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Vuelve el CD

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Por Diego A. Manrique

Descubro una anomalía en las estadísticas de la industria musical estadounidense: en 2021, aumentaron las ventas de los CD. No es precisamente un subidón —un 1,1% —, pero detiene un descenso de 20 años que parecía imparable. Lo intentan explicar alegando, por ejemplo, que el incremento corresponde a la publicación de títulos de amplio espectro, como el álbum 30, de Adele. Resulta que, entre los millones de compradores de la cuarta entrega de estudio de la vocalista inglesa, 900.000 optaron por el CD.

Aun teniendo en cuenta la diferencia de precios —la versión vinilo triplicaba el precio del CD—, llama la atención que casi un millón de compradores despreciaran el formato que está de moda y prefirieran un soporte —atención— que resulta más cómodo, más ligero y, teóricamente, más longevo. Aquí tienen un millón de consumidores que son regularmente ignorados por la moda del vinilo. Prepárense: pronto leeremos titulares como “La vuelta del CD” o “La resurrección de los discos plateados”.

No es solo cuestión de hipsters; también la industria empuja al consumidor de producto físico hacia el vinilo. Por si no se habían dado cuenta: muchos grandes almacenes ya no venden CD; los fabricantes de automóviles y ordenadores no incluyen reproductores de CD e incluso un aparato icónico como el Discman de Sony ahora parece haber sido descatalogado. Y no es una concatenación de casualidades.

Recuerden el lema de lanzamiento del CD: “Sonido perfecto para la eternidad”. Era, por decirlo educadamente, una mentira, igual que aquella milonga de que costaba mucho más fabricar un CD que un LP. No se trata de un caso de obsolescencia planificada: lo que se busca finalmente es desplazar todo el consumo de música hacia lo digital, mediante las descargas o el streaming, pagando una suscripción o incluso aceptando publicidad. Un chollo, nos aseguran. Desde luego, no para los músicos, compositores y productores que han visto como encoge hasta lo ridículo la compensación por su trabajo.

Un inciso: ¿no es extraño que las grandes discográficas no protesten por este recorte de los ingresos? Sencillo: las plataformas de streaming pagan cantidades multimillonarias a las discográficas por el derecho a usar sus catálogos, así, en general, sin que los artistas vean un céntimo del fichaje. Luego, estos cobrarán royalties según el número de reproducciones. Ni siquiera sabemos si se paga lo mismo a una superestrella de Sony, como Adele, que a una veterana tipo Mavis Staples, que ahora graba para un sello humilde (Anti). En realidad, sí: intuimos cuál de las dos cobra más por cada reproducción.

Lo que sí sabemos es que ha desaparecido un alto porcentaje de las tiendas de discos, antaño centros sociales para melómanos. Hablamos de esas raras criaturas que se estudian los créditos de un LP o un CD, que agradecen los lanzamientos que incluyen letras, que fantasean con las portadas y que necesitan una relación táctil con el soporte musical.

Vicios inocentes, ciertamente. Lo trágico es que las multinacionales ya no hacen esas cajas históricas de CD que ofrecían visiones panorámicas de un género o subgénero, del sonido de una ciudad o región, de un productor o un compositor, de una temática o una actitud. Son labores que ahora desarrollan compañías pequeñas como la británica Cherry Red, la australiana Raven Records, la francesa Frémeaux & Associés, la estadounidense Collectables Records, la española Ramalama Music o la alemana Bear Family Records. Aprovechen si los encuentran: su supervivencia no está garantizada.

Psicodélicos en tierra de espetos

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De izquierda a derecha, José Jiménez (guitarra Fender y voz), Miguel Ángel Fenech (guitarra Gibson), Enrique González (batería y voz) y Antonio Galán (bajo y voz). Todos ellos dieron vida a «Enigma», un sorprendente conjunto malagueño de arriesgados sonidos sajones.

Málaga, 1979. El yeyé ya se fue y sus rescoldos en forma de zarandeos de Power-Pop foráneo y autóctono coexisten con la música ‘Disco’. La extrema izquierda musical de finales de los 60 y primeros 70 del pasado siglo (me siento como un plumilla escribiendo de Charles Dickens en 1922, qué vértigo) deja paso a elucubraciones de Rock Progresivo, brillante en discos seminales como el homónimo de Eduardo Bort (1975) o «A la vida, al dolor», del ‘indo-sevillano’ Gualberto García, del mismo año. Esas mismas palpitaciones derivan en extensos diálogos incrustados, con más o menos sopor, en el Rock Laietano y los candentes sinfonismos de Camel, Genesis, Emerson, Lake and Palmer y Yes. Todo ello, en una coctelera en la que coexisten Supertramp, Alan Parson’s Project y aún The Beatles (nunca olvidaré a los profesores en prácticas, todavía con pelo y vocación, ‘ilustrar’ a la muchachada con las excelencias de «Breakfast in America» de Roger Hodgson y sus adláteres, qué tedio). El batiburrillo era aún más caótico en emisoras de radio que añadían a todo lo anterior el candente ritmo de la rumba opiácea de Los Chichos y Los Chunguitos, así como el pop lacrimógeno de Los Pecos y las declaraciones italo-tórridas de Umberto Tozzi. Un auténtico galimatías.

La capital de la Costa del Sol no era un nido que generase trinos reconocibles como sucedió en Madrid y Barcelona, aunque es del todo irrelevante en la historia que nos ocupa, pues vengo a hablarles de una raya en el agua, un anacronismo que bien podría habitar en las ediciones privadas del tardío rock psicodélico, prensadas con esmero en tiradas limitadas, como un último reclamo apareatorio con la decencia musical. McArthur, Thors Hammer, Pentwater, Rick Saucedo o Carol of Harvest son algunos nombres de esos últimos rebeldes confederados. A ellos hay que añadir sin remilgos a los malagueños «Enigma», cuyas únicas grabaciones han sido rescatadas por la perseverante inquietud de Enrique González, su, por aquel entonces, batería y ahora ‘dealer’ de discos grandes y pequeños, especialista internacional en la vida, obra y milagros de «Los Bravos», y enamorado del ‘underground‘ patrio de, entre otros, Smash, Máquina!, Pan y Regaliz, Evolution, Tapimán y Cerebrum. Su perspicacia le ha llevado a hacer acopio de todos los registros sonoros de un conjunto músico-vocal inclasificable en la pecera de aquellos años.

«Surprise Rock» reúne un compendio de temas que destilan aromas de Krautrock, Costa Oeste, «rollo» de aquí, desarrollos instrumentales certeros y que nunca caen en el paradigma repetitivo, armonías dulces y a la sazón sulfuradas y, sobre todo, una deuda permanente hacia los ancestros de aquel pasado reciente (recordemos que estos temas se registraron entre 1979 y 1980). «Riding through the sky with our dreams in tow» es progresivo ibérico ‘pata negra’ hibridado con Popol Vuh. En «Road to Darkness» emana con brío la querencia rutilante a los años dorados de David Gilmour. «Working Hard» fascina con su línea instrumental de ‘bike movie’ de finales de los 60. Del mismo modo, «Suprise Rock» deriva a los Smash reunificados ex-profeso para «Musical Express». Enigma no se detiene ahí, y regala trazos encantadores de anacronismo ‘sixties’ en «Omen of the End», una locura de 12 minutos que parece sacada de la banda sonora de cualquier ‘euro-noir’ de Barbet Schroeder. «Without knowing where we go» respira la aparente intrascendencia de Gong (los sevillanos), mientras que «Mental Tangle» insiste en la poderosa línea de bajo, atizada por el hipnótico soporte de una guitarra caleidoscópica y la percusión psicótica de González.

En cada una de las canciones de este disco hay algo de rock instrumental ardoroso, de ahí la «sorpresa» que supone descubrir una banda cuya comparación con Smash («Sitting on the truth»), Máquina! y, principalmente, Tapimán es, cuando menos, simple. Esto queda corroborado, de nuevo, en pautas ‘kraut’ como las que ofrece «Total happiness»; y también en el carril de aceleración de «Running away», una aproximación ácida a «Peter Gunn» de Mancini.

Esta colección de composiciones se expresa con denuedo. En cada esquina hay una deuda y sobre todo la originalidad de una banda de melómanos que coexistieron con el espeto de sardinas y el despertar de la mente en años de contrición aunque también de apertura. «Sitting on your mind» y «Let’s go from here» abundan en el sonido ‘europrogresivo’ y abren paso a un cierre demoledor, en el que «Enigma» revela su admiración a los catalanes «Máquina!» y «Tapimán», con redondas versiones de «I believe» y «Gosseberry Park».

Esta recuperación de temas grabados en cintas de casete demuestra que en la historia del Rock siempre es posible hallar discos apócrifos que nos devuelven a la autenticidad de grupos increíbles con circulación musical de entrada y salida. La puesta en escena, con un cuidado trabajo gráfico, y la incesante sucesión de ideas y reclamos durante casi 80 minutos envuelven al oyente en un mantra de psicodelia y luz del que es difícil sustraerse.

La tarde de la iguana ‘crooner’

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James Newell Osterberg, Iggy Pop, será la estrella de la 57 edición del Festival de Jazz de San Sebastián, donde actuará el próximo 23 de julio de 2022. La incorporación de La Iguana ha sido la gran sorpresa de la programación del Jazzaldia.

Iggy Pop, quien actuó en el Polideportivo de Anoeta en enero de 1991, volverá a San Sebastián para tocar en el centro Kursaal a las 18.30 horas, en un recital en el que se espera que recorra gran parte de su larga trayectoria rockera.

Fue el propio músico el que se interesó por recalar en San Sebastián y, en principio, pretendía hacerlo con la propuesta de su último disco, Free, más alejado de su etapa más salvaje y que el director del festival ha definido como cercana a los últimos trabajos de Lou Reed.

Sin embargo, los representantes de Iggy Pop alertaron al Jazzaldia de que Iggy Pop «se lo estaba pensando» y que el concierto no tenía por qué ceñirse al estilo y contenido de ese álbum, sino que el músico se plantea repasar toda su trayectoria rockera.

Además de este concierto, la organización del Jazzaldia ha anunciado nuevos nombres, que se suman a los de Diana Krall, Hiromi, Yean Tiersen, Calexico, Kurt Elling y Gregory Porter.

En el escenario de la Plaza de la Trinidad, el más emblemático del festival, la programación la abrirán el 22 de julio dos pianistas japonesas, Miho Hazama, que se acompañará de una Big Band de alumnos de Musikene, y la célebre Hiromi, una de las grandes estrellas del jazz actual.

El día 23 la plaza acogerá una sesión «superadrenalínica» , con el saxofonistas Steve Coleman -uno de los músicos «preferidos» por el Jazzaldia- y con el «excéntrico» Louis Cole, batería que también canta y toca los teclados y el bajo.

De nuevo este año, las entradas en la Trinidad serán numeradas y con todo el público sentado, al menos hasta la actuación de Cole. «Entonces, ya veremos», ha advertido.

Amina Claudine Myers y el cantante Kurt Elling protagonizarán el concierto del día 24 de julio, mientras que la clausura el 25 correrá a cargo de la saxofonista Lakecia Benjamin y de la vocalista Diana Krall.

En el Kursaal actuará Calexico el 21 de julio, Gregory Porter el 22, Iggy Pop al día siguiente, Yann Tiersen el 24 y cerrará el 25 Herbie Hancock.

«Escribidores», el necesario encuentro

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«La Térmica» (Málaga) acoge «Escribidores», del 2 al 5 de marzo (y más allá).

En la neblina, letras. Los Jinetes del Apocalipsis, encarnados en el aliento helado del Gran Oso Ruso, parecen abrazar la desesperanza. En la convulsión, cualquier atisbo de humanidad reconforta; y el negro sobre blanco es el calor que disipa el vaho.

Málaga, siempre hospitalaria, está a menudo al acecho para dar cobijo a cualquier muestra de inventiva, sea cual sea su procedencia. Cierto es que supone un pasaporte hacia el solivianto la letanía de librero («No lo tenemos en stock, aunque se lo podemos pedir»), pero una vez ejecutado el mimetismo (o supervivencia) con la cultura de masas 4.0, la realidad es fructífera y hasta cíclica. Ergo el ser humano traza vías de escape con más o menos arabescos, las historias contadas para ser leídas habitan en la trastienda de la mente; y, por momentos, usurpan a la oscura realidad como un opiáceo aceptado por el vademécum.

«La Térmica» es una playa de la capital malagueña en la que viví instantes gloriosos de chapoteos infantiles aderezados con estribillos de Leif Garrett, La Charanga del Tío Honorio y Los Chichos. Siempre que sonaba la rumba lisérgica sobrevenía el inquietante taró, como se denomina en la Costa del Sol a un fenómeno meteorológico convectivo que bien pudo inspirar a John Carpenter en «La Niebla». No muy lejos de esas aguas tiene lugar el evento «Escribidores», en el que un ramillete de autores contemporáneos de pedigrí da rienda suelta a sus motivaciones, explica sus «intríngulis» e interactúa con el público. Efectivamente, se trata del maravilloso y necesario instante de cercanía física en el que la exaltación y la decepción van de la mano; pues un autor puede ser culturalmente libidinoso en las distancias cortas, o terriblemente anafrodisíaco en el cuerpo a cuerpo neuronal. Es, de tal modo, el momento en el que los mundos chocan.

Como rezaría en la cubierta de un Best Seller: «El genuino encuentro con literatos españoles de nuestro tiempo».

https://www.latermicamalaga.com/escribidores/

John Mayall, respeto al honesto

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Mayall, en el ‘hall’ del Teatro Cervantes de Málaga, atendiendo a una ‘troupé’ de fieles antes de su concierto

Se puede ser padre, tío, abuelo y hasta hermano. Buscar lazos de cosanguinidad en estilos de música catalogados como «puros» es un sudoku en tiempos de productos enlatados, bucles de proteico chonismo e iteración de conceptos en su día rutilantes. Quizás porque no hay más que rascar. Puede que debido a que la creación habite en un imposible nihilista.

Hasta la década de los 80 del pasado siglo, John Mayall era padrino del ‘blues’ blanco. Luego fue padre con derecho a custodia compartida. Y a tenor de las visitas al camposanto de sus coetáneos, actualmente puede ser catalogado como abuelo ancestral, una especie de Matusalén que prevalece en el desagüe del negocio musical.

Eric Clapton dijo en su día que la honestidad sólo habita en los viejos registros de discos de pizarra. De tal modo que en el vagón de los honestos del blues están Skip James, Tommy Johnson, los ciegos Blind Lemon Jefferson y Blind Willie McTell, los cantantes de tórrida existencia, como el ya masacrado Robert Johnson, y, en definitiva, personajes cuyas peripecias dan para tiras de cómic, reivindicación y hasta algún que otro ‘biopic’. En este contexto de obsolescencia de valores disipados, la tropa inglesa del ácido se erigió como salvaguarda y tuvo a tres capitanes de lujo: Alexis Korner, Peter Green y John  Mayall. En los flancos, Graham Bond, Ginger Baker y el entonces opositor a Dios, Clapton.

En el contexto sajón de su graciosa majestad, ‘Clapton is God’, incluso en el ‘mainstream’; Peter Green es un ángel que se emponzoñó de ‘trip’ en su caída para posteriormente redimirse; y Mayall, aquel que aleccionó, sobrevivió a los excesos y dejó en el muro sonoro discos seminales entre 1965 y 1971. Tras la comilona, las miradas al arcén donde se quedaron dignos perdedores y el funeral de la música, entendida como banda sonora que acompaña a la existencia, vino una lenta digestión que aún continúa. Y entre regurgitaciones, Mayall siempre simplifica el negocio. Con jersey a rayas y estética ‘beatnik en su etapa gloriosa en el ‘Marquee’, como reclutador de talentos para sus Bluesbreakers; abierto a la experimentación durante sus relucientes años en Estados Unidos, en los que su fama de maestro creció a la par que su melena; y siempre dispuesto a la sinopsis, virtud literaria y también musical. Se puede ser Beckett o Delibes. Mayall fue ambos.

En el ‘hall’ del Teatro Cervantes de Málaga, honestidad: Mayall vendía en persona sus 85 años. Sobre el escenario, teclado Roland, contenidos ataques de armónica y sonido dignamentre ‘smooth’ (¡glub!) sin caer en la redundancia hotelera o en el chirrío de los profanadores blancos. A quienes esperan pirotecnias de otros tiempos no les llega, pero no importa. En Málaga (ni en ninguna otra parte) no hay clubes donde caballeros con boina y perilla y señoritas de mirada perdida reflexionan en la neblina; tampoco se tilda la irreverencia, ni la contestación, ni la contracultura… En los conciertos de rock&roll, blues y jazz cada vez hay menos pelo y más lustre. Todos lo sabemos. John, también.  Y a la vejez, viruelas, pues todos los tiempos han sido, de uno u otro modo, convulsos, y el ser humano es adicto a la idiocracia.

Mayall ha dado con un batería de raíces. Jay Davenport se pasea con fragor y alimenta al ancestro con una percusión provocativa, de matices ‘jump’ y sobre todo, briosa. En el contexto educativo, Carolyn Wonderland es lo suficientemente joven para beber del cáliz y recordar pasajes del fantástico LP «USA Union» con un trabajo de guitarra elegante, propio de los músicos de la Costa Oeste. Y al bajo, Greg Rzab destila el crepúsculo del blues de Chicago de los 80, con una línea solvente. Esta formación de cuarteto, con profesionales dispuestos a opositar al cuerpo de administradores de la música del demonio, siempre ha sido la preferida del viejo John.

Hubo personas que se acercaron a Mayall por primera vez. A mi lado, una señora que disfruta de su jubilación acudiendo, sin filtro, a todo tipo de eventos. Otros hurgan en instantes, en un afán inquebrantable por intuir el olor a pólvora de batallas cada vez más remotas. Incluso el blues puede desprender el mismo tic funcionarial que las cafeterías de 10:30 a 11:00, o la modorra de los ‘hostels’ que programan música de raíces para cenas insípidas. Todo cabe en un teatro, un reducto eterno para escapar del sopor de la canícula y las previsiones apocalípticas. A uno y otro lado, respeto al honesto.

Notas desde el Espacio infinito

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Investigadores de la Universidad de Granada y del Instituto Andaluz de Astrofísica han estudiado por primera vez la música de una estrella pulsante con la ayuda de fractales. Según los científicos, estos astros emiten un continuo rumor susurrante de fondo. Con un algoritmo han logrado aislar la música estelar del ruido de una manera eficiente y sencilla para identificar mejor las estrellas variables
Investigadores de la Universidad de Granada y del Instituto Andaluz de Astrofísica han estudiado por primera vez la música de una estrella pulsante con la ayuda de fractales. Según los científicos, estos astros emiten un continuo rumor susurrante de fondo. Con un algoritmo han logrado aislar la música estelar del ruido de una manera eficiente y sencilla para identificar mejor las estrellas variables

Muchos objetos en la naturaleza, desde la geometría de una coliflor hasta el perfil de una montaña o las ramificaciones de los ríos, tienen un comportamiento fractal, es decir, poseen una estructura parecida a todas las escalas (esto es, la invariancia de escala), de manera que, observándolos a través de una lupa o de un telescopio, no notaríamos diferencia.

La mayoría de las estrellas son variables pulsantes (como lo es nuestro propio Sol), es decir, que su luminosidad varía periódicamente con el tiempo. Esto se debe a que ondas de densidad y temperatura que se generan en su interior llegan a la superficie de la estrella haciéndola oscilar, lo que provoca cambios en su brillo. Estas oscilaciones estelares forman patrones tridimensionales al igual que una cuerda de guitarra o la piel de un tambor en una y dos dimensiones respectivamente.

Un equipo de investigadores de la Universidad de Granada (UGR) y del Instituto Andaluz de Astrofísica (IAA-CSIC), expertos de una rama de la astrofísica denominada astrosismología, ha analizado estas oscilaciones de luminosidad, tratando de clasificar las estrellas pulsantes en distintos tipos, cada uno con una determinada estructura interna y propiedades físicas, de la misma forma a través de la cual nuestro oído puede identificar distintos instrumentos musicales en una orquesta, y por ende, las propiedades de cada uno de aquellos, como el material o las dimensiones.

Pero en el trasfondo de la música estelar hay más. Como explican Juan Carlos Suárez Yanes, investigador del departamento de Física Teórica y del Cosmos de la UGR, y Sebastiano de Franciscis, del IAA-CSIC, “la música de una estrella pulsante resulta tener un continuo rumor susurrante de fondo, como un público molesto en una sala de concierto, que dificulta la escucha”.

Estos investigadores han estudiado por primera vez el ruido de fondo que existe en la luminosidad de las estrellas como un objeto fractal. Su trabajo ha descubierto propiedades fractales en la luminosidad de las estrellas pulsantes.

Caracterizar mejor las estrellas variables

Los investigadores han aplicado un algoritmo que se basa en el análisis armónico de Fourier (que estudia la representación de funciones o señales como superposición de ondas “básicas” o armónicos) de series temporales con propiedades fractales para aislar la música estelar del molesto ruido de fondo de una manera eficiente y sencilla. Esto permite depurar de la música estelar las oscilaciones que forman parte del ruido, y así identificar mejor y caracterizar las estrellas variables.

Gracias a este método, los investigadores pueden identificar y caracterizar mejor las estrellas variables. Se trata de un paso importante para entender cada vez más los mecanismos físicos que gobiernan las estrellas pulsantes, ya que ahora es posible ver más nítidamente en su interior.

Los animales se adaptan a duras penas al cambio climático

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En la fauna, la respuesta más común al cambio climático es un cambio fenológico en eventos biológicos como la hibernación, la reproducción o las migraciones
En la fauna, la respuesta más común al cambio climático es un cambio fenológico en eventos biológicos como la hibernación, la reproducción o las migraciones

El cambio climático es una amenaza para las especies de animales, y las extinciones pueden impactar en la salud de los ecosistemas. Un equipo internacional de científicos, con participación de investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha evaluado más de 10.000 artículos científicos que relacionan los cambios en el clima de los últimos años con las posibles variaciones en los rasgos fenológicos (cambios en los ciclos biológicos) y morfológicos de las especies.

El trabajo, que se publica en la revista Nature Communications, indica que la adaptación de los animales al cambio climático no se da en muchos casos y que los cambios son generalmente insuficientes para hacer frente al vertiginoso ritmo de aumento de las temperaturas.

En la fauna, la respuesta más común al cambio climático es un cambio fenológico en eventos biológicos como la hibernación, la reproducción o las migraciones. Las alteraciones en el tamaño y la masa corporales y en otros rasgos morfológicos también se han asociado generalmente al cambio climático. No obstante, como confirma ahora este estudio, no muestran un patrón sistemático.

Tras revisar la literatura científica existente, los investigadores comprobaron si los cambios en los rasgos observados estaban asociados a una mayor supervivencia o a un aumento en el número de la descendencia. Una combinación de técnicas de metaanálisis y análisis de selección sobre rasgos del fenotipo mostró que “existe una selección consistente hacia una reproducción más temprana, lo que no supone una ventaja adaptativa”, recalcan los autores.

Una respuesta adaptativa incompleta

“Nuestro trabajo se ha centrado en las aves porque los datos en otros grupos eran escasos. Demostramos que, en las regiones templadas, las temperaturas en aumento están asociadas a variaciones en la cronología de los eventos biológicos. En concreto, estos eventos se adelantan en el tiempo”, indica la primera firmante del trabajo, la investigadora Viktoriia Radchuk, del Leibniz Institute for Zoo and Wildlife Research (Alemania).

“La existencia de una respuesta adaptativa incompleta como la detectada sugiere que el cambio global estaría amenazando seriamente la persistencia de las especies”, asegura el investigador del CSIC, Jesús Miguel Avilés, de la Estación Experimental de Zonas Áridas, que ha participado en el estudio.

Más preocupante aún es el hecho de que los datos analizados incluyan especies de aves abundantes y comunes como el carbonero común (Parus major), el papamoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca) y la urraca común (Pica pica), que hasta ahora se creía que respondían relativamente bien al cambio climático.

“Una aplicación práctica que se deriva de este estudio es la necesidad de llevar cabo análisis de selección de este tipo para identificar el riesgo real de extinción de las especies”, agrega Avilés. Faltaría analizar, por tanto, las respuestas adaptativas que realizan especies raras o amenazadas porque es probable que estas sean todavía más limitadas y que la persistencia de sus poblaciones resulte afectada.

Los científicos esperan que sus resultados y la compilación de los datos sirvan para impulsar estudios que profundicen en la resiliencia de las poblaciones de animales ante el cambio global y contribuyan a mejorar las predicciones. De este modo, se podrá orientar las futuras acciones sobre conservación de la fauna.

Granollers, cuna del mejor jazz en años cienagosos

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En la imagen,, dos portada de los años 40 del pasado siglos de la publicación "Club de Ritmo"
En la imagen, dos portadas de los años 40 del pasado siglo de la publicación «Club de Ritmo»

En 1935 se crea el Jazz Club Granollers, como filial del Hot Club Barcelona. La vida del club se articulaba alrededor del Café Comercial, donde se podían escuchar las últimas grabaciones de Louis Amstrong, Duke Ellington, Cab Calloway y compañía en una gramola La Voz de su Amo suministrada por la familia Vacca.

Tras la Guerra Civil, y en medio de la actitud hostil del nuevo régimen hacia la música «negroide», el de Granollers es el único club de jazz que sobrevive en la Península, con el nombre de Club de Ritmo. Desde 1946 se imprime un boletín que durante mucho tiempo será la única publicación de jazz en España. Poco después de la impactante actuación de Don Byas (1948), el primer jazzman negro de primera fila que atraviesa el Pirineo desde Benny Carter (1936), se presenta el Quinteto del Club de Ritmo … Estos son los primeros episodios de la larga historia del jazz en Granollers.

Aunque se calcula que la fiebre por esta música de raíz afroamericana ya había llegado a la capital vallesana entre 1933 y 1934, no fue hasta el otoño de 1935 que se constituyó una entidad para promoverla. Cinco meses después de la creación del Hot Club de Barcelona (el primero de la Península), el 1 de noviembre se inauguraba la sede oficial del Jazz Club Granollers, radicada en el Café Comercial. La primera junta, presidida por Manuel Estrada, estaba formada por Marià sople (secretario), Manel Pagès (tesorero) y Manel Marimon (contador), además de Joan Vernet, Juan Sendero, Esteve Gorchs y Amador Garrell como vocales. La entidad contaba con una gramola La Voz de su Amo adquirida el mes de agosto a la familia Vacca, que regentaba una fontanería donde también venían radios y gramolas, por un importe de 1.200 pesetas a pagar a plazos.

Hay que subrayar que los miembros del club provenían mayoritariamente de la Alhambra y la Unión Liberal, y aglutinaban menestrales y liberales.

Ya en 1936, concretamente el 31 de marzo, se organiza el primer festival público de jazz en el Cine Majestic. La velada, a beneficio del Hospital de Granollers, sirve para presentar la Orquesta del Jazz Club, en un cartel que también incluye la Orquesta Crazy Boys, y que tiene como plato fuerte la interpretación de la Rhapsody in blue de Gershwin a cargo de Lluís Rovira y una orquesta formada por músicos de Granollers y de Barcelona. Rovira era un destacado trompetista de Granollers que ya triunfaba profesionalmente a la Ciudad Condal y que los años 1940 adquiriría un gran protagonismo como director de una de las orquestas de jazz más importantes de la época.

La Guerra Civil paraliza las actividades del club, y la mayoría de sus miembros son llamados a filas. Joan Vernet se encargará de guardar la gramola, con una colección de cerca de un centenar de discos, para volverla a recuperar al final del conflicto bélico.

La hostilidad de la dictadura hacia el jazz era manifiesta, y a menudo se publicaban en la prensa artículos que alertaban sobre los peligros de esta música pecaminosa. Sin ir más lejos, el Padre Otaño, un jesuita fascista que dirigía la revista Ritmo, inició una campaña contra «las alarmantes proporciones que está adquiriendo la invasión de la música negroide». A su vez, y desde de la revista Juventud, el crítico musical Tomás Andrade de Silva, enfatizaba: «Nada más alejado de nuestras viriles características raciales que esas melodías dulzonas, decadentes y monótonas que, como un lamento de impotencia, ablandan y afeminan el alma; ni nada más bajo de nuestra dignidad espiritual que esas danzas dislocadas, en las que la nobleza humana de la actitud, la seleccionada corrección del gesto, desciende a un ridículo y grotesco contorsionismo.»

Como señala Jordi Pujol y Baulenas en su excelente libro Jazz en Barcelona 1920-1965, los ataques no sólo provenían de Madrid, sino que en Barcelona también había destacados sicarios que intentaban asesinar el hot jazz y la música moderna en general como Justo Ruiz Encina, que desde las páginas de el Correo Catalán escribía lo siguiente: «El hot es producto de la degeneración de costumbres importada a nuestra patria, después de haber sido experimentada en otros países… Por eso nos atrevemos a afirmar que el hot es anticristiano y entraña una malicia satánica que acarreará —de no poner freno a sus desenfrenos— lamentables efectos.» Y acaba remachando: «No se olvide que por algo ha sido incorporado al hot el tango, baile que ya en sus inicios hubo de ser condenado por la Iglesia. Pero la perversidad del hot —arrancado de la música negra y por ende pagana, recogido y exportado por masones y anticatólicos— adquiere mayor refinamiento al expresar el concepto de la muerte en aquellas palabras tan en boga actualmente:

‘Rasca yu,
cuando mueras, ¿qué harás tú?
¡Tu serás
un cadáver nada más!’

«Es decir, así se ponen en duda las palabras de Jesucristo, así se rechazan los designios divinos sobre la resurrección de la carne… Para los cultivadores del hot la vida ha de disiparse en orgías, porque después de muertos queda solamente un cadáver… Este es el concepto hot. Concepto que, por desgracia, merced a la radio y a los discos, se infiltra en todas partes, penetra con insistencia en todos los hogares y acaba en los labios de inocentes criaturas que lo tararean sin pensar que con ello reniegan de su fe católica.»

 «Nada más alejado de nuestras viriles características raciales que esas melodías dulzonas, decadentes y monótonas que, como un lamento de impotencia, ablandan y afeminan el alma; ni nada más bajo de nuestra dignidad espiritual que esas danzas dislocadas, en las que la nobleza humana de la actitud, la seleccionada corrección del gesto, desciende a un ridículo y grotesco contorsionismo»

Las cobayas económicas

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La reactividad puede a veces ser una amenaza para la validez de los resultados
La reactividad puede a veces ser una amenaza para la validez de los resultados

La recreación artificial de estímulos en un laboratorio para analizar la reacción de los sujetos, ha sido abordada por investigadores de la UNED a fin de exponer los pros o contras del método experimental en el ámbito de las Ciencias Sociales y sobre todo, en la economía. Sus aportaciones se han publicado en la revista Philosophy of the Social Sciences.

La investigadora María Jiménez Buedo, autora principal del artículo y profesora de Filosofía en la UNED, explica que los humanos, a diferencia de las bacterias o los animales, siempre tienen una idea preconcebida del estudio al que se va a someter, fenómeno que es conocido como reactividad, y que ello afecta a los resultados. Esta reactividad puede a veces ser una amenaza para la validez de los resultados.

Otro impedimento, señala Jiménez Buedo, es que “hay un problema al trasladar o al extrapolar los resultados que obtenemos en el laboratorio”, es decir, que los resultados obtenidos no se darían en los entornos reales del sujeto. En este contexto la autora insiste, “la artificialidad puede ser un impedimento para esa extrapolación y hace que el resultado de los experimentos no tenga validez”.

Tras estas reflexiones una de las principales conclusiones es que la economía experimental debe prestar más atención a la reactividad. Este campo de estudio debe ser abordado porque, apunta, durante muchos años se dijo que las ciencias sociales no podían ser experimentales, si bien ahora hay una gran abundancia de experimentos en este área de conocimiento. Sobre todo, en economía, donde ahora son frecuentes los experimentos de laboratorio: “Concluimos que los economistas deberían prestar más atención a cómo los sujetos construyen la tarea experimental y que deben tomar la reactividad como objeto de estudio”, indica Jiménez.

Además, los autores añaden que “la economía experimental ahora mismo no tiene herramientas conceptuales claras para tratar la reactividad y necesita construirlas; y para construir esas tareas consideramos que los filósofos también podemos ayudar”.

No obstante, frente a estas argumentaciones, los autores también defienden que esta relación entre reactividad y validez experimental es compleja y que no siempre es negativa, puesto que el experimentador puede utilizarla a su favor y que se puede jugar con algunos aspectos de la artificialidad pero, destaca, para profundizar en el estudio.

Esta investigación forma parte del proyecto Sesgos en experimentos con humanos en las ciencias sociales y biomédicas financiado por el Ministerio de Economía.

Las ciencias, con Google entran

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Según la investigación, la mayor parte de nuestra cultura científica se adquiere entre los 12 y los 16 años
Según la investigación, la mayor parte de nuestra cultura científica se adquiere entre los 12 y los 16 años

Ampliar la cultura científica del alumnado de Educación Secundaria Obligatoria es uno de los retos de la educación actual. En esa misión están implicados sus profesores, a pesar de que son la segunda fuente de información científica de los adolescentes, superados ya por un potente actor mundial: Google.

Esto confirma claramente que el paradigma de adquisición de información está cambiando y se debe tener en cuenta para todas las decisiones que impliquen la transmisión de la ciencia y la cultura”, destaca José Antonio López Moreno del departamento de Psicobiología y Metodología en las Ciencias del Comportamiento de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

Estos resultados se extraen del proyecto “Evaluación digital de la Cultura Científica en ESO”, cofinanciado por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) y la Universidad Camilo José Cela, y en el que han participado 4.730 alumnos de ESO de la Comunidad de Madrid matriculados en centros públicos, privados y concertados.

Según la investigación, la mayor parte de nuestra cultura científica se adquiere entre los 12 y 16 años. Para llegar a esta conclusión, los investigadores han comparado los resultados obtenidos por los alumnos de ESO con los resultados obtenidos por adultos en Estados Unidos y en varios países de Europa.

“A pesar de los informes PISA, los alumnos de ESO de la Comunidad de Madrid muestran un nivel alto en conocimientos de ciencia básica frente a la media europea”, añade López Moreno.

Sin embargo, destaca el alto porcentaje de alumnos que no conoce a ningún investigador español: el 77%. El científico más conocido es Albert Einstein, seguido de Marie Curie e Isaac Newton, resultados que concuerdan con los resultados de otros estudios internacionales.

A Google (66,5%) y a los profesores (57,7%) les sigue la televisión y YouTube como fuentes de información científica. En las redes sociales, uno de cada cuatro estudiantes afirma que ha adquirido conocimiento científico a través de ellas, a pesar de que su uso está asociado a un menor tiempo dedicado a la ciencia y a la cultura.

“Un aspecto relativamente preocupante del estudio es que el 30% de los estudiantes de la ESO nunca han ido a una biblioteca y que uno de cada cuatro alumnos de ESO declara no haber realizado nunca alguna actividad relacionada con la ciencia y la cultura en su tiempo libre”, dice el investigador.

Varias cuestiones versaron sobre los estereotipos de los científicos. La mayoría concibe en su imaginario al científico como una persona “mayor, con gafas, inteligente y poco mentirosa”. Para la gran mayoría de los alumnos, un científico podría ser presidente del Gobierno de España, pero lo que más claro tienen, más del 90%, es que esta profesión es menos querida que la de futbolista.

“Nuestros resultados muestran esencialmente que los alumnos de ESO tienen un nivel de conocimiento científico muy parecido a los adultos de Estados Unidos y de Europa con el mismo nivel de formación. Sin embargo, todavía queda mucho por avanzar y se debe investigar la influencia de internet, a través de todos los dispositivos, sobre el aprendizaje de la ciencia. El siguiente paso es replicar esta evaluación a nivel nacional, tomando una muestra representativa de alumnos en cada comunidad autónoma de España”, concluye López Moreno.