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The Seeds, hoscos lisérgicos

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The Seeds, una banda de sonidos repetitivos, órgano lisérgico y frontman amanerado, un cóctel demoledor que convirtió a la banda de Sky Saxon en caballo ganador de los sonidos más crudos de los 60s
The Seeds, una banda de sonidos repetitivos, órgano estratosférico y ‘frontman’ amanerado, un cóctel demoledor que convirtió al grupo de Sky Saxon en caballo ganador de los sonidos más crudos de los 60s

Usando imágenes antiguas, fotos raras, recuerdos y audio, nuevas entrevistas con miembros de la banda y artistas coetáneos, así como admiradores y observadores notables, Pushin ‘Too Hard relata la extraña historia de The Seeds, una banda fragorosa, iconoclástica, adalid del movimiento garage y uno de los mejores conjuntos de la ciudad de Los Ángeles durante la década de los 60 del pasado siglo.

Los cuatro Seeds originales están representados, junto con otros músicos de sesión, relacionados con la banda y contemporáneos como Kim Fowley, Bruce Johnston de The Beach Boys y Johnny Echols, de Love. Los grandes fanáticos como Iggy Pop y The Bangles analizan lo que The Seeds significó para ellos. La narración corre a cargo de Pamela Des Barres.

The Seeds: Pushin ‘Too Hard está dirigido por Neil Norman, producido por Alec Palao y editado por Dan Schaarschmidt. El premiado director Norman y el cuatro veces nominado al Grammy Palao pasaron seis años desarrollando el proyecto.

The Seeds fue una banda de energía abrasiva y letras repetitivas que dieron lugar al garage rock. Su repertorio iba del garage rock al acid rock, y están considerados como una de las bandas pioneras del punk rock. Formada en Los Ángeles (California) en 1965, la banda estaba compuesta por: Sky Saxon (voz y guitarra), Daryl Hooper (teclados), Jan Savage (guitarra) y Rick Andridge (batería).

Liderados por su cantante y principal compositor Sky Saxon (de nombre real Richard Marsh), este grupo de garaje americano logró alcanzar su momento de gloria con el clásico sencillo “Pushin Too Hard”, tema que contenía su conocido, simple y repetitivo sonido de básicos riffs guitarreros, una original mezcla de garaje rock, blues, punk (antes de que este término existiera en el mundillo musical), underground y psicodelia enfatizada por el estilo vocal de Saxon.

El vocalista, Sky Saxon, estaba enormemente influenciado por Mick Jagger, pero también había recibido comparaciones con vocalistas de rockabilly como Buddy Holly y Eddie Cochran. El teclista Daryl Hooper fue el que más aporte musical dio para el sonido de esta banda; The Seeds fue una de las primera bandas en usar un teclado por bajo (como Ray Manzarek, el teclista de The Doors). El vocalista Sky tocaba la guitarra pero haciendo los bajos.

El primer sencillo de The Seeds “Can’t Seem to Make You Mine”, lanzado en junio de 1965, fue un éxito al sur de California. La banda en 1966 logró su único hit que estuvo entre los cuarenta principales de Estados Unidos, con el sencillo “Pushing Too Hard”, que había sido lanzado en noviembre de 1965. Los tres siguientes hits, que tuvieron un éxito más modesto, aunque eran muy populares en el sur de California, fueron los sencillos: “Mr. Farmer” (1966), por segunda vez pero en 1967 “Can’t Seem to Make You Mine” y “A Thousand Shadows” (1968).

Su álbum debut llamado como la banda The Seeds (1966. GNP Crescendo Records) fue publicado en abril de 1966 por GNP Crescendo Records, sello discográfico estadounidense con sede en Hollywood (California) y estuvo producido por Marcus Tybalt y el propio Sky Saxon. El álbum se grabó en los Estudios Columbia de Hollywood (California). El álbum alcanzo el nº 132 en el Billboard Top de Lps de Estados Unidos. Su aceptación fue muy positiva, señalando los críticos la influencia de este álbum en el punk-rock una década más tarde.

Álbum debut con un hosco y sencillo sonido, tres acordes inalterables a lo largo del disco, fiera y trémula vocalidad, ritmo monocorde y latigazos sónicos de órgano. Junto a “Can’t Seem To Make You Mine” y “Pushin’ Too Hard”, sus grandes clásicos y dos de las mejores piezas del álbum, encontramos otras diez canciones cortadas casi todas por un mismo patrón. Resulta excitante cuando aciertan (que es casi siempre) en la fusión con ecos de los Stones de agresiva sonoridad con una lograda melodía o una hipnótica estructura, como así ocurre en sus mejores temas, todas ellos de temática amorosa y emocional, “No Escape”, “Girl, I Want You”, “Try To Understand”, “You Can’t be trusted” o “Excuse, Excuse”, deliciosos vapuleos de bullicioso garage rock.

En el otoño de 1966, ejercen de teloneros de Jefferson Airplane en un concierto en la Universidad de Santa Barbara (California) y los triunfadores de esa noche son The Seeds.

Tras su debut homónimo con The Seeds en abril de 1966, uno de los álbumes clave del sonido garage-rock, la banda volvió de nuevo a la carga en octubre de ese mismo año con su segundo álbum de estudio A Web of Sound (1966. GNP Crescendo Records), lanzado de nuevo por GNP Crescendo Records y producido por Marcus Tybalt, ayudado por Dave Hassinger y Rafael Valentin. El álbum tiene mayores variantes en las estructuras aunque siempre manteniendo sus constantes garajeras con textos sobre drogas y romances expuestos por la agria, sexual y neurótica vocalidad de Saxon.

El álbum ofrece insólitos y seductores sonidos ofrecidos principalmente por los teclados de Daryl Hooper y la guitarra de Jan Savage. Suena un somnífero órgano y una fuzz guitar en “Mr. Farmer”, el blues y el pop se fusionan en la imprescindible “Pictures And Designs”, una vertiginosa batería con rasgos surf y funk, un piano eléctrico y una lisérgica guitarra forman parte de la gran canción proto-punk “Tripmaker” (co-escrita entre Saxon y el productor Marcus Tybalt). “A Faded Picture” es un blues de gran calidad, la stoniana con base rithman & blues “Rollin’ Machine” y la rítmica y bailable “Just let go”, con una línea de bajo excepcional del propio Saxon, dan paso al cierre del álbum, la extensísima “Up in her room”, una pieza de probable influencia en grupos como Stooges o Velvet Underground. Este álbum esta considerado un clasico por excelencia del genero garage.

En agosto de 1967, lanzan su tercer álbum Future (1967. GNP Crescendo Records), grabado en los Goldstar Studios y con la ayuda de Doc Siegel como ingeniero de sonido. Un interesante proyecto conceptual (con añadidura instrumental de flautas, tubas o cellos) urdido por influencia de su nuevo manager Tim Hudson que intentaba emular las aventuras psicodélicas de The Beatles y su “Sgt Pepper’s Lonely Hearts Club Band” transformando así su estilo característico. El cambio no fue bien recibido por sus fans y The Seeds comenzaron a tambalearse como grupo. Es un álbum del que Sky Saxon no quedó muy contento ya que él lo veía como algo inacabado, incompleto… pero lo que venían eran unos días de locura histérica. El polémico Tim Hudson se convierte en manager de The Seeds y pone en práctica todo tipo de trucos, frases, publicidad para el grupo. Por ejemplo: “La generación de las semillas vencerá a la era de las piedras en 6 meses”, junio de 1967. Se inventa biografías de cada uno de ellos y con todo tipo de extravagancias, como que Daryl Hooper tiene 200 años de edad y aprendió con Beethoven, o que Sky Saxon es el primero de los niños-semilla, que el pelo de Rick es no se qué y no sé cuanto y que Jan ha encontrado todas las respuestas en la semillas. En fin, Husdon fue el inventor del término “Flower Power” y The Seeds fueron la primera gran banda del movimiento con el álbum Future como ejemplo. Ya no hay rastros de garage y el motivo floral ha sido asimilado por la psicología de Saxon. Canciones como “Now a Man” o “Six Dreams” mantienen un nivel estupendo. Hay buenos viajes como “March of the Flower Children” o “Travel With Your Mind”, y malos viajes como “Falling”, de casi 8 minutos.

The Seeds hacen un cameo en la película de Richard Rush llamada Psych-out! de 1968, parte rodada en el Haight-Ashbury de San Francisco y protagonizada por Jack Nicholson, Susan Strasberg, Dean Stockwell y Bruce Dern. La cinta va sobre una chica sorda que llega a la ciudad en pleno Verano del Amor buscando a su hermano que le ha enviado una postal que decía: “Dios está vivo y bien y vive en un terrón de azúcar”. “Tomar ácido es como la biblia”, decía Sky Saxon. En ese momento ya se han convertido en un grupo de culto. Se saca un sencillo como promoción del Lp Future y de la película Psych-out!, y las canciones elegidas fueron “March of the Flower Children” y “A Thousand Shadows”. Sky Saxon sube a los escenarios con 2 pistolas cargadas que dispara en un momento dado y hay otras locuras como ésta. A mediados de 1967 sale otro sencillo con “Six Dreams” y la maravillosa “The Wind Blows Your Hair” en la cara B. Preciosa canción con el típico sonido de los Seeds que pasa desapercibida pero que es otra de sus obras maestras. En efecto, el LSD hace estragos en Saxon, que vive en su mundo y hace declaraciones como que Los Stones no quieren tocar con ellos por miedo al ridículo. En el mundo real, muchos de las bandas que empezaron con ellos triunfan en las listas: Love, The Doors, The Leaves, etc. The Seeds ya no entran en las listas pero sus conciertos siguen siendo una locura colectiva, tan salvajes como en Detroit (Michigan).

La preeminencia de Sky Saxon como líder de la banda se demostró con la nueva apelación de la banda: The Sky Saxon Blues Band. Bajo este nombre publicarían dos nuevos trabajos sin éxito, A Full Spoon of Seedy Blues (1967) y Raw And Alive: Merlin’s Music Box (1969). El álbum A Full Spoon of Seedy Blues (1967. GNP Crescendo Records) tuvo como ingeniero de sonido a Dave Hassinger e iba firmado por The Sky Saxon Blues Band, pero eran ellos mismos. Parece ser que la idea de Saxon era ofrecer a GNP Crescendo algo totalmente diferente a lo que habían hecho hasta ahora, así les echarían y les dejarían libres. Pero no fue así. Este es un disco de Blues bastante ácido en el sentido musical del término y con una versión de Muddy Waters llamada “Plain spoken”, otras de Robert Johnson como “Pretty girl” y “One more time blues”, aparte de canciones propias de Sky Saxon como “Moth and the flame”, “Buzzin around” o “Creepin about”. Lo que hizo GNP Crescendo fue publicar el álbum A Full Spoon of Seedy Blues pero se negó a promocionarlo y así, los seguidores de The Seeds ignoraron un álbum tan diferente al anterior, y eso que el sello discográfico se ocupó de poner las viejas portadas de los Lps anteriores en este experimento.

Para que las ventas no bajaran, la discográfica GNP Crescendo Records editó un álbum titulado Raw And Alive: Merlin’s Music Box (1969. GNP Crescendo Records), y que tenía dos temas inéditos: “Nightime Girl” y “Forest Outside You Door”. En 1969, The Seeds dejan de existir después de un concierto en el Santa Monica Civic Center donde tocan con Neil Young y hacen una versión brutalmente incendiaria del “Pushing Too Hard”.

Ante la falta de reconocimiento popular, The Seeds terminaron separándose ese mismo año, en 1969. Saxon seguiría actuando con intermitencia (con el nombre de Sky Sunlight y los Stars New Seeds) mientras que el guitarrista Jan Savage se haría miembro de la policía angelina alejándose de la música. Sky se unió a la secta religiosa Yahowa inspirada por un líder “divino” llamado “Padre Yod”, quién murió y la secta se separó parcialmente, en la cual Sky Saxon siguio colaborando hasta el momento de su muerte. Sky Saxon murió el 25 de Junio de 2009 en Austin (Texas), tras meses hospitalizado por una infección general, aunque la causa de la muerte no ha sido determinada. Si bien no se conoce su edad exacta, se estima que tenía 71 años en el momento de su muerte.

Punk primigenio en tierra de incas

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El nombre original del grupo era Sádicos, pero por autocensura le quitaron la d, con lo que además sonaba como el inglés Psycho, es decir psicótico. Al menos esa es una de las versiones que circulan
El nombre original del grupo era Sádicos, pero por autocensura le quitaron la d, con lo que además sonaba como el inglés Psycho, es decir psicótico. Al menos esa es una de las versiones que circulan

El documental Saicomanía aborda los mitos y leyendas que rodean a ‘Los Saicos’, grupo cuya fulgurante trayectoria en la Lima de 1965 ha mantenido durante décadas una pregunta: ¿Realmente el primer grupo punk es peruano?

Antes de que los MC5 de Detroit grabaran su primer sencillo y de que James Newell se convirtiera en Iggy Pop, cantante y líder de ‘The Stooges’, cuatro jóvenes hacían temblar los teatros de Lima en las matinales de los domingos al ritmo de canciones como Demolición, Cementerio, Fugitivo de Alcatráz o Salvaje. Pero, ¿por qué este grupo, con un sonido directo, espontáneo y adelantado a su tiempo fue olvidado al poco de disolverse y ha pasado desapercibido para la historia de la música mundial?

Hector Chávez, director de Saicomanía, tuvo su primer contacto con el grupo cuando en una tienda de vinilos del centro de Lima el vendedor le ofreció un antiguo sencillo de una banda peruana al exagerado precio de 100 soles (39 dólares o 28 euros). Por supuesto, se trataba de ‘Los Saicos’. La novedad impulsó a Chávez a interesarse por aquel grupo para descubrir más tarde que aquellos cuatro peruanos eran todo un fenómeno entre los coleccionistas. De esto surge la idea del documental, un proyecto «autofinanciado» que le ha llevado a entrevistar a personajes que van desde Adam Renshaw, fundador y director de la revista «Punk» al propio Iggy Pop.

Trayectoria fulgurante

El origen del grupo se remonta a 1964, cuando Pacho Guevara, Edwin Flores, Rolando Carpio y César Castrillón decidieron en el barrio limeño de Lince, donde hoy existe una placa para celebrar aquella decisión, que la mejor forma de divertirse y conocer chicas era crear un grupo de rock.

«Nosotros nunca intentamos proyectarnos, hacer algo nuevo. Nosotros hacíamos lo que sentíamos, sin ninguna intención futura», señala Pancho Guevara, batería de ‘Los Saicos’.

La trayectoria del grupo fue tan fulgurante como breve. Fue terminar su primer concierto, bajar del escenario y recibir ofertas para tocar en televisión y grabar su primer sencillo. Sin embargo, algo más de un año y seis discos después, la banda se disolvía, justo en el momento en que aparecían ofertas para tocar en Argentina y México. Los integrantes del grupo decidieron que ya era hora de terminar la universidad y comenzar a trabajar. Tuvieron que pasar 30 años y una cinta de casete fue todo lo necesario para que finalmente el grupo fuera escuchado lejos de Perú.

Cuenta Guevara que a finales de los años 90 alguien llevó una cinta del grupo a Radio Nacional de España, donde programaron una de las canciones. El éxito fue tan grande que poco tiempo después se editaba en ese país una recopilación de todos sus discos. «No me lo explico, no tengo forma de explicármelo, pero me parece asombroso lo que ha ocurrido», asegura entre risas Guevara.

‘Demolición’ como himno

El músico Gonzalo Alcalde, uno de los mayores expertos en la obra de ‘Los Saicos’, explicó que la reivindicación del grupo en Perú data de la escena punk de los años 80, cuando Demolición pasó a convertirse en himno y el grupo reclamado como el primero punk (o «protopunk») de la historia.

«En Perú hubo mucho rollo en los años 80 de reivindicar esa canción porque se vio en ella un tema revolucionario», recuerda Alcalde, pero el músico lo considera un error, ya que el grupo carecía de toda intención política. En su opinión, para los integrantes del grupo «era algo adolescente, divertirse y mandar el mundo a la mierda. Pero eso, los hace aún más sorprendentes, un grupo que escuchaba la música más normal de entonces, Elvis, ‘The Beatles’, y que sin embargo logró hacer algo tan salvaje y particular».

Chávez coincide: «Lo del año es crucial, importantísimo, si hablamos de ‘Los Saicos’ es por eso, si la música la hubieran hecho a finales de los 60 no estaríamos conversando ahora».

Para Alcalde, calificar al grupo de precursores de la música punk es «una tontería», ya que a pesar de su particular sonido es imposible que llegaran a influir a otros grupos por la sencilla razón de que «nadie los conoció entonces fuera de Perú». Sin embargo, hoy en día su «long play» es una pieza de colección, fueron el primer grupo de Latinoamérica en grabar sólo temas propios y en castellano y las entradas para la presentación del documental en Lima se vendieron en 20 minutos. Quizá no iniciaron el punk, pero para Chávez y Alcalde, ‘Los Saicos’ son el grupo más importante de la historia del rock peruano.

Magos del chupa chup lisérgico

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The Blues Magoos, en una foto promocional de 1966
The Blues Magoos, en una foto promocional de 1966

Algunos álbumes atrapan a una banda en un punto de inflexión, un pie en el pasado y el otro dando un paso hacia un futuro desconocido pero prometedor.

Si los Beatles, agotados y hastiados por la constante presión para producir, hubiesen detenido el tiempo un día a fines de 1965, su legado habría sido fácil de destilar: algunos éxitos del pop con alegría adolescente, la «beatlemania» , una película pop clásica, «A Hard days night»… Pero dos álbumes, «Beatles For Sale» y «Help!», que denotaban cierto cansancio; el antiguo frenesí de sus días de Hamburgo y The Cavern, y «Help!» (grabado en dribs y drabs durante seis meses) canjeados por una reveladora canción de Lennon, el gran single de Ticket to Ride y el éxito marca de la casa McCartney, Yesterday.

Al igual que Buddy Holly, que dejó un legado para la música pop, pero también en los magníficos acordes de «True Love Ways» mejorados con cuerdas, el público especulaba acerca del rumbo que iban a tomar los Beatles: hacia las baladas (McCartney) o hasta música desnuda emocionalmente (Lennon).

Pero «Rubber Soul» de diciembre del 65 fue de nuevo un álbum diferente: un pie en el pasado (economía popular), pero en dirección a ese futuro desconocido y prometedor (In My Life, Norwegian Wood, Nowhere Man).

Revólver, del ’66 estaba en ese futuro desconocido.

Echando la vista atrás, mientras que 1967 es aclamado como el gran año para los álbumes de debut, 1966 fue el momento en que muchas bandas británicas de la primera ola post-Beatles llegaron a su punto máximo: «Aftermath» fue el primer álbum de los Stones enteramente escrito por Jagger-Richards; «Face to Face» de los Kinks; el «A Quick One», la mini-ópera de The Who. . .

Y en los Estados Unidos, todas las bandas se pusieron al día con la Invasión británica y crearon sus propios estilos distintivos: los Beach Boys con «Pet Sounds», los Byrds con el álbum «Fifth Dimension» que incluía Eight Miles High; la búsqueda de sonidos de Lovin ‘Spoonful (Daydream, Did you ever have to make up your mind, Summer in the City, Rain on the Roof, Nashville Cats). . .

Justo entonces los singles y los álbumes competían en igualdad de condiciones, pero durante el año siguiente el LP se convertiría en la forma dominante: los Blues Magoos, del Bronx de Nueva York, lanzaron su álbum de debut, que tenía un pie en el pasado y el otro que buscaba un punto de apoyo en un futuro desconocido y prometedor.

Ese álbum fue «Psychedelic Lollipop», uno de los primeros en usar la palabra «psicodélico» en su título, y  que los llevó a las listas de éxitos con el sencillo clásico de garage-punk We Ain’t Got Nothin ‘Yet.

El álbum mostró que tenían compositores en sus filas: el apunte cualitativo de One By One vino de Ron Gilbert y Peppy Thielhelm (de sólo 16 años en ese momento); otros vinieron de la mano de Gilbert con Ralph Scala y Mike Esposito.

El otro material del disco los mostró con un pie firme en su esencia burbujeante, y otro en el pasado de la sala de baile: cubrían el espectro de James Brown con I´ll go crazy, Tobacco Road, de JD Loudermilk, y la balada Sometimes I think about. Incluso hubo algo de relleno para She’s Coming Home justo al final.

Pero fue más que un debut meramente prometedor y, al igual que con los álbumes de estreno de Moby Grape y Country Joe and the Fish, al año siguiente, Psychedelic Lollipop cubrió mucho terreno, desde rock y soul hasta baladas y pop.

Entonces, ¿dónde estaba el gen «psicodélico» y las insinuaciones de aturdimiento que conquistarían el mundo sólo seis meses después? Por extraño que parezca, fue en su tratamiento de la familiar Tobacco Road, que cuenta con una parte de guitarra sesgada de Esposito. Consiste en un emocionante viaje en solo cuatro minutos y medio.

Gracias a «Electric Comic Book», The Blues Magoos se ganaron una plaza como teloneros de The Who y Herman´s Hermits (de estos últimos en una gira «mundial»), y si bien el álbum no apareció en las listas de éxitos, podría decirse que es una colección interesante y que mantenía el sesgo de la apertura.

Su distintivo sonido de órgano y guitarra era más integrado y experimental. Pipe Dream abundaba en el viaje y las lisergias que, sin embargo, vivían atrapadas en temas excesivamente cortos si se les compara con la avalancha experimental que se avecinaba.

Incluyeron algunos rellenos de factura superficial mientras exploraban el formato del álbum conceptual (típico del período): en la cara A con el guiño a Zappa Intermission, y cerrando la cara B con That’s All Folks, una parodia centelleante del tema de Looney Tunes.

Otras pistas como Life Is Just a Cher O’Bowlies eran frívolas e indignas, o una diversión con drogas, según el punto de vista y el estado de ascensión y ‘rollo’ de quien la escuchaba.

The Blues Magoos también demostraron su interés en mantener esa audiencia en vivo con una versión de seis minutos de Gloria de la banda seminal Them (entonces un estándar en vivo para muchos conjuntos), que en cierto modo traicionó sus raíces de banda de garaje y replicó el estilo de Tobacco Road.

Todas las canciones de «Electric Comic Book» son cortas. Aparte de Gloria, solo una más rompió la marca de los tres minutos (Let’s Get Together por apenas tres segundos). Era como si ya no pudieran estirar más el chicle, así que cada lado corrió a poco más de 15 minutos.

De este modo a pesar de las buenas sensaciones, el hecho de tener cierto pedigrí en la composición, moverse en un un sonido que abarcaba una horquilla relativamente amplia y firmar un debut que tenía un pie en el pasado y otro en el futuro inminente, los Blues Magoos nunca lograron despegar.

Su historia termina efectivamente allí, aunque hicieron un álbum más antes de dividirse en el ’68, «Basic Blues Magoos».

Sin embargo, como con muchas bandas de la época, se volvieron a formar (Castro y algunos nuevos músicos giraron como Blues Magoos durante un par de años y luego se separaron) y en los últimos tiempos casi todos se reunieron para algunos shows.

Su momento, en cualquier caso, se ubica entre 1966 y 1968, un tiempo en el que lograron cierta repercusión internacional gracias, sobre todo, a que sus discos venían avalados por los establos «Mercury Records». Ello les llevó, entre otras cosas, a aterrizar en España, camuflados entre la vorágine yeyé, con tres fascinantes EPs.

Un pequeño fragmento de su legado sobrevino cuando de Deep Purple con «Black Night» reivindicaron el riff de bajo  de We Ain’t Got Nothin ‘Yet. . . tal como los Blues Magoos lo concibieron, sin vergüenza y con las pupilas extasiadas por la visión de un horizonte musical reluctante.

Y en Sudamérica, la otra batalla de bandas ‘flequilleras’

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The Shakers
The Shakers

«La música puede revolucionar vidas» la prueba son Los Shakers. Una banda simil Beatles que se realizó como una de las expresiones más originales y ricas de la música latinoamericana. Cuatro montevideanos que conquistaron américa y casi el mundo. Por primera vez un libro recoge esa historia.

Pero, además, contiene enfoques especiales, con jugosos anecdotarios, sobre las áreas que los cuatro han transitado: el cine, el estudio de grabación, las giras internacionales, cómo tocaban en vivo, y la disección aguda de sus diversas grabaciones y sus entretelones.

No se limita al período 1965-1969, abarca toda la «prehistoria» del grupo y se lanza también a las épocas de Opa, al «período de oro» de Osvaldo junto a Mariana Ingold, ¡relatado por ella misma!, releva el aporte de Hugo y Osvaldo Fattoruso a esa marca registrada oriental que es el candombe, contiene un alucinante collage de las andanzas de Hugo por Japón (esa otra tierra oriental) y culmina con un retrato multiforme de Hugo Fattoruso y su obra solista, que trasciende lo convencional.

Los Shakers lanzaron su primer sencillo en 1965: “Break it All”, un rock and roll que se presenta como un llamado al baile pero que en pocos segundos se convierte en uno a la destrucción masiva. Al escuchar esta canción se tiene la sensación de que la música no llega hasta uno guiada por las musas, sino cabalgando sobre las ondas expansivas de una explosión. Esta expresividad, difícil de encontrar en las canciones de pop y rock que sonaban en las radios de aquella época, hizo que varias décadas más tarde “Break it All” fuese seleccionada como parte de Nuggets II: Original Artyfacts From the British Empire and Beyond (Rhino, 2001), uno de los más respetados compilatorios internacionales de psicodelia y rock de garaje donde, vale la pena anotar, también aparece el grupo peruano We All Together, aunque con una canción grabada varios años después, ya a finales de los sesenta: “It’s a Sin to Go Away”.

Dos años más tarde, en su segundo álbum, Shakers for You (1967), los uruguayos desplegaron una nueva exuberancia musical que les permitió adaptarse a los cambios que se iban introduciendo en el rock de la época. Aquí encontramos a la banda trabajando melodías psicodélicas y elementos exóticos, aunque casi siempre bajo sus propios criterios, como en la canción que abre la placa (“Never, Never”), en la que fusionan el rock y la bossa nova. Detrás del cambio estilístico también parece haber uno estético, en tanto la expresividad de sus primeros discos —una básica, directa y, hasta cierto punto, primitiva— fue reemplazada por la búsqueda de nuevas formas musicales: el lenguaje transnacional del rock se mezcló con timbres y motivos regionales (no necesariamente sudamericanos) para así aportar exotismo y una mayor gama sonora a las canciones. Esto se nota especialmente en la última del disco, “Hope You Like It”, una joya de la psicodelia de la década, cuyo uso de motivos orientales, disonancias y guitarras invertidas colocan a Los Shakers dentro de la corriente más experimental del rock de la época.

Los Mockers
Los Mockers

El aporte de Los Mockers, la otra gran banda uruguaya de mediados de los sesenta, es sintetizar las dos fases de Los Shakers en un único estilo. Destacaban tanto la performance de Polo Pereira, un cantante iracundo cuyo fraseo vocal supera al de Mick Jagger en lo que a provocación sexual y arrogancia juvenil se refiere, como la habilidad técnica de los músicos, que podían pasar de pasajes de ritmos barbáricos a momentos de sutil psicodelia y exuberancia.

Otra interesante banda latinoamericana de la época que decidió cantar en inglés fue Los Vidrios Quebrados. Formada en 1964 por unos estudiantes de Derecho de la Universidad Católica de Chile, el grupo editó un único disco: Fictions (1967). En este no encontraremos ni la expresividad desbordada de Los Mockers, ni el exotismo instrumental de la segunda etapa de Los Shakers, pero sí una sobriedad instrumental y vocal que convierten a la banda en una suerte de precuela olvidada de grupos estadounidenses de los ochenta, como Green On Red y The Rain Parade.

Vidrios Quebrados
Vidrios Quebrados

Esto no es casualidad, ya que estos comparten con Los Vidrios Quebrados una misma influencia: The Byrds. Más aun, ciertas preferencias minimalistas en los arreglos de las canciones y en la mezcla de Fictions hacen que las canciones de Los Vidrios Quebrados tengan un sonido que ha logrado mantenerse joven aunque hayan pasado cinco décadas. Las letras merecen una mención aparte. Por ejemplo, la primera canción del álbum, “Oscar Wilde”, está cantada en primera persona por alguien que personifica al escritor irlandés, y que, en pocas estrofas, se las arregla para elaborar una conmovedora autobiografía comparable a las mejores viñetas hechas por Ray Davies de The Kinks.

Todos estos grupos —Los Shakers, Los Mockers, Los Vidrios Quebrados— se emparentan de un modo natural con algunas excelentes bandas peruanas como Los Texao, Traffic Sound y Laghonia, quienes a menudo son vistos por encima del hombro por periodistas y críticos que parten de la idea de que el rock que se practica en Sudamérica solo alcanza la mayoría de edad cuando es escrito y cantado en castellano. Curiosamente, la canción “Meshkalina” de Traffic Sound ya es considerada un clásico por los fanáticos de la psicodelia y el rock de garaje en el mundo.

Laghonia
Laghonia

De hecho, si un grupo peruano como Los Saicos es admirado en países anglosajones sin importar que cante en español, ¿por qué no podríamos reconocer los aportes que los grupos sudamericanos de los sesenta le hicieron al mismo género, pero escribiendo canciones en inglés? Si estamos en capacidad de disfrutar una canción como “David Watts” de The Kinks, ¿por qué no podríamos admirar una como “Oscar Wilde” de Los Vidrios Quebrados? Vaya a saber si Los Shakers, Los Mockers, Los Vidrios Quebrados, Traffic Sound o Laghonia hicieron rock legítimamente uruguayo, chileno o peruano, respectivamente. Lo que hicieron fue rock legítimamente bueno que, en ocasiones, llegó a la altura de lo que hacían los grandes referentes del género en Estados Unidos o Inglaterra. Y eso es un logro. En cualquier idioma.

Melenudos envasados

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The Brisks, formación ceutí de prolija discogra
The Brisks, formación ceutí de prolija discografía

El sello discográfico Munster Records rescata el lado oscuro de la música española de los sesenta, el denominado rock de garaje, con la publicación del álbum recopilatorio «Algo Salvaje», antología que recupera un sonido cargado de aire fresco, rabia y desconocida energía roquera.

Antes de sumergirnos en este ruidoso mar sonoro hay que preguntarse: ¿Qué es la música de garaje? «Fue la respuesta americana a la extraordinaria producción musical inglesa de los sesenta; era rock con propiedades como la agresividad, la distorsión y el rechazo a ciertas reglas. Algo así como la primera manifestación del punk, pero en los 60».

Así lo explica Vicente Fabuel, el experimentado arqueólogo de la frondosa música popular española del pasado siglo, que ha seleccionado las 56 sorprendentes canciones de esta novedosa colección de «Nuggets hispanos» que se llama «Algo salvaje», compilada en dos frondosos volúmenes.

Entre las joyas rescatadas podemos encontrar a un joven Camilo Sesto -aún con el apellido Blanes- cantando «Eres un vago» con Los Botines; un oscurísimo tema con órgano Farfisa «It Is My World» de Prou Matic, o una versión del éxito de Lola Flores «A tu vera» interpretado por los británicos Tomcats, conocidos ya por aparecer en «Operación Secretaria», popular película de Mariano Ozores de 1966.

Pero la gracia no solo está en proyectos perdidos o arrinconados. También se incluyen valores reconocidos de la época como Los Brincos, Lone Star, Los Sirex, Pekenikes o un «Antimusical» Miguel Ríos que aparecen con canciones primerizas y crudas escondidas en la cara B de unos discos ya irrecuperables.

En esta recopilación de temas de entre 1963 y 1970 hay sitio incluso para los Daikiris interpretando en ¡euskera! la canción «Cada Vez» de los venezolanos Impala o -más difícil todavía- a los mallorquines «Los Cinco del Este» cantando «Protestando» a viva voz y sin correr delante de la policía.

Más preguntas para nuestro musicólogo de cabecera: ¿Cómo fue posible un «garage rock» en español durante el franquismo? ¿cómo se pasó del conjunto ye-yé al grupo de jóvenes airados?.

«Es imposible controlarlo todo, ni siquiera un gobierno dictatorial y menos cuando muchas de estas joyas discográficas van escondidas en la cara B de los ‘singles’. El fenómeno ‘nugget’ (otra etiqueta anglosajona para referirse a este estilo) también explota y con altísimo nivel en prácticamente toda Sudamérica, la mayoría bajo dictaduras», destaca Fabuel.

«El rock de garaje es música ‘beat’ amplificada y distorsionada y, sobre todo, una clara actitud de enfrentamiento a lo establecido. Y está claro que en esos años, a nuestros chicos del momento, les sobraban motivos», añade.

Este espacio de libertad, escondido en EPs de cuatro temas y con portadas imposibles, se vio favorecido y fortalecido por «la altísima creatividad» musical de aquellas décadas y, en el caso de España, por el desarrollo del turismo y la llegada de la denominada «Legión Extranjera», artistas europeos o americanos que se establecían en la costa mediterránea y que ensancharon «nuestras pacatas perspectivas educacionales y musicales».

«Algo Salvaje. Untamed Beat and Garage Nuggets From Spain» no es el primer trabajo recopilatorio de Vicente Fabuel. Antes, y para el mismo sello, ha participado en la elaboración de los tres álbumes dobles sobre el soul hispano, titulado «Sensacional Soul (1966/1976)», y en una ingeniosa recopilación, «Chicas», de voces femeninas del pop español de los años sesenta.

Para Vicente, esta investigación en los archivos es muy agradecida: «Lo único que hago -dice- es usar mi olfato, pinchar discos, descubrir buenas canciones ocultas (incomprensiblemente, ajenas al devenir de los aficionados) y volverlas a poner sobre el tapete. A ese trabajo lo llamo, simplemente, dar las gracias a aquellos ignorados músicos».

Este viaje a un olvidado patrimonio musical nos sugiere una última pregunta: ¿Cómo es posible que tan pocos conozcan este rico legado sonoro? «En este país, buena parte de la cultura desarrollada bajo el franquismo ha estado estigmatizada. En aquellos años hubo de todo -dice Fabuel-, cultura grande y cultura nefasta. Asomados a ese balcón, aún quedan todavía demasiados sordos al respecto».

Además, considera, que nadie, en ninguna parte del país, ha podido estudiar en las escuelas a determinados artistas de la década prodigiosa en clave pop , como «las sublimes Vainica Doble, por ejemplo».

Y ese intencionado desconocimiento surge por dos razones: «Por ese provincianismo acomplejado tan español y por un extendido y ridículo concepto de la modernidad», concluye.