vajjejo najera
Los ‘Mad Doctors’ del fascismo español

El médico franquista Antonio Vallejo-Nájera, en plena guerra civil española, realizó experimentos con hombres y mujeres republicanos/as en los campos de concentración. Su intención, siguiendo órdenes de Franco, fue buscar las raíces biopsíquicas del marxismo, algo así como encontrar el maligno gen rojo.
La humillación social y la explotación de los vencidos se justificaban en términos religiosos como la expiación de sus pecados, pero también en términos socio-darwinianos. En este sentido, ante la creencia de que los vencidos/as eran personas degeneradas, se les quitaban los hijos a sus madres, de manera que en las prisiones y campos de concentración el lema era no sólo someter los cuerpos, sino destruir las mentes, anular las voluntades e infligir el máximo dolor.
Hay un acuerdo entre las personas expertas en asegurar que, si dura fue la represión del régimen franquista para los hombres, durísima fue para las mujeres republicanas, a las que había que añadir en su sufrimiento un plus misógino.
Efectivamente, la mentalidad de los sublevados veía como una doble traición el mayor protagonismo del que las mujeres españolas pudieron disfrutar durante los breves años de la Segunda República, que contravenía el estereotipo tradicional de sumisión y dependencia, tan querido por los sectores más conservadores de la sociedad española.
En este sentido, una de las prácticas que estas teorías justificaron fue el robo de niños y niñas a las prisioneras. Tales atrocidades, superiores en número a lo vivido en Argentina, por poner sólo un ejemplo, ni siquiera se practicaron en secreto, muy al contrario, contaron con la abierta y documentada colaboración de las autoridades penitenciarias y las congregaciones religiosas implicadas en el mantenimiento de las cárceles femeninas. Sin embargo, no se ha hecho una investigación rigurosa de estos hechos hasta fechas muy recientes. Vallejo-Nájera será el gran artífice de todos estos experimentos y, por tanto, responsable de todo el sufrimiento generado, todo ello bajo el paraguas de las teorías eugenésicas.
La eugenesia llega a España de la mano de Ignacio Valentí y Vivó, catedrático de Medicina Legal y Toxicología de la Universidad de Barcelona (que asiste como representante español al Primer Congreso Internacional de Eugenesia, organizado en Londres en 1912 por la Eugenics Education Society), y de Nicolás Amador, también médico y miembro de dicha sociedad. En 1928 se celebra el Primer Curso Eugénico Español, constituyéndose en la primera plataforma pública de discusión del eugenismo en nuestro país. La represión del régimen de Primo de Rivera, alegando la causa de pornografía y escándalo público, impidió la continuación de las actividades previstas.
Como una de las experiencias más tremendas ligadas a estos planteamientos no podemos olvidar el comportamiento de muchos médicos alemanes, cuyas ideas de higiene de la raza y eugenesia se fueron radicalizando hasta llegar al límite de utilizarse para respaldar «científicamente» el genocidio llevado a cabo por los nazis.
Pero no sólo fueron los alemanes quienes se entregaron a estas prácticas. En la España de Franco los experimentos con seres humanos también se llevaron a cabo y la obra de Vallejo-Nájera, que fue jefe de los Servicios Psiquiátricos Militares, es un buen ejemplo de ello. Influenciado por la visión biotipológica de la personalidad de Kretschmer, durante los años 30 del siglo pasado promovió un personal concepto de eugenesia. Así fue como se inclinó hacia una ugamia, es decir, política eugenésica implementada mediante el trabajo de orientación prematrimonial, basado en el diagnóstico biopsicológico de los contrayentes.
El régimen franquista hizo uso institucional de las teorías eugenésicas para denigrar y descalificar el bando perdedor en la guerra y para justificar la represión. En particular, los campos de concentración y las cárceles sirvieron para hacer pruebas y recoger información que demostraba «científicamente» que los republicanos, brigadistas, comunistas o anarquistas eran débiles mentales, o que las mujeres antifranquistas eran dementes ninfómanas genéticamente taradas.
Dos eran las hipótesis básicas que Vallejo quiso demostrar. Por un lado, la inferioridad mental de los partidarios de la igualdad social y política, también llamados desafectos (entendiendo como tales a toda persona fiel a la República y contraria al levantamiento franquista). Por otra parte, la perversión de los regimenes democráticos, que, al promover a los fracasados sociales con políticas públicas, favorecían el resentimiento, algo que no sucede con los regimenes aristocráticos donde sólo triunfan los socialmente mejores. Regimenes aristocráticos serían el III Reich y todas las dictaduras fascistas de la Europa de la época.
En agosto de 1938, Franco autorizó la creación del Gabinete de Investigaciones Psicológicas propuesto por Vallejo-Nájera, quien se convirtió en director de las investigaciones psicológicas de los campos de concentración. Centenares de presos y presas fueron analizados, con la colaboración de agentes de la Gestapo alemana.
Su primer trabajo se centró sobre dos grupos de detenidos: brigadistas internacionales y 50 presas antifascistas malagueñas.
Vallejo tituló sus estudios con el grupo de presas malagueñas Investigaciones psicológicas en marxistas femeninos delincuentes. El estudio lo realizó en la prisión de mujeres de Málaga y compartió su dirección con Eduardo M. Martínez, teniente médico, director de la clínica psiquiátrica de Málaga y jefe de los servicios sanitarios de la prisión.
Entre las detenidas malagueñas, 33 de ellas estaban condenadas a muerte, 10 a reclusión perpetua y siete a penas entre de 10 y 20 años. Vallejo diagnostica a «13 sujetos» que califica de «libertarias congénitas, revolucionarias natas, que impulsadas por sus tendencias biopsíquicas constitucionales desplegaron intensa actividad sumadas a la horda roja masculina».
Resulta innegable que la misoginia de Vallejo marca profundamente su análisis, veamos algunos ejemplos:
«Recuérdese para comprender la activísima participación del sexo femenino en la revolución marxista su característica debilidad del equilibrio mental, la menor resistencia a las influencias ambientales, la inseguridad del control sobre la personalidad (…) Cuando desaparecen los frenos que contienen socialmente a la mujer (…) entonces se despiertan en el sexo femenino el instinto de crueldad y rebasa todas las posibilidades imaginadas, precisamente por faltarle las inhibiciones inteligentes y lógicas, característica de la crueldad femenina que no queda satisfecha con la ejecución del crimen, sino que aumenta durante su comisión (…) Además, en las revueltas políticas tienen la ocasión de satisfacer sus apetencias sexuales latentes» .
Pero aún iban más allá. Vallejo y Martínez señalaban en sus conclusiones que en el caso de las mujeres no había realizado el estudio «antropológico del sujeto, necesario para establecer las relaciones entre la figura corporal y el temperamento, que en el sexo femenino carece de finalidad, por la impureza de sus contornos».
La falta de formación política que Vallejo detecta en las mujeres estudiadas le reafirma en las motivaciones no políticas de las mismas, por ello divide a su muestra en tres grupos:
1. Presas motivadas por sugerencias ambientales (38%), en el que se encontrarían tanto a mujeres exaltadas como aquellas aprovechadas que ven en este activismo una forma de satisfacer sus ambiciones personales, materiales o sexuales.
2. Presas motivadas por su psicopatía antisocial (24%).
3. Presas libertarias congénitas (36%).
La contaminación con los estereotipos más burdos sobre el género femenino resulta tan dolorosamente evidente que casi no necesitaría comentario alguno. Sin embargo, de ninguna manera se puede olvidar que tales desvaríos ocasionaron un enorme dolor a miles de mujeres, condicionando cruelmente su presente y su futuro.