a las órdenes de un oficial llamado David Niven, después famoso actor, para el que en 1952 escribió su primer guión cinematográfico, titulado ‘The Way Ahead’.

Durante la contienda prestó servicio en el Royal Sussex Regiment y en el Royal Army Ordnance Corps. Terminada la Segunda Guerra Mundial, se licenció en 1946 y comenzó a trabajar como actor teatral en obras como: ‘Crimen y castigo’ (1946), ‘Frenesí’ (1948), y ‘Amor en Albania’ (1949). Su primer gran éxito a escala internacional lo obtuvo con la obra ‘El amor de los cuatro coroneles’, estrenada en Londres en 1950.

En cine se había iniciado años antes, en 1945, como guionista y director, por encargo oficial, de ‘Escuela de secretos’. Más tarde, en 1946, dirigió junto a Michael Anderson la película ‘Private Angelo’, y en el año 1950 trabajó con Anna Neagle y Trevor Howard en ‘Odette’.

‘Quo Vadis’, su primer éxito

En 1951 consiguio su primer éxito como actor cinematográfico, en el papel de Nerón en la película ‘Quo Vadis’, bajo la dirección de Mervin Le Roy, al lado de Robert Taylor y Debora Kerr. Después vinieron: ‘La caja mágica’, ‘Sinuhe el egipcio’ y ‘No somos ángeles’ (ambas de 1954), ‘Lola Montes’ (1955), ‘Un ángel pasó por Brooklyn’ (1957), ‘Espartaco’ (1960), ‘Tres vidas errantes’, ‘La fragata infernal’, ‘Topkapi’ (1964), ‘Un yanqui en el Harem’, ‘Mi amigo el fantasma’, ‘Pacto con el diablo’, ‘Robin Hood’, ‘Fastástica aventura’, ‘Mi bello legionario’, ‘Doble asesinato’, ‘Muerte en el Nilo’ (1978) – por la que consiguió el premio al mejor actor del Variety Club-, ‘El ladrón de Bagdad’ (1979), etc.

En 1988 estrenó ‘Cita con la muerte’, que significó otro éxito. Aprovechó la ocasión para recitar poemas de los autores más importantes de habla inglesa en algunas de las salas donde se exhibía.

En los últimos meses de 1989 protagonizó la película infantil ‘Había un castillo con 40 perros’, dirigida por Duccio Tessari, en el que encarnó el papel de un médico borracho que prefiera la compañía de los perros».

También realizador

Es también director de varias películas, en las que también actua: ‘Billy Budd’ (1961), ‘La conquista de un imperio’ y ‘Lady L’, entre otras.

Peter Ustinov fue un actor infravalorado que nunca estuvo en la cresta de la ola
Peter Ustinov fue un actor infravalorado que no está en el epitafio de los grandes intérpretes desaparecidos, pese a haber ganado dos Oscar

Paralelamente siguió trabajando en el teatro, muchas de las obras fueron llevadas al cine posteriormente, destacan: ‘La casa de las lamentaciones’, ‘Toca tu propia trompeta’, ‘El pastor indiferente’, ‘El hombre con impermeable’, ‘El momento de la verdad’, ‘Romanoff y Julieta’, ‘La vida en mis manos’, ‘Subiendo al árbol’, ‘El soldado desconocido y su esposa’, y ‘Oído por casualidad’.

Trabajó asimismo para la televisión, en la producción de la televisión británica, ‘Jesús de Nazaret’, y en ‘The life of Samuel Johnson’ (1957-58), ‘Barefoot in Athens’ (1966) y ‘Storm in Summer’ (1970), estas tres últimas fueron premio Emmy.

Además, intervino en las series: ‘The mighty Continente’ (1974), ‘Einstein’s Universe’ (1979), ‘World Challenge’ (1985) y ‘Peter Ustinov’s Russia’ (1987). También para este medio hizo ‘Peter Ustinov in China’ (1987), que fue premio ACE en 1988, ‘Around the world in 80 days’ (1988-89) y ‘Secret identity of Jack the Ripper’ (1989).

Pasión por la ópera

Por otra parte, en 1974 dirigió y trabajó en la ópera ‘Don Quijote’, que se represento en París, y posteriormente en ‘Los bandidos’ y en ‘Matrimonio secreto’. Entre los escenarios en los que ha dirigido óperas se encuentran el Covent Garden, la Ópera de Hamburgo, la Ópera de París, el Festival de Edimburgo y la Scala Piccola de Milán.

En septiembre de 1992 presentó en Madrid, su monólogo ‘Una velada con Peter Ustinov’, un espectáculo autobiográfico en el que habló de cine, su vida pública y la gente a la que ha conocido.

Un escritor de prestigio

Estaba considerado como una de las figuras más importantes del arte escénico inglés, pero Peter Ustinov, además de ser un excelente actor, también es un prestigioso escritor.

Suyos son numerosos guiones de espacios televisivos ingleses y estadounidenses. Además de ensayos y artículos de carácter sociológico, es autor de narraciones breves como ‘Un poco de compasión’ y ‘Las fronteras del mar’ (1966), de novelas como ‘Los perdedores’ (1961), ‘Krumnagel’ (1971) y ‘El viejo y mister Smith’ (1990), y de dos obras autobiográficas: ‘Mi querido yo’ (1977) y ‘Mi Rusia’ (1983). Amigo personal de Mijail Gorbachov su producción literaria sobre Rusia se completa con ‘Ustinov en Russia’ (1987).

A lo largo de su vida recibió numerosas distinciones, entre las que destacan: dos Oscar (1961 y 1965) al mejor actor secundario por sus actuaciones en ‘Espartaco’ y ‘Topkaki’; tres Emmy al mejor actor de televisión de EEUU; Medalla Benjamin Franklin (1957); Premio Grammy; Orden de la Sonrisa, Varsovia (1974), por su dedicación a la ayuda a la infancia del mundo; Premio Dag Hammarskjold (1980); Premio ‘Karl Valentín’, por su obra humorística, en Múnich (1981); Gran Prix du Populaire, de la television francesa; y Premio Alemán de Cultura de 1993 (Múnich, abril de 1994).

Era asimismo comendador de la Orden del Imperio Británico (1975); ‘Felow’ o miembro de la Real Sociedad de Artes Británica; y rector honorario de la Universidad de Dundee, Escocia. En junio de 1976 recibió el título de ‘sir’ de la corona británica, el de comendador de las Artes y las Letras de Francia (1985) y el 1 de febrero de 1989 ingresó en la Academia de Bellas Artes de París, en calidad de miembro extranjero, en el puesto de Orson Welles. En junio de 1990 la reina Isabel II lo incluyó en su Lista de Honores como «consejero privado» y le confirió el grado de Caballero del Imperio Británico.

Peter Ustinov destacó también por sus aptitudes musicales. Merece señalarse que dirigió orquestas, como la Filarmónica de Nueva York, en diversas ocasiones, y demostró cualidades de barítono en la opera ‘El matrimonio secreto’ de Cimarosa.

Entre sus aficiones se encontraban, además, la pintura y el automovilismo. En agosto de 1983 expuso sus pinturas en Munster, República Democrática Alemana. Respecto al automovilismo, afición que se remonta a su adolescencia, en 1969 se inscribió para participar en las pruebas de Le Mans.

Su faceta humanitaria

Aspecto muy importante de la personalidad de Ustinov fue su dedicación a campañas benéficas, sobre todo a favor de los niños a través de la organizacion de las Naciones Unidas para la proteccion de la infancia, Unicef, de la que fue miembro activo, como embajador extraordinario «de buena voluntad» desde 1969, y entregaba parte de lo que ganaba. Participó además en campañas y actos de la organización para recaudar fondos. En este sentido, en 1979, recibió un homenaje de los niños latinoamericanos de Nueva York. Trabajó especialmente en el programa de alfabetización de la Unesco.

Pocos artistas han abarcado tantos campos y de manera tan brillante como Ustinov
Pocos artistas han abarcado tantos campos y de manera tan brillante como Ustinov

Este organismo le rindió un homenaje en París el 16 de abril de 1991 coincidiendo con el 70 aniversario del actor, destinando los fondos para la investigación contra el cáncer. Días después, en mayo de 1991, fue candidato al Premio Príncipe de Asturias de la Concordia.

Presidía además el Movimiento Federalista Mundial, cuyo fin primordial es la transformación de la ONU en una poderosa federación que proteja el medio ambiente y ponga fin a las guerra, creándose un gobierno mundial (1992).

Contrajo matrimonio con Isolde Denham en 1940, con la que tuvo una hija, Tamara, de la que se divorció en 1950. En 1954 se casó con la actriz canadiense Suzanne Cloutier, de la que tuvo un hijo, Igor, y dos hijas, Paola y Andrea Claudia, y de la que se divorció en 1971.

Más tarde, en 1972, contrajo de nuevo matrimonio con la francesa Hélène du Lac D`Allemans.

La vanguardia soterrada de Buero Vallejo

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Buero Vallejo fue un intelectual de primer orden, camuflado bajo clichés de escritor anticuado
Buero Vallejo fue un intelectual de primer orden, camuflado bajo clichés de escritor anticuado

El dramaturgo Antonio Buero Vallejo fue «un portavoz de su tiempo», según el catedrático de Literatura Española de la Universidad de Santiago Luis Iglesias Feijóo, quien ha rechazado el «carácter anticuado» que algunos críticos atribuyen al escritor guadalajareño.

Luis Iglesias explica que el dramaturgo se acercó, en principio, a la versión más evolucionada del teatro realista europeo, «la que tiene en Henrik Ibsen, en la segunda mitad del siglo XIX, su representante eximio».

A su juicio, la propuesta de un realismo simbólico, de claro alcance social y combativo, «que el autor noruego había formulado con notable escándalo en la Europa burguesa de su tiempo», fue la que más atrajo al dramaturgo español, «algo nada extraño, por otra parte, cuando por un camino paralelo, un autor estrictamente coetáneo, pero en otro contexto, Arthur Miller, en Norteamérica, estaba haciendo exactamente lo mismo en una sociedad muy diferente».

Según Iglesias Feijóo, esto prueba que el supuesto carácter anticuado que algunos críticos, «no muy sagaces o no muy bien intencionados», atribuyeron al autor español desde el principio, no era más que «el deseo de entroncar con una tradición valiosa, tanto por parte de Buero, como por parte de Miller».

En este sentido, el experto se pregunta la razón de por qué, «la casi siempre áspera y poco generosa cultura española hizo surgir esa observación descalificadora de su teatro que, desde luego, no se extendió al autor norteamericano y encontró, eso sí, una acogida mucho abierta en su sociedad».

Esa tradición inmediata sirve a Feijóo para explicar el otro factor que «ilumina el carácter de portavoz de su tiempo», la de haber sabido conectar con las exigencias del hombre de hoy.

«Buero Vallejo asumió la experiencia que supone haber sufrido en carne propia tragedias que fueron muchos más que personales y que superaban, incluso, los límites españoles, para convertirse en cifra simbólica, azotado por un cúmulo de problemas que le trasciende, pero que es el último responsable», «de ahí que encontrara en el terreno de lo trágico, ancho campo en el que formular sus experiencias creativas».

Buero Vallejo, nacido el 29 de septiembre de 1916, en Guadalajara, se trasladó en 1933 a Madrid y, al inicio de la Guerra Civil, se enroló en el Ejército de la República. A su término, fue condenado a muerte, pero, finalmente, la pena se le conmutó. En prisión conoció al poeta Miguel Hernández, al que hizo un famoso retrato.

Compaginó su fidelidad a la tragedia clásica con el compromiso con el tiempo histórico que le había tocado vivir, la España de la posguerra, un hombre que supo hablar en el silencio, ver en la oscuridad y oír en el barullo.

Buero Vallejo puede ser calificado como un intelectual de primer orden que iba para pintor y una figura muy peculiar que estudió las bases teóricas del teatro griego.

Wenders y Gilliam se pasan a la Ópera

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Wenders a la izquierda y Gilliam, a la derecha
Wenders a la izquierda y Gilliam, a la derecha

Los prestigiosos cineastas Wim Wenders y Terry Gilliam se encargarán de dirigir el montaje escénico de algunos de los próximos estrenos de la Ópera Estatal de Berlín. Wenders debutará en este formato con «Los pescadores de perlas» de Georges Bizet, informó el director del recinto, Jürgen Flimm.

La orquesta será dirigida por Daniel Barenboim y la función se realizará el 24 de junio de 2017. Será la primera vez que el director de cine alemán se encargue de la escenificación de una ópera. Anteriormente, se barajó la posibilidad de que llevara a cabo una nueva puesta en escena de «El anillo del nibelungo» de Richard Wagner en el Festival de Bayreuth en 2013, pero al final el contrato no prosperó.

Wenders se decidió por la ópera de Georges Bizet porque es la primera ópera que vio, relató Flimm durante la rueda de prensa de presentación del programa oficial para la próxima temporada.

Por otra parte, el británico Terry Gilliam, uno de los cofundadores del grupo humorístico Monty Phyton, asumirá la dirección en escena de «La condenación de Fausto», de Hector Berlioz. El también comediante tiene experiencia en el área y hace un año se hizo cargo de otra obra del mismo compositor, «Benvenuto Cellini».