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Perros poseídos por el gen de la voracidad

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A pesar de que los dueños controlan la dieta de sus mascotas y las obligan a correr, ciertas razas como los labradores retrievers muestran mayor interés por la comida
A pesar de que los dueños controlan la dieta de sus mascotas y las obligan a correr, ciertas razas como los labradores retrievers muestran mayor interés por la comida

Los dueños de labradores retrievers coinciden en una cosa cuando acuden al veterinario: su perro está obsesionado con la comida. Ahora ya hay una explicación científica. Un nuevo estudio ha hallado una alteración genética en los labradores –sobre todo los elegidos como perros de asistencia– que demostraría por qué son más propensos a pedir comida. Se describe así el primer gen asociado con la obesidad canina.

Entre el 34% y el 59% de los perros que viven en países industrializados, es decir de uno a dos de cada tres canes, tienen sobrepeso. Como ocurre con los humanos, esta condición se asocia a una disminución de la esperanza de vida, problemas de movilidad, diabetes, cáncer y enfermedades cardíacas. De hecho, los problemas de peso de los perros parecen ser el reflejo de lo que les sucede a las personas: ejercicio físico reducido e ingesta de alimentos calóricos.

Sin embargo, a pesar de que los dueños controlan la dieta de sus mascotas y las obligan a correr, ciertas razas como los labradores retrievers, uno de los canes más populares en los hogares de todo el mundo, muestran mayor interés por la comida y son más propensos a sufrir obesidad. Para un equipo internacional de científicos, este fenómeno solo podía tener una explicación genética.

En el estudio, los investigadores estudiaron tres genes relacionados con la obesidad –conocidos por variar el peso de los humanos– en 310 labradores entre los que se encontraban perros de asistencia, y que fueron pesados por los veterinarios. Los científicos también evaluaron la motivación alimentaria y la relación de los canes con la comida gracias a un cuestionario facilitado a los dueños.

Los resultados revelaron que una variante de un gen, conocido como POMC, estaba estrechamente relacionada con el peso, la obesidad y el apetito en los labradores. Según el trabajo, al menos uno de cada cuatro labradores (el 23%) portaba una copia de esta variante.

En una muestra mayor, con 411 perros de Reino Unido y EE UU pertenecientes a 38 razas diferentes, la alteración genética volvió a aparecer en retrievers de pelo liso, relacionados con los labradores, cuyo peso y comportamiento también se vieron afectados. En ambas razas, para cada copia de este gen, el perro pesaba de media 1,9 kilos más.

“Es una variante genética común en los labradores y tiene un efecto significativo en aquellos perros que la portan, por lo que es probable que esto ayude a explicar por qué esta raza es más propensa a sufrir sobrepeso comparada con otras”, apunta Eleanor Raffan, autora principal del estudio e investigadora en la universidad británica.

Pero para la científica aún quedan estudios por realizar, ya que esta variante es incluso más frecuente en retrievers de pelo liso, “una raza que no se había etiquetado hasta ahora como propensa a la obesidad”, añade Raffan.

Perros más fáciles de entrenar por la comida

El gen afectado es conocido por regular la manera en la que el cerebro identifica el hambre y la sensación de quedar saciado tras la comida. Con una alteración en este gen, el perro puede no quedar satisfecho nunca. “La gente que vive con un labrador muchas veces dice que está obsesionado por la comida, y esto encajaría con lo que conocemos de este cambio genético”, recalca la investigadora.

Los labradores son canes leales, inteligentes, ansiosos y entusiastas, pero sobre todo muy fáciles de entrenar, por lo que cumplen a la perfección el papel de perro de asistencia. “La comida se utiliza a menudo como una recompensa durante el entrenamiento, y portar esta variante puede hacer que los perros estén más motivados para trabajar por un bocado”, comentan los autores, que incluyeron para el estudio 81 labradores de asistencia, de los que el 76% mostró una alteración genética.

“Es posible que estos ejemplares, al estar más motivados por la comida, sean seleccionados con mayor probabilidad como perros de asistencia en los programas de cría, en los que se entrena usando recompensas de comida”, dice Raffan.

“Pero es un arma de doble filo: portar la variante puede facilitar su entrenamiento, pero también los hace susceptibles a la obesidad. Es algo que los propietarios tienen que saber para controlar el peso de su mascota”, subrayan los investigadores. El estudio mejora por tanto el conocimiento sobre los mecanismos de este gen, también presente en humanos y que podría tener implicaciones en la salud tanto del dueño como de su mejor amigo.

El cerebro de los perros, una gran computadora capaz de procesar rostros

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En el estudio se trabajó con perros que contemplaban imágenes en una pantalla mientras eran sometidos a un escaneo por resonancia magnética funcional
En el estudio se trabajó con perros que contemplaban imágenes en una pantalla mientras eran sometidos a un escaneo por resonancia magnética funcional

Una investigación ha determinado que los perros poseen una región especializada en sus cerebros para el procesamiento de rostros. El hallazgo proporciona la primera prueba de la existencia de una región en la corteza cerebral temporal de los perros que es capaz de seleccionar caras. Así pues, estos animales tienen una forma innata de procesar rostros en sus cerebros, una cualidad que solo había sido bien documentada previamente en humanos y otros primates.

Disponer de una maquinaria neural dedicada al procesamiento de caras sugiere que esta capacidad está integrada en el cerebro canino gracias a la evolución, y podría ayudar a explicar la extremada sensibilidad de los perros ante los signos sociales humanos.

El nuevo estudio forma parte de un proyecto que ha sido el primero en el que se han adiestrado perros para que entren voluntariamente en un escáner de imágenes por resonancia magnética funcional (fMRI, por sus siglas en inglés) y permanezcan inmóviles durante el escaneo, sin ataduras ni sedación, permitiendo así observaciones cerebrales más fiables.

En investigaciones previas de este proyecto, se identificó la región del cerebro canino que ejerce de centro de recompensa, y se constató que una región del cerebro del perro responde más intensamente a los olores de humanos bien conocidos por él que a los de otros humanos.

Para el actual estudio, los investigadores se centraron en cómo reaccionan los perros a los rostros en comparación con cómo lo hacen ante objetos cotidianos. Los perros son obviamente animales sociales, así que tiene sentido que reaccionen de manera especial ante las caras. El equipo de Gregory Berns, de la Universidad Emory en Atlanta, Georgia, Estados Unidos, se propuso averiguar si esa respuesta era aprendida o innata.

Tras los experimentos en los que seis perros contemplaron tanto imágenes estáticas como imágenes de video en una pantalla mientras eran sometidos a un escaneo mediante resonancia magnética funcional, quedó claro que una región en su lóbulo temporal respondía notablemente más a imágenes de rostros humanos y de perros que a imágenes de objetos cotidianos.

Si la respuesta de los perros fuese aprendida, por asociación de una cara humana con comida, por ejemplo, podríamos esperar ver una respuesta en el sistema de recompensa de sus cerebros, pero eso no fue así.

Viaje al encuentro de los primeros perros

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Resto arqueológico de un perro, datado hace unos 14 mil años.
Resto arqueológico de un perro, datado hace unos 14 mil años.

Hasta ahora las razas de perro como el Husky Siberiano, el Galgo Afgano o el Chow Chow eran consideradas antiguas porque se pensaba que derivaban de los primeros perros domesticados. Un estudio internacional, que ha analizado los genomas de perros modernos y lobos, demuestra ahora que en realidad no son ancestrales sino que han estado aisladas geográficamente.

El perro es el primer animal domesticado pero aún se desconoce cuándo, cómo y por qué empezó ese proceso de domesticación. Aunque hay signos de que pudo empezar hace unos 15.000 años en Europa, Iraq, China y la península de Kamchatka (Rusia), las razas de canes no alcanzaron todos los continentes hasta hace unos 1.400 años, y no fue hasta el siglo XIX que la gran mayoría de las razas actuales empezaron a establecerse en Europa.

Para comprobar el valor de los datos genéticos modernos, un equipo internacional de científicos publica en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS)* el análisis de 49.024 variaciones individuales de ADN (SNPs) de 19 lobos (Canis lupus) y 1.375 perros (Canis lupus familiaris) de 35 razas.

“Las razas que se consideraban antiguas no comparten un linaje directo con los primeros perros domesticados”, señala a SINC Greger Larson, autor principal del estudio, e investigador en el departamento de Arqueología de la Universidad de Durham (Reino Unido).

Según Carles Vilà, uno de los autores e investigador de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC), “es común preguntarse qué razas son las ancestrales, padres de todas las demás y especialmente cercanas al lobo. Este estudio muestra que no se puede hablar de razas ancestrales”.

Las razas ancestrales, a debate

Tras comparar los datos genómicos con los restos arqueológicos más antiguos del perro, los investigadores llegaron a la conclusión de que ninguna de las 14 razas consideradas antiguas por su diferenciación genética (Akita, Alaska Malamute, Galgo Afgano, Husky Siberiano, Chow Chow, Shar-Pei, entre otros) procede de regiones en las que se encontraron los restos antiguos de perro.

“Estas supuestas razas antiguas provienen de zonas donde no había lobos (como Australia y África). Además, los restos de perros encontrados en estas zonas fuera de la distribución del lobo son relativamente recientes (de hace 1.000 y 2.000 años), mientras que en otras zonas se han encontrado restos de perros de hace 15.000 años”, asegura el investigador español.

“Algunas razas como los basenjis, dingos y perros cantores de Nueva Guinea pueden parecer antiguas porque tienen una señal genética que es diferente de la mayoría de las razas europeas”, indica Larson quien añade que llamarlas antiguas “es inapropiado ya que la única razón por la que parecen antiguas es porque no han sido cruzadas recientemente con razas europeas”.

El origen genético del perro sigue suscitando numerosos estudios y posiciones encontradas
El origen genético del perro sigue suscitando numerosos estudios y posiciones encontradas

Estas tres razas se descubrieron en áreas fuera del rango natural de los ancestros salvajes del perro –el lobo gris (Canis lupus) – y las otras razas eran de regiones donde los perros llegaron recientemente.

Según los autores, la característica común de todas las razas antiguas genéticamente distintas es la ausencia de cruce con otras razas, y todo aislamiento geográfico o cultural desde que se empezaron a formar las razas en Europa en el siglo XIX. “La característica común entre ellas es que parecen diferentes porque todas proceden de lugares remotos”, apunta el científico.

“Para la mayoría de las razas modernas este aislamiento solo se consiguió cuando se fundaron las sociedades caninas a mediados del siglo XIX e inicios del XX”, afirma Vilà, quien añade que desde entonces, para que un perro se considere miembro de una raza, tanto el padre como la madre deben ser miembros registrados de esa raza.

Comparar ADN de razas modernas y antiguas

Pero para el investigador de la Estación Biológica de Doñana, “todos los perros han experimentado una cantidad tan grande de cruces que ya no somos capaces de encontrar el camino de vuelta hacia sus orígenes y, probablemente, su comportamiento y su aspecto actual resultarían extraños para los antepasados humanos que vivieron hace sólo unos pocos siglos”.

Como las tecnologías para secuenciar el ADN han mejorado, los análisis comparativos genéticos y los genomas de antiguos perros podrían ayudar a revelar la historia de los perros domesticados, porque “los estudios genéticos de las razas modernas no han sido capaces de explicar la historia del origen de la domesticación de los perros”, dice Larson.

“No podemos basarnos únicamente en estudios sobre los perros modernos para explicar el origen de los canes, pero las nuevas técnicas que están ahora disponibles (incluidas las de antiguo ADN), pronto podrían responder a estas cuestiones fundamentales”, concluye el experto.

Para el científico español, “el estudio genético de perros modernos no es suficiente para investigar el origen de las razas”.